Un análisis de Mario Lubetkin, subdirector general de la FAO.
Más inseguridad alimentaria, afectada por covid y guerra
A los más de 800 millones de personas que ya pasaban hambre en el 2020, los dramáticos efectos de la covid-19 proyectaron para el 2021 un aumento de 100 millones en estos dos últimos años, manteniendo así la tendencia negativa de los últimos cinco años.
Los efectos de la covid-19 en los últimos dos años, sumado al aumento de guerras y conflictos, al cambio climático y a las crisis económicas, han agravado la inseguridad alimentaria mundial, generando severas preocupaciones para el año 2022.
El principal informe anual sobre la inseguridad agroalimentaria de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), presentado en el segundo semestre de 2021, así como los posteriores informes sobre las crisis en las zonas de mayor riesgo alimentario y la actual guerra entre Rusia y Ucrania, confirman estas tendencias pesimistas a nivel global y en cada una de las regiones del mundo.
A las más de 800 millones de personas que ya pasaban hambre en el 2020, los dramáticos efectos de la covid-19 proyectaron para el 2021 un aumento de 100 millones en estos dos últimos años, manteniendo así la tendencia negativa de los últimos cinco años.
De esta forma, a tan solo ocho años del 2030, fecha establecida por los principales líderes mundiales para eliminar la pobreza y el hambre en el marco de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), la inseguridad agroalimentaria y todas las formas de malnutrición siguen sin realizar progresos suficientes que permitan considerar que esos objetivos serán alcanzados en los tiempos acordados.
La pandemia de covid-19 ha demostrado fuertemente las causas de vulnerabilidad y deficiencias de los sistemas agroalimentarios mundiales, entendidos éstos como todas las actividades y procesos que afectan la producción, distribución y consumo de alimentos.
El desafío de superar el hambre y la malnutrición en todas sus formas (incluida la desnutrición, la carencia de micronutrientes, el sobrepeso y la obesidad), va más allá de conseguir alimentos suficientes para la sobrevivencia: la alimentación de las personas, en especial de los niños, debe ser también nutritiva.
Sin embargo, el elevado costo de las dietas saludables, que posiblemente se incremente como consecuencia de la guerra entre Rusia y Ucrania, alejará a un número cada vez mayor de familias a nivel global del objetivo de alcanzar calidad nutritiva.
El dramático conflicto europeo iniciado el 24 de febrero, cuyos efectos son aún difíciles de entender en toda su dimensión, hace prever que estas tendencias se agravarán aún más.
Basta pensar que Rusia es el mayor exportador mundial de trigo, siendo Ucrania el quinto y que en conjunto proporcionan a nivel mundial 19 % del suministro de cebada, 14 % del trigo y 4 % del maíz, y que también representan 52% del mercado mundial de aceite de girasol, mientras que Rusia es el principal productor de fertilizantes.
Alrededor de 50 países de los menos desarrollados en África, Asia y Medio Oriente, con bajos ingresos y fuerte déficit de alimentos, obtienen más de 30 % del trigo de la zona actualmente en grave conflicto.
Los precios de los alimentos habían comenzado a aumentar ya desde el segundo semestre de 2020, pero alcanzaron su máximo histórico en febrero de 2022 debido a la elevada demanda de productos, a los costos de los insumos y el transporte según un reciente estudio de la FAO.
El estudio, aún no puede registrar tendencias claras de los efectos de la guerra iniciada el 24 de febrero, pero considerando las difíciles condiciones para concretar la tradicional cosecha de junio en Ucrania y los desplazamientos masivos en numerosas zonas del país que provocan la reducción del número de trabajadores agrícolas así como la dificultad de acceder a los campos agrícolas, al transporte, entre otros aspectos, hacen prever una situación muy complicada.
Países con grandes poblaciones como Bangladesh, Egipto, Irán y Turquía son los principales importadores de trigo y compran más de 60 % de ese producto a Rusia y Ucrania. Otros países con fuertes conflictos internos como Libia y Yemen, y naciones como Líbano, Pakistán y Túnez también dependen en gran medida del trigo de estos dos países europeos.
Si la situación continua en esta dirección, inevitablemente aumentará el número de personas que padecen hambre, que en la región árabe alcanzó en 2020 a 69 millones debido, en especial, a los conflictos, la pobreza, al cambio climático, la escasez de recursos naturales y a la crisis económica, sumado a los efectos de la covid-19.
En Asia y el Pacifico, en el mismo año se llegó a más de 375 millones de personas en situación de hambre, con altos niveles de pobreza, contracción de la economía, efectos del cambio climático y de la covid-19, entre otros aspectos.
En África continúa el imparable aumento del hambre por razones similares a las otras dos regiones. América Latina y el Caribe no se queda atrás, llegando al 9,1 % de la población regional, ligeramente por debajo del promedio mundial del 9,9 % de la población.
Ante el posible aceleramiento de este cuadro global, agravado por la guerra entre Rusia y Ucrania, el director general de la FAO, Qu Dongyu, hizo un llamado a mantener abierto el comercio mundial de alimentos y fertilizantes para proteger las actividades de producción y comercialización necesarias para satisfacer la demanda nacional y mundial.
También solicitó buscar nuevos y diversos proveedores de alimentos para los países importadores que les permita absorber la posible reducción de importaciones desde los dos países europeos en conflicto, focalizando además su preocupación en apoyar a los grupos vulnerables, incluidos los desplazados internos en Ucrania, ampliando las redes de seguridad social, previendo que en todo el mundo “muchas más personas se verán empujadas a la pobreza y el hambre a causa del conflicto”.
Qu llamó a los gobiernos a evitar reacciones ad hoc en materia de políticas por sus efectos internacionales “ya que la reducción de aranceles de importación o el uso de restricciones de reducciones a la exportación podrían ayudar a resolver los problemas de seguridad agroalimentaria a países individuales a corto plazo, pero impulsaría el aumento de los precios en los mercados mundiales”.
Así mismo solicitó reforzar la transparencia sobre las condiciones del mercado mundial para gobiernos e inversionistas, apoyándose en instrumentos actualmente existentes respecto al sistema de información sobre el mercado agrícola (Sima) del Grupo de los 20 (G20).
La amenaza
más allá de
la coyuntura
La matriz agraria
Rusia y Ucrania pasan por ser el gran granero mundial, en conjunto proporcionan a nivel mundial 19 % del suministro de cebada, 14 % del trigo y 4 % del maíz, y que también representan 52% del mercado mundial de aceite de girasol. En principio lo seguirán siendo incluso a pesar de la guerra si no sufre demasiado la infraestructura
Los 10.000 millones
La ONU calcula que 2050 habrá que dar de comer a 10.000 millones de personas en un planeta con recursos alimenticios limitados e incluso menguantes debido al cambio climático. De hecho, para alimentar a todo el planeta en los próximos treinta años la producción de alimentos deberá crecer un 70%. En esa vorágine consumista, las semillas transgénicas van ganando terreno.
Los desperdicios
A pesar de todo, en el mundo se produce casi el doble de la comida necesaria para alimentar a toda la población. Un tercio de ella acaba en la basura. Con lo que se desperdicia en Europa en un año, por ejemplo, podrían comer 200 millones de personas. Algunos gobiernos han intentado introducir medidas para frenar este mal gasto, sin embargo, los hábitos de consumo no parecen estar cambiando.
Bolivia, inflación y medidas de choque
El Gobierno boliviano ha tomado medidas para tratar de evitar que la situación mundial afecte a la soberanía alimentaria del país, ya de por sí bastante mermada en los últimos años, ya que cada vez más se depende de importaciones para productos básicos.
El informe del 2020 del Instituto Boliviano de Comercio Exterior recuerda que se importaron alimentos y bebidas por 680 millones de dólares, principalmente harina de trigo por un total de 127 millones de dólares, sobre todo desde Argentina, y que es uno de los productos en riesgo con el conflicto por la capacidad rusa y ucraniana de producción. El valor de ingreso de harina es mayor que, por ejemplo, vehículos de cilindrada entre 1.000 y 1.500 centímetros cúbicos.
Entre las exportaciones no tradicionales más lucrativas para Bolivia se encuentra la torta de soya, con 492 millones de dólares. Por otro lado, el aceite de soya, con 200 millones, junto al de girasol, con 59 millones, son también importantes exportaciones de productos que son objeto de agio mundial en esta época ante el poderío ucraniano en ese negocio.
El otro gran fantasma que acecha la microeconomía patria es el de la inflación, a lo que el Banco Central de Bolivia ya ha respondido señalando que el país sigue manteniendo una inflación “baja y estable” como en la gestión 2021.
“Durante los primeros dos meses del año, la inflación se mantuvo estable y en niveles bajos acumulando un 0,43%, continuando con la trayectoria observada en la gestión 2021”, cita el documento.
En 2021, Bolivia logró el nivel más bajo de la inflación en América del Sur y ahora también, según el BCB, proyecta para el 2022 “una trayectoria estable gracias al modelo económico social comunitario productivo, así como al acertado manejo de los instrumentos de política económica a cargo del Banco Central”.
“Asimismo, las expectativas de la población acerca del comportamiento futuro de los precios, reflejadas en la nueva encuesta de expectativas económicas del ente emisor, señalan una trayectoria estable”, destaca el BCB.
“Por otra parte, la estabilidad de la política cambiaria, la cual contrasta con la volatilidad de los tipos de cambio observada en algunos socios comerciales, jugó un rol preponderante en el control de las presiones inflacionarias externas. (Por tanto) el conjunto de estos factores, contribuyó a que Bolivia registre la tasa de inflación más baja en América del Sur en 2021, favoreciendo el consumo de las familias bolivianas”, sostiene el Banco Central.