Vida verde
Surfeando la ola oceánica de las COPs
Las cuestiones oceánicas atraviesan a las tres grandes conferencias de la ONU que tienen lugar entre octubre y diciembre, afirma Felipe Cárcamo Moreno. Los 'alimentos azules' son vitales para el futuro de nuestro planeta y se necesita más apoyo para darles prioridad
Quienes saben surfear entienden que el ritmo de las olas es cambiante. Aferrado a la tabla, observando el océano, se decide qué ola tomar o dejar pasar, calculando la dirección. Y de pronto, sin buscarlo, ya estás de pie, deslizándote por el mar… Por el ritmo del océano, mirando al horizonte, puedes ver con claridad lo que se avecina.
Este año ha sido decisivo en la gestión de las crisis ecológicas que afectan el océano. Actualmente navegamos entre tres Conferencias de las Partes (COP) de las Naciones Unidas, dedicadas a tres convenciones diferentes de la ONU. Cada una tiene un orden del día diferente, pero también varios elementos en común. Entre ellos, el océano destaca como un tema transversal y potencialmente unificador.
Pero a pesar de su importancia central, hay un déficit de atención al océano y sus tres crisis. El cambio climático, la contaminación y la pérdida de biodiversidad en los mares ya se están manifestando en la subida del nivel del mar, temperaturas récord del agua, cambios en las precipitaciones, acidificación y desoxigenación de los océanos y declive de los ecosistemas.
Tres reuniones de la ONU dominan la agenda medioambiental de fin de año: la COP16 del Convenio sobre la Diversidad Biológica en Colombia, la COP29 de la Convención Marco sobre el Cambio Climático en Azerbaiyán y la COP16 de la Convención de Lucha contra la Desertificación en Arabia Saudita. ¿Recibirá el océano la atención que requiere?
Octubre | Biodiversidad, COP16 | Cali
En 2022, las partes del Marco Mundial Kunming-Montreal de la diversidad biológica (KMGBF, por sus siglas en inglés) fijaron el objetivo de proteger el 30% de las zonas terrestres y marinas para 2030. A mitad de camino, se reunieron en Cali, Colombia, el mes pasado, donde quedó claro que la protección mundial de los océanos está muy lejos de este objetivo.
Otro tratado de la ONU será un elemento clave para alcanzar este objetivo: el Acuerdo sobre la Conservación y el Uso Sostenible de la Biodiversidad Fuera de Jurisdicción Nacional, también conocido como Tratado de Alta Mar. Una vez ratificado por 60 países —actualmente solo lo han hecho 14, y muy recientemente se ha sumado Francia—, permitirá establecer zonas marinas protegidas en alta mar, los dos tercios del océano que se encuentran fuera de las jurisdicciones nacionales. Su protección complementará los esfuerzos por alcanzar el objetivo del 30% del KMGBF.
La protección de los océanos se ve reforzada por otros instrumentos internacionales negociados en los últimos años: el Acuerdo sobre Medidas del Estado Rector de Puerto (MERP) y el Acuerdo sobre Subvenciones a la Pesca, orientados a combatir la pesca ilegal y promover la sostenibilidad marina.
El financiamiento, sin embargo, siguió siendo un desafío central y pendiente en la COP16 de Cali.
La Red Latinoamericana y Caribeña por un Sistema Financiero Sostenible (REDFIS) afirma que es necesario establecer el flujo de financiación destinado específicamente a la protección y conservación de la biodiversidad en cada país. La red afirma que los recursos financieros actualmente disponibles son insuficientes y que la crítica situación de los mercados de deuda en los países del Sur Global está desviando fondos que podrían combatir el cambio climático al pago de intereses. REDFIS también afirma que se necesitan mecanismos más eficaces para canalizar los fondos directamente a quienes protegen la naturaleza, en particular las comunidades locales, los pueblos indígenas y los afrodescendientes que gestionan las zonas marinas.
Noviembre | Cambio climático, COP29 | Bakú
Es de esperar que un informe reciente indique un punto de inflexión para que los debates sobre el cambio climático incorporen suficientemente el océano. Recopilado por los facilitadores del “diálogo sobre los océanos” de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, el reporte subraya la necesidad de sinergias entre diversos marcos multilaterales de las Naciones Unidas. Por ejemplo, entre la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, el Acuerdo sobre la Conservación y el Uso Sostenible de la Diversidad Biológica fuera de las Jurisdicciones Nacionales y el Marco Mundial sobre la Diversidad Biológica. El informe destaca que esta colaboración es fundamental para el éxito de las políticas nacionales sobre cambio climático, incluidas las de adaptación y mitigación.
Un tema central de la COP29 está siendo cómo poner en práctica los compromisos climáticos. El informe del diálogo sobre los océanos insta a los países a unificar sus esfuerzos para evitar la duplicación y reforzar la acción colectiva sobre los océanos. La financiación de los compromisos climáticos de los países en desarrollo ocupará un lugar destacado.
Para América Latina, es crucial establecer un Nuevo Objetivo Colectivo Cuantificado (NCQG, por sus siglas en inglés) que defina un nivel de apoyo internacional para la financiación climática que apoye efectivamente a los países en desarrollo en la protección de sus aguas. Además, los países deben integrar a los océanos en sus Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional y en sus Planes Nacionales de Adaptación para 2025. Ambos objetivos detallan los esfuerzos de los países para reducir las emisiones de dióxido de carbono y adaptarse al cambio climático.
La tecnología se está convirtiendo en un tema controvertido cuando las preocupaciones oceánicas se encuentran con el cambio climático, sobre todo en dos ámbitos. El primero es la geoingeniería para el secuestro de carbono marino, supervisada por la Organización Marítima Internacional de la ONU. Las consecuencias de estas tecnologías están aún por demostrarse. Podrían aumentar la absorción de dióxido de carbono por parte de los océanos, pero también podrían no marcar una diferencia significativa y dañar aún más a estos ecosistemas ya afectados.
El segundo ámbito es la explotación minera de los fondos marinos, supervisada por la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos. A algunos expertos les preocupa que esto pueda perturbar el secuestro de carbono en las profundidades, mientras que sus defensores afirman que es una fuente vital de elementos necesarios para la transición verde. Algunos países, entre ellos varios latinoamericanos, promueven una moratoria. Esto permitiría seguir investigando científicamente estos ecosistemas poco conocidos de las profundidades, aplicando el principio de precaución ante posibles impactos ambientales.
Para lograr avances significativos en la protección de los océanos en Bakú, es necesario llegar a un acuerdo sobre cambios concretos en todos los ámbitos mencionados.
Diciembre | Desertificación, COP16 | Riad
La conexión entre la tierra y el océano es de especial relevancia para la tercera COP de 2024: en Arabia Saudita, los miembros de la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación se reunirán para celebrar su decimosexta conferencia.
Al abordar la intensificación de las sequías, la convención subraya la necesidad de alinear los esfuerzos con las conclusiones del Sexto Informe de Evaluación del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático. El enfoque de la convención es holístico: destaca la interrelación de los ecosistemas terrestres y marinos, y fomenta un desarrollo que refuerce su resiliencia. También reconoce que las presiones sobre los ecosistemas oceánicos y los recursos hídricos están íntimamente ligadas a la necesidad de garantizar alimentos y agua para millones de personas.
Este año ha estado marcado por ciclones devastadores y un calentamiento oceánico sin precedentes, lo que nos alerta sobre el rol fundamental de los océanos en el clima y la biodiversidad. La “simultaneidad” de estas tres COP ofrece una oportunidad única para generar sinergias efectivas entre los espacios multilaterales.
Resulta esperanzador constatar que detrás de cada decisión política siempre existe una lucha activista incesante, conformada por comunidades locales, indígenas y afrodescendientes, movilizadas por la protección de los océanos.
Como saben los surfistas, hace falta equilibrio para subir a la tabla. Domar las olas del cambio exige un triple equilibrio: guiarse por los conocimientos científicos y locales, tomar medidas permanentes que sean contundentes y tener una gran ambición en la labor de mitigar el cambio climático. Hagámoslo bien y, antes de que nos demos cuenta, estaremos de pie, surfeando sobre el mar.
¿Qué son las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional?
En virtud del Acuerdo de París de 2015, los países deben preparar un esquema de sus esfuerzos para reducir las emisiones nacionales y adaptarse a los impactos del cambio climático. Estos compromisos se denominan Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC, por sus siglas en inglés).
Las NDC se presentan cada cinco años, y se supone que las sucesivas NDC deben ser más ambiciosas que las anteriores. Combinados, estos objetivos nacionales deberían constituir un esfuerzo mundial coordinado para reducir la gravedad y el impacto del cambio climático.
La COP29 debe ofrecer un salvavidas a la “comida azul”
La corriente de Humboldt corre hacia el norte a lo largo de la costa de Chile, trayendo a la superficie agua fría y rica en nutrientes desde la Antártida y las profundidades oceánicas y creando un abundante ecosistema de “comida azul”.
Pero el cambio climático está haciendo que esta corriente sea menos fiable, poniendo en peligro un fenómeno que representa hasta el 15% de la producción pesquera mundial de captura salvaje, incluidas anchoas, merluzas y sardinas.
Más al norte, en Canadá, el cambio climático y la pérdida de biodiversidad también están alterando los océanos y los recursos de agua dulce.
Estos cambios suponen un grave riesgo para los ecosistemas acuáticos, con importantes repercusiones sociales, culturales y económicas para las industrias pesqueras y de recursos marinos, así como para las comunidades costeras e indígenas que dependen de ellos para su alimentación e ingresos. El impacto del calentamiento de los océanos y de las olas de calor marinas, por ejemplo, modifica procesos medioambientales y biológicos que están contribuyendo a la disminución de las poblaciones de salmón tanto en el Atlántico como en el Pacífico.
Como representantes de estos dos grandes países productores de alimentos acuáticos, reconocemos la amenaza que el cambio climático representa para una de nuestras industrias primarias.
Es muy urgente adaptarse a estas realidades. Por eso nuestros dos países, Canadá y Chile, están liderando el Diálogo Mundial sobre Océanos y Cambio Climático de la ONU. Estas conversaciones fueron encargadas en la cumbre climática COP25 en Madrid en 2019, y en la más reciente reunión celebrada en junio se debatieron las formas en que la conservación, protección y restauración de los ecosistemas azules pueden abordar tanto las causas como las consecuencias del cambio climático.
La COP29 de Bakú, que ha comenzado la semana pasada, es otra importante oportunidad para debatir cómo los países pueden dar prioridad a los alimentos azules como fuerza poderosa y vital para alcanzar los objetivos mundiales en materia de clima y desarrollo.
Creemos que para ello se necesita más apoyo financiero y tecnológico. Los servicios de información climática, que avisan a los pescadores de las condiciones extremas, y los equipos de procesamiento, capaces de preservar y prolongar los frutos de la producción, son solo dos ejemplos de soluciones que urge ampliar.
Alimentos azules para un futuro verde
Los alimentos azules o acuáticos son el producto alimentario más comercializado del mundo y resultan esenciales para alimentar de forma sostenible a una población mundial en crecimiento. Los animales y las plantas, capturados en la naturaleza o cultivados en océanos, ríos y lagos, son una fuente primaria de proteínas y micronutrientes, especialmente para muchos países en desarrollo y comunidades vulnerables que no tienen acceso a fuentes alternativas de alimentos.
Estos alimentos también ofrecen más oportunidades para reducir las emisiones de los sistemas alimentarios y mitigar el cambio climático. Por lo general, los animales acuáticos tienen una huella de carbono inferior a la de los alimentos de origen animal terrestre, y algunas especies, como los bivalvos y las algas, tienen emisiones de gases de efecto invernadero mínimas o neutras. Los cambios en la dieta para incorporar más alimentos azules, junto con una mayor eficiencia en la forma en que se captura el pescado salvaje, pueden mejorar aún más el rendimiento medioambiental del sector.
Los alimentos azules pueden contribuir a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en los sistemas alimentarios si consumimos más tipos bajos en carbono, reducimos las pérdidas y los residuos, mejoramos los piensos acuícolas, adaptamos la pesca para hacer frente a los efectos del cambio climático y protegemos los ecosistemas azules que pueden secuestrar carbono, como los manglares.
Los océanos, fuente clave de alimentos azules, cubren el 71% de la superficie del planeta y han absorbido hasta la fecha cerca del 90% del calor generado por el aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero. También son el mayor sumidero de carbono del mundo, ya que capturan alrededor del 30% de nuestras emisiones de carbono. Pero la absorción de calor y el almacenamiento de carbono también modifican el océano, provocando aumentos de temperatura, acidificación y desoxigenación, que pueden tener efectos devastadores en la vida marina.
Las estrategias climáticas, conocidas como Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC, por sus siglas en inglés), son los planes que cada país elabora para establecer objetivos de reducción de emisiones, atraer inversiones, impulsar la innovación y alinear las políticas con los objetivos del Acuerdo de París. Como se expone en un reciente informe de Diálogo de Océanos y Cambio Climático, la COP29 es el momento de comprometerse con las “evaluaciones de las necesidades tecnológicas”, que identificarán métodos de adaptación para la acción climática oceánica que informarán la próxima ronda de NDC, prevista para 2025. También es una oportunidad para incluir los alimentos azules en las nuevas metas que se están debatiendo para el Objetivo Global de Adaptación del Acuerdo de París.
El mes pasado, el Stanford Center for Ocean Solutions y sus socios publicaron unas directrices destinadas a ayudar a los gobiernos a incluir los alimentos de origen acuático en sus estrategias climáticas. Se trata de un valioso complemento a la transición hacia sistemas alimentarios sostenibles, que ofrece opciones políticas para diferentes sistemas de producción y cadenas de suministro. Y son necesarias: en el mismo informe, el análisis de las NDC para 2020 reveló que más de 80 países no mencionan en absoluto los alimentos azules, mientras que 37 mencionan el sector solo de pasada.