Vida en familia
Por qué no se debe obligar a los niños a dar besos
No todos los menores se sienten cómodos mostrando afecto de la misma forma. Por eso, los expertos recomiendan explicarles a los adultos que son ellos los que deciden cómo saludar y evitar ponerles etiquetas que dañen sus emociones



Dar un beso o recibir a alguien con un abrazo son conductas de educación que los niños repiten de lo que han aprendido en su contexto social. Pero no todos los menores se sienten a gusto replicando esos comportamientos. Y, “cuando no lo hacen, se les tiende a poner etiquetas con las que muchos menores sufren porque se creen que los adultos les critican por no ser afectivos”, como explica Begoña Ibarrola, psicóloga y autora de El taller de las emociones (Grijalbo, 2023).
Para que estas situaciones tan frecuentes no generen un conflicto entre el menor, los padres y el adulto que quiere ser saludado, desde la disciplina positiva se trabajan los cinco lenguajes del amor, como asegura Arantxa Arroyo, guía Montessori y codirectora de la escuela activa Magea. Estas ideas las publicó en 1992 el escritor y consejero matrimonial estadounidense Gary Chapman en el libro del mismo nombre, donde explica que “cada ser humano tiene una manera distinta de expresar el afecto.” En un principio, estos cinco lenguajes estaban pensados para las parejas, pero el propio autor, cinco años después de la publicación de este primer libro, extrapoló su propia teoría para educar a los niños.
Arroyo explica que, a través de este aprendizaje, se intenta enseñar que el contacto no es la única manera de demostrar afecto y que enseñarles esto a los padres y a los niños “es proteger al menor”. Además, insiste en que es importante observar cómo se expresan los niños: “Cuando ves que hacen regalos, te das cuenta de que su lenguaje del amor son los obsequios. O que otro le lleva las zapatillas a un compañero para que se sienta acompañado, se está expresando a través de los actos de servicio.”
Poner límites sobre su cuerpo
Además, estos cinco lenguajes los recoge la escritora Marta Prada, conocida en redes como Pequefelicidad, en su último cuento infantil Las cinco máquinas del amor (Carambuco, 2023). Basándose en los conceptos creados por Chapman, Prada ha dividido estas cinco maneras de expresarse en distintas máquinas: de las acciones, de las palabras, de los detalles, del tiempo juntos y de los besos.
En su libro, la escritora nos presenta a los dos hermanos protagonistas, Lúa y Max. A la primera le gusta dar besos para saludar, pero a su hermano no, por lo que cree que su máquina de los besos está estropeada. Será su abuelo quien les explique que en nuestro interior hay cinco máquinas del amor, que no funcionan a la vez y que si no les apetece expresar amor deben decir “no”. Un cuento, como explica la propia autora a EL PAÍS, necesario “para que los niños tengan esa herramienta y den valor a las emociones. Para que sepan identificarlas desde la infancia.”
Pero la labor de los padres es esencial para que la decisión no recaiga solo sobre los menores. “Es importante que los padres pongan un límite entre el niño y el adulto que quiere ser saludado”, explica Arroyo. “Cuando le hablas a la gente de abuso es cuando realmente lo entiende”, añade. La educadora considera que hay que hablar con el menor sobre cómo quiere saludar y explicarle al adulto “desde la calma y no desde el ataque, que el beso es algo muy íntimo y que el menor debe elegir a quién dárselo”. Esta elección sobre su conducta social, le enseña al niño a poner límites y a decidir sobre su cuerpo y su amor, continúa Arroyo, que considera que los niños que aprenden esto desde su hogar tienen más capacidad para decidir sobre su cuerpo en otros entornos no tan seguros: “Pero si la otra persona no lo entiende, somos nosotros, los padres, quienes tenemos que gestionarlo”.
Observar su lenguaje del amor
En esto coincide Ibarrola que, añade además, el amor a uno mismo es el que hace sentirse seguro a un menor y logra evitar la dependencia emocional que muchos padecen en la edad adulta. Una idea que también desarrolló Chapman en su libro: “Si tiene suficiente afecto, el niño llegará a ser un adulto responsable. Sin ese amor, él o ella serán emocional y socialmente retardados”.
“Para conseguirlo, después de hablar con el niño sobre cómo quiere saludar, es valioso no poner etiquetas porque no significa que esté faltando al respeto a la otra persona. El beso es un capricho”, incide la experta. Y, por último, observar al menor para intentar averiguar cuál es su manera de expresar el amor: “Los peques, desde los cuatro años, ya tienen ese lenguaje del amor determinado”.
“Observar al niño en una sociedad donde la infancia está relegada a un segundo plano”, prosigue Prada, “y en una época en la que vivimos tan conectados a las tecnologías, es complicado”. Según el informe del Estado del Móvil en 2022, los usuarios pasamos cerca de cinco horas diarias mirando nuestro smartphone. Un tiempo en que “no miramos ni escuchamos al niño”, como explica Ibarrola que, afirma, “esas también son formas de amar.”
“Un bofetón nunca es correcto”
Sara Noguera (Madrid, 1990), experta en crianza respetuosa, educadora infantil y madre de cuatro hijos, entendió hace unos años, gracias a su maternidad y a su profesión, que en demasiadas ocasiones los niños son tratados como ciudadanos de segunda. Esta desagradable sensación y un momento de crisis laboral al estar en paro fueron las dos circunstancias que la impulsaron a crear en octubre de 2019 Kimudi, un método de crianza basado en educar sin autoritarismo, con amor, respeto y empatía: “Y sabiendo que no se les puede dar a todos los menores lo mismo, sino que hay que observar para saber ofrecer a cada niño lo que necesita”.
La también especialista en inteligencias múltiples, musicoterapia y cuentoterapia transmite su mensaje a través de las redes sociales —su perfil de Instagram tiene 65.000 seguidores— y con sus libros. Noguera es autora de Enciclopedia para criar y disfrutar del proceso y A jugar también se aprende. Además, es la conductora del podcast Crianza con Flow (Podimo), en el que ofrece herramientas, trucos y recursos para disfrutar de la maternidad y la paternidad. Estrenado el pasado mes de septiembre, cuenta ya con cerca de 4.000 suscriptores.
“Creo que, sobre todo, somos conscientes de lo que implica criar a nuestros hijos. Y de ahí, saber que la crianza se aprende practicando todos los días. Pero sí, creo que los padres, en términos generales, ponemos mucho de nuestra parte. Recibimos tantos inputs de historias a favor y en contra de cada asunto que en el momento en que nos enfrentamos a la crianza pensamos que no estamos preparados. Pero no es porque no lo estemos, sino porque lo que le ha funcionado a unos no tiene por qué funcionarnos a nosotros. Nos pilla por sorpresa la naturalidad de la crianza, que las cosas nunca son blancas o negras, sino que están llena de matices.
Noguera advierte que el primer fallo y más habitual en la crianza es que se pretenden soluciones mágicas e instantáneas, sin darse cuenta de que la persona a la que se pretende criar es un ser humano totalmente independiente y merece respeto y atención a sus ritmos. El otro fallo es la impaciencia, algo que se corresponde con el hecho de vivir en el mundo de la inmediatez.
Sobre el famoso argumento de algunos padres y abuelos que definen estos métodos de crianza como “moderneces” o que aseguran que “un buen bofetón a tiempo”, Noguera señala que “por un lado, respondo que un avance que respeta al individuo no puede ser una moda. Por otro, que un bofetón sea efectivo no significa que sea correcto, porque el autoritarismo solo ayuda a que obedezcan sin criterio, no educa ni hace libres a los niños. Y la baza real de la crianza respetuosa es hacer libres a nuestros hijos, que no dependan de nosotros ni de nadie, que si quieren estar con nosotros o con quien sea, sea porque quieran. La disciplina respetuosa tiene como objetivo que aprendan a entenderse y quererse a sí mismos y a los demás.
Un modelo de crianza basado en el afecto
Las personas somos seres afectivos por naturaleza. Si se le pregunta a un adulto qué es aquello que más recuerda de su infancia, seguramente describa situaciones en las que sus padres o cuidadores habituales le mostraban algún tipo de afecto. Momentos en los que parecía que el tiempo se detenía y los problemas se hacían mucho más pequeños. Donde un buen abrazo, una palabra o un beso tenían el gran poder de hacerle sentir mucho mejor. Muestras de cariño que eran capaces de calmar el dolor, de acompañar las emociones con mimo y ternura y de fortalecer el corazón.
Si hay algo que tienen en común todas las personas es que necesitan sentirse cuidadas y aceptadas para ser felices. No hay nada más reconfortante para un niño o adolescente que sentir que sus padres le acompañan con grandes dosis de afecto y paciencia. Que le educan con cariño y respeto, aunque cometa errores, y le regalan el tiempo que necesita para aprender sin miedo a equivocarse. Que dan respuesta a sus necesidades y le aceptan tal como es, sin imponerle unas expectativas desacertadas.
A lo largo de la infancia y la juventud, el niño o adolescente necesita consolidar relaciones afectivas sólidas y seguras que le ayuden a desarrollarse en armonía, que le permitan crecer en un entorno de confianza en el que se sienta protegido y acompañado.
Mostrar atención y amor a un niño o adolescente nada tiene que ver con malcriarle. De forma muy equivocada, hay quien piensa que besar o abrazar a menudo convierte a un niño en una persona tirana que solo es feliz si consigue aquello que desea. El cariño es totalmente compatible con establecer normas y límites claros que enseñen lo que debe o no hacer. El cariño es imprescindible en el proceso de crianza, educar en el afecto es de vital importancia para un sano desarrollo personal, emocional y afectivo. El tono afectivo que rodee al niño determinará en gran medida su actitud ante la vida y la forma en la que se enfrente a las dificultades.
Un chico que crece en un ambiente estable y equilibrado tendrá más facilidad para interpretar su entorno de forma positiva y para construir un buen autoconcepto de sí mismo. Será una persona adulta con una buena autoestima, segura, responsable, colaboradora y feliz. Tendrá una mayor capacidad de hacer frente a la frustración, para esforzarse por conseguir todo aquello que se proponga y enfrentarse con éxito a las distintas situaciones que le regale la vida. En cambio, si crece en un entorno desagradable e inseguro, donde no se le da respuesta a sus necesidades y aspiraciones, se sentirá desconcertado y con muy poca confianza en sí mismo. Si se siente poco querido o acompañado, reclamará la atención de sus padres constantemente de forma desajustada y mostrará muchas dificultades para relacionarse correctamente con aquellas personas con las que se relaciona y convive.
En ocasiones, las familias se obsesionan con el hecho que sus hijos obtengan el mayor número de enseñanzas y habilidades posibles, olvidando ofrecerles lo que más necesitan para su desarrollo: un acompañamiento basado en la afectividad, la comprensión y el cariño sin medida que facilite crecer, sintiéndose especial y apoyado. Una crianza que esté basada en la paciencia, la presencia y la comprensión acompañada siempre con grandes dosis de arrumacos y mimos. Donde los besos y los abrazos se conviertan en el mejor instrumento para educar y las emociones puedan expresarse y mostrarse con libertad y sean acompañadas con mucho respeto.
Claves para criar en el afecto
Es imprescindible que el niño o adolescente se sienta querido y aceptado con sus defectos y sus virtudes. Que potencien su autoconcepto, autonomía e iniciativa personal para que sea capaz de tomar sus propias decisiones y se haga cargo de sus responsabilidades y consecuencias.
Las familias deberán encontrar el equilibrio entre la exigencia y el cariño, consiguiendo así que sus hijos tengan confianza en ellos mismos y se sientan seguros en su entorno. Establecer límites y normas claras y precisas ayudará al niño o adolescente a sentirse protegido.
Se deberá fomentar que identifiquen e interioricen sus sentimientos, y hablen de todo aquello que les preocupa o les interese, sin sentir que se les cuestiona o realizan sobre ellos juicios de valor. También que aprendan a sentir los sentimientos de los demás.
Utilizar un modelo educativo democrático encontrando el equilibrio entre el afecto y la exigencia. Ayudando al niño o el adolescente a asumir sus responsabilidades y a trabajar de forma constante felicitando sus esfuerzos. Basando el acompañamiento en la comunicación afectiva y el amor incondicional.
La forma en la que queramos a un niño o adolescente será la forma en la que se quiera él mismo. Necesita muestras de afecto cálidas y afectuosas a diario, que pasemos tiempo de calidad con él para escucharle sin prisas. Los besos, los abrazos, las caricias, las miradas cómplices y las palabras de aliento no pueden faltar en la educación. Como decía el filósofo Platón: “Donde reina el amor sobran las leyes”.