Ambientalistas advierten: Planes para reforestar Bolivia no cuadran
El último informe de la Fundación Solón alerta sobre el previsible incumplimiento de los compromisos adquiridos con el planeta en la cumbre del clima de París en 2015 al menos en el ámbito de la reforestación, mientras que la deforestación sigue avanzando a velocidades altas



2015 ha quedado lejos y han pasado muchas cosas en todo este tiempo, incluyendo una pandemia mundial, la Cumbre del Clima de París de 2015 sigue siendo la referencia en materia de compromisos climáticos por el esfuerzo que se hizo en su momento.
La metodología fue ciertamente abierta, pues cada país hizo sus propios compromisos en función de sus propias capacidades e informaciones solo tomando en cuenta la buena voluntad para frenar el calentamiento global. Evidentemente no todos se comprometieron igual ni evidenciaron el mismo interés ni esfuerzo, pero se lograron arrancar al menos unos mínimos.
La “contribución” de Bolivia en el marco del Acuerdo de Paris abarca tres sectores: agua, energía y bosques. A diferencia de otras Contribuciones Determinadas Nacionalmente (CDN) no establece una clara línea base a partir de la cual evaluar el incremento o disminución de sus emisiones de gases de efecto invernadero. En su “contribución”* no se dice en ningún momento cuáles fueron, son o serán las emisiones de gases de efecto invernadero de Bolivia. Lo que se hace es fijar una serie de metas en esos tres sectores sin cuantificarlas en términos de CO2e, pero que sirve para hacerle seguimiento.
La «contribución» nacional
En relación a los bosques la “contribución” o CDN de Bolivia plantea:
· Cero deforestación ilegal al 2020.
· Deforestar 3 millones de hectáreas hasta el 2030.
· Reforestar 4,5 millones de hectáreas hasta el 2030 sólo con esfuerzo nacional.
Según la argumentación de la “contribución” de Bolivia, en el 2015 existían 52,5 millones de hectáreas de bosques en el territorio nacional. Si se deforestan 3 millones de hectáreas quedarían sólo 49,5 millones de hectáreas de bosques. Pero, como se reforestarían 4,5 millones de hectáreas de bosques al final se incrementaría la cobertura neta de bosques a 54 millones de hectáreas.
En una gráfica de la CDN de Bolivia se muestra que habría una reforestación de 800.000 hectáreas de bosques hasta el 2020, 2,5 millones de hectáreas reforestadas hasta el 2025 y 4,5 millones de hectáreas reforestadas de bosques hasta el 2030.
REALIDAD Y TENDENCIA
En la Fundación Solón se lamentan de que no existen datos sobre la deforestación ilegal en el período 2015-2017 para ver si efectivamente se avanzó en la dirección de cero deforestación ilegal para el 2020. Lo que si es de conocimiento público es que el gobierno ha aprobado diferentes normas para legalizar y ampliar el desmonte de bosques.
La ley Nº 741 de 29 de septiembre de 2015 amplia el desmonte de 5 a 20 hectáreas de “tierras con cobertura boscosa aptas para diversos usos y en tierras de producción forestal permanente”. Así mismo, esta ley declara “exentas las pequeñas propiedades y propiedades comunitarias o colectivas, del pago de patente por superficie de desmonte de hasta veinte hectáreas (20 ha)”.
Además, el 23 de mayo del 2017 el gobierno de Evo Morales promulgó la ley Nº 952 para ampliar nuevamente el plazo hasta el 31 de diciembre del 2017 para la regularización de desmontes ilegales que hayan cometido pequeñas y medianas propiedades, empresas agropecuarias, comunidades indígenas, campesinas e interculturales. En dicha oportunidad, la autoridad del Programa de Producción de Alimentos y Restitución de Bosques declaró que se “regularizó un total de 1.381.699 hectáreas de desmonte sin autorización efectuados entre 12 de julio de 1996 y 31 de diciembre del 2011” (La Razón 01/06/2017). Se estiman que en ese período se desmontaron ilegalmente 1,5 millones de hectáreas lo que significa que hasta esa fecha se habrían legalizado 92% de los desmontes ilegales de ese período.
La multa por desmontar ilegalmente una hectárea de bosque en Bolivia, según la Ley Nº 337 de 11 de enero del 2013, es de 517 Bs. (74 USD) por hectárea para una empresa y mediana propiedad, de 257 Bs. (36 USD) para una pequeña propiedad y de 86 Bs (12 USD) para una comunidad. La mencionada ley establece los precios en Unidades de Fomento a la Vivienda (UFVs) y por lo tanto su valor en bolivianos o dólares varían en el tiempo.
En el presente, dirigentes de organizaciones ganaderas están pidiendo ampliar por un año más el plazo para la regularización de los desmontes ilegales, y dirigentes de las principales organizaciones campesinas piden reducir aún más la multa por desmontes ilegales.
En síntesis, lo que tenemos en Bolivia es un proceso paulatino de legalización de la deforestación ilegal que está lejos de contribuir a la preservación de los bosques que son esenciales para la captura y almacenamiento del dióxido de carbono.
Se disparan los incendios forestales
No existen datos oficiales de deforestación entre el 2015 y el 2017 en Bolivia pero existen cifras sobre los incendios en Bolivia publicados por el Ministerio de Medio Ambiente y Agua.
El 2010 fue el peor año de todo este siglo en términos de incendios en Bolivia. Ese año se registraron 114.791 focos de calor. Los años siguientes hasta el 2013 la cantidad de focos de calor fue descendiendo hasta los 27.516 para luego empezar a subir nuevamente hasta llegar a 66.823 en el 2016 y está en camino de llegar a los 69.000 focos de calor en el 2017. Aún no se ha superado el record del 2010 pero la tendencia de los incendios forestales avanza peligrosamente en esa dirección.
Según datos oficiales consignados en la Memoria Técnica de Deforestación elaborada por el Ministerio de Medio Ambiente y Agua, la deforestación promedio anual entre el 2011 y el 2013 fue de 163.000 hectáreas al año. Sin embargo, desde el 2013 los focos de calor se han duplicado lo que lleva a una deforestación creciente de 200.000 a 250.000 hectáreas por año.
En su “contribución” en el marco del Acuerdo de Paris el gobierno dio a entender que habría una deforestación de 3 millones de hectáreas hasta el 2030 lo que significa un promedio anual de 200.000 hectáreas, o un millón de hectáreas de bosques deforestadas cada cinco años. De continuar la actual tendencia de incendios forestales, probablemente se supere el millón de hectáreas quemadas en el quinquenio 2016-2020, y de continuar esa trayectoria se sobrepase los 3 millones de hectáreas deforestadas.
¿Reforestación?
El gobierno mediante decreto supremo Nº2912 de 27 de septiembre del 2016 aprobó el Programa Nacional de Forestación y Reforestación (PNFR) 2016-2030 para forestar y reforestar hasta 2020 una superficie de 750.000 hectáreas.
Sin embargo, en la campaña “Mi Árbol” 2015- 2016 se alcanzaron a reforestar sólo 6.801 hectáreas con 6.025.755 plantines forestados en todo el territorio nacional (http://www.mmaya.gob.bo/index.php/noticias/0,1744.html). Según el reporte de esta campaña que es llevada adelante por FONABOSQUE y el Ministerio de Medio Ambiente y Agua, “si todo sale bien”, de acuerdo a los índices de consolidación deben sobrevivir 4.820.604 plantines (80%). Algunos técnicos que han participado en campañas pasadas de reforestación afirman que el índice de plantines que sobreviven es muchísimo menor.
Actualmente el gobierno se propone plantar 10 millones de plantines lo que representa unas 10.000 hectáreas reforestadas ya que aproximadamente se calculan mil plantines por hectárea.
Entre el discurso y los planes de reforestar 750.000 hectáreas hasta el 2020 hay un gran abismo. Para reforestar 750.000 hectáreas se necesitarían plantar 750 millones de plantines a razón de 150 millones por año y en el mejor de los casos sólo se van a plantar10 millones de plantines año.
El costo promedio de un plantín es de un dólar sin tomar en cuenta el costo de plantarlo y cuidarlo. Para plantar 750 millones de plantines hasta el 2020 se necesitarían 750 millones de dólares sólo en plantines. Si tomamos en cuenta que la “contribución” serían 4,5 millones de hectáreas hasta el 2030 se requerirían 4.500 millones de dólares sólo en plantines. Una cifra que es equivalente a construir cuatro Plantas de Amoniaco y Urea de Bulo Bulo incluyendo su vía férrea.
La realidad está muy lejos de lo que Bolivia comprometió en términos de reforestación. Lo que tendremos en el mejor de los casos será una reforestación de 150.000 hectáreas hasta el 2030 a un ritmo de 10 millones de plantines plantados por año. Aún triplicando este esfuerzo apenas se llegaría a un 10% de la meta de los 4,5 millones de hectáreas reforestadas para el 2030.
En síntesis, es posible que la meta de 3 millones de hectáreas deforestadas para el 2030 se puede alcanzar e incluso superar a los ritmos actuales, mientras la reforestación, aun triplicando la campaña “Mi árbol”, no llegaría ni a 0,5 millones de hectáreas reforestadas para el 2030.
A esto debemos añadir que jamás se puede comparar una hectárea de bosque nativo con una hectárea reforestada de plantines, aunque estos sean de especies nativas. El tiempo que se requiere para que los plantines crezcan y capturen la misma cantidad de dióxido de carbono que un árbol de un bosque nativo puede ser de 50 a 200 años. Además, la deforestación de una hectárea de bosque implica la perdida no sólo de árboles, sino de biodiversidad, de plantas, animales e insectos, y de un ecosistema que contribuye a contener inundaciones, bombear agua a la atmosfera y a preservar la humedad de la tierra.
En este marco es una estrategia totalmente irracional, suicida y antieconómica deforestar hectáreas de bosques nativos para luego empezar campañas de reforestación que serán extremadamente costosas, inalcanzables y jamás devolverán la vida que había antes en el bosque.
Pinos y eucaliptos, el riesgo del monocultivo productivo
En el mundo es cada vez más frecuente escuchar un principio simple para actuar contra la crisis climática: plantar árboles. Los bosques son los mayores sumideros de dióxido de carbono, el gas de efecto invernadero que principalmente impulsa el calentamiento global. En 2018, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas afirmó que una forestación significativa puede contribuir a los esfuerzos para limitar el aumento de la temperatura media mundial a 1,5C. Para ello se necesitarían cientos de millones de hectáreas de nuevos árboles.
Sudamérica es una de las principales regiones de plantación de árboles a nivel global, con la segunda mayor superficie del mundo después de Asia concentrada en Brasil, Argentina, Chile y Uruguay. Sin embargo, aunque el 15% de los aproximadamente 131 millones de hectáreas de plantaciones de árboles del mundo se encuentran en Sudamérica, no han ayudado a resolver los problemas de deforestación de la región ni han demostrado ser muy eficaces para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.
Esto se da porque la mayoría de las plantaciones en Sudamérica son exclusivamente productivas y, en la mayoría de los casos, monocultivos industriales de pinos y eucaliptos. En otras palabras, se produce una única especie en áreas gigantes, con técnicas que aceleran el crecimiento como el uso de fertilizantes y pesticidas. Estas prácticas favorecen la degradación del suelo y la destrucción de la vegetación autóctona natural.
“Estos monocultivos no recuperan el carbono de la misma manera que los bosques naturales secundarios. Se puede eliminar un poco [de carbono], pero no fomentan la biodiversidad porque son especies exóticas”, explica a Diálogo Chino Carlos Nobre, científico del sistema terrestre en el Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Sao Paulo y destacado investigador en temas forestales en Brasil.
En América del Sur, el 97% de las plantaciones son de especies exóticas, principalmente pino y eucalipto, que se utilizan sobre todo para obtener madera y pasta de papel, respectivamente. Brasil, Argentina, Uruguay y Chile albergan algunas de las mayores superficies plantadas de la región: durante el siglo pasado los cuatro países introdujeron estas especies para desarrollar sus industrias papelera y maderera, con la ayuda de subvenciones e iniciativas gubernamentales para promover su uso.
Hoy en día, entre los cuatro países suman alrededor de 16,8 millones de hectáreas de plantaciones forestales totales. La mayoría se concentra en Brasil (67%), luego en Chile (19%), Argentina (7,1%) y Uruguay (7,1%). El Eucalyptus globulus, de rápido crecimiento, ha proliferado en la región y en sus sectores forestales: las plantaciones de eucalipto para la producción de pasta de papel predominan en todos estos países excepto en Chile, donde predomina el pino.
Según Hivy Ortiz, que desarrolla iniciativas regionales de agricultura sostenible y resiliente en América Latina y el Caribe para la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, el panorama de la industria forestal de la región ha cambiado a lo largo de los años. “Los programas de plantaciones originalmente estaban asociados a incentivos forestales. Ahora son, en su mayoría, inversiones privadas”, explica a Diálogo Chino.
Según un reporte del Banco Mundial, en 2021 la mitad de las exportaciones forestales se enviaron a Estados Unidos (28.6%) y China (23.2%). La otra mitad se distribuyó entre 204 países. La mayor parte de esta industria forestal se compone de una combinación de capitales nacionales e internacionales.