La monetización del clima, a examen
Negros nubarrones oscurecen la cumbre climática de Glasgow
La sociedad civil ve poca ambición en los acuerdos que pretenden los grandes países, mientras que los países empobrecidos empiezan a exigir cambios de fondo en la interrelación mundial para abordar de forma integral el asunto de la cumbre climática
Después de los gestos políticos de rigor, la cumbre climática de Glasgow comienza realmente hoy sus diez días de debates, en el norte del Reino Unido, en medio de un desorden organizativo y entre múltiples llamados a tomar medidas concretas contra una emergencia climática cada vez más evidente. Se trata de materializar los compromisos, lo que implica no solo rascarse el bolsillo, sino admitir que es necesario un mundo más justo y más igual para cumplir con las metas y no condicionar el desarrollo de unos al de los otros.
En su intervención inicial, el secretario general de la Organización de Naciones Unidas (ONU), António Guterres, calificó este lunes 1 de “espejismo” los anuncios recientes de acciones climáticas, en torno a la posibilidad de que cambien el rumbo destructivo de la Humanidad.
“Estamos cavando nuestra propia tumba. Tenemos que mantener viva la meta de 1,5 grados Celsius”, pidió el máximo responsable de la ONU durante la Cumbre de Dirigentes Mundiales, con respecto a la deseable meta de la contención del aumento de temperatura planetaria y al hacer un recuento de los efectos ya visibles de la crisis.
Esa cita se produjo un día después de la inauguración formal de la 26 Conferencia de las Partes (COP26) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC), que acoge el Campus Escocés de Eventos (SEC, en inglés), en el centro de Glasgow, que hasta el 12 de noviembre sumará más de 25.000 habitantes a su población de 613.000.
En el encuentro de este lunes y martes congregó a una presencia inusitada del poder mundial, por la presencia de gobernantes, pero el mismo anfitrión, el primer ministro británico Boris Jonhson, clamó porque la COP26 no se quede en un «bla, bla, bla», mientras varios mandatarios reconocían que «se está ante la última oportunidad».
El comienzo de las rondas simultaneas de negociación sobre múltiples temas y las consultas informales entre las delegaciones gubernamentales de las 196 Partes comenzaron también este lunes, pero con grandes demoras, debido a una tardanza de hasta dos horas para la entrada y registro de los representantes en el recinto.
Por su parte, el presidente estadounidense Joe Biden manifestó que “solo tenemos una pequeña ventana para aumentar nuestra ambición” para combatir la emergencia climática.
“Glasgow debe ser el inicio de una década de innovación y ambición para mantener nuestro mundo compartido”, expresó el gobernante, que empuja en el Congreso y el Senado de su país la aprobación de un paquete de medidas a favor del clima, menos de 10 meses después de haber decidido el retorno de su país al Acuerdo de París, que su predecesor, Donald Trump había abandonado.
Su nueva estrategia incluye políticas climáticas vitales para su ofrecimiento de generar energía totalmente limpia en 2035 y alcanzar en 2050 la neutralidad del carbono, al lograr que las emisiones contaminantes lanzadas a la atmosfera y su captura sumen cero.
Países emergentes y agenda
La presencia de Biden y otra gran lista de mandatarios en la COP26 no neutraliza ausencias notables por su peso determinante en las emisiones de gases de efecto invernadero, como la del chino Xi Yiping, el ruso Vladimir Putin, el mexicano Andrés Manuel López Obrador y el brasileño Jair Bolsonaro, que evidentemente quieren llevar el debate hacia metodologías que tengan en cuenta el desarrollo de los países emergentes.
La presencia del mandatario de otro gran emisor, como el primer ministro de India, Nerendra Modi, sumó preocupación, al afirmar que su país se comprometía a llegar a cero emisiones netas, pero tan solo en 2070.
Las políticas climáticas son el foco de la COP26, que se realiza bajo el lema “Juntos por nuestro mundo”, luego de ser pospuesta en ese mismo mes de 2020, debido a la pandemia de covid-19.
La COP26 aborda tópicos como las reglas de los mercados de carbono, el financiamiento climático por al menos 100.000 millones de dólares anuales, las brechas entre las metas de reducción de emisiones y las disminuciones necesarias, las estrategias para neutralidad del carbono en 2050, planes de adaptación y el programa de trabajo sobre comunidades locales y pueblos indígenas.
En otra de las intervenciones, Mia Motley, primera ministra de Barbados, el país insular caribeño expuesto a huracanes potentes y el aumento del nivel del mar, resaltó que persisten brechas en el financiamiento de las acciones climáticas y la ambición de ellas.
“Un aumento de temperatura de 2 grados C es una sentencia de muerte” para Estados insulares como Barbados, al recalcar que los daños y pérdidas impactan en vidas y los medios de vida de las comunidades locales, dijo con contundencia y dramatismo ante sus pares.
Hasta ahora, las voluntarias contribuciones determinadas a nivel nacional (NDC, en inglés) de los signatarios del Acuerdo de París de 2015 sobre reducción de emisiones condenan al mundo a un aumento de la temperatura de 2,7 grados C, lo que garantiza la ocurrencia de desastres destructores, como sequías intensas, el deshielo polar, tormentas intensas y el aumento del nivel del mar.
Informes recientes de centros de estudios y organismos internacionales han dado cuenta del alarmante estado climático del mundo, que el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC) sintetiza definiendo la situación como de “código rojo”.
En la COP26 comparten espacios delegados gubernamentales, organizaciones no gubernamentales (ONG), organismos internacionales, empresariales, científicos y periodistas.
Comienza como una oportunidad histórica, porque los datos y los especialistas consideran que se trata de una de las últimas paradas para que las Partes signatarias del Acuerdo de París se decidan a actuar de frente contra la crisis climática, un espacio de actuación que podría cerrarse en 2030 y luego de lo cual el planeta enfrentaría efectos irreversibles.
Ante esa perspectiva, la juventud global, protagonista de manifestaciones masivas desde 2018 contra la inacción climática, apareció también este lunes 1 también en Glasgow.
En un videomensaje, Isis Riquelme, estudiante chilena de Geografía, pidió a los dirigentes mundiales “ayúdennos por favor a garantizar un futuro mejor. En sus manos están nuestras vidas. Lo que decidan en esta conferencia cambiará el rumbo de la humanidad. Es tiempo de actuar».
Las sesiones climáticas comenzaron a la sombre de una cumbre el sábado 30 y el domingo 31 del Grupo de los 20 (G20) de las mayores economías industriales y emergentes, realizada en Roma, donde repitieron su voluntad de impulsar medidas para contener la temperatura en 1,5 grados y así fortalecer el Acuerdo de París. En 12 días más se sabrá cuanto de retórica tendrán esas promesas.
El BID se alinea con los acuerdos de París
El Banco Interamericano de Desarrollo (BID), uno de los principales financiadores de proyectos en la región Sudamericana y en Bolivia, anunció este lunes 1 que todos sus préstamos y proyectos se alinearán con el Acuerdo de París para 2023, en sintonía con la búsqueda de acuerdos en la 26 conferencia de las Naciones Unidas sobre el cambio climático (COP26) que se realiza en Glasgow, Reino Unido.
“Si priorizamos las inversiones inteligentes hoy, la piedra angular de nuestra lucha global contra el cambio climático puede reforzar nuestros esfuerzos de recuperación ante la pandemia y podemos acelerar nuestra respuesta”, dijo el presidente del BID, Mauricio Claver. Carone, al presentar la declaración en su sede en esta capital.
La medida “ayudará a que los países de América Latina y el Caribe combatan el cambio climático y, al mismo tiempo, avancen para ayudar a las poblaciones más vulnerables con una recuperación sostenible para todos”, reza la declaración del BID en la que sin embargo no se hace referencia a los costos financieros y de oportunidad concretos para la región.
El alineamiento anunciado por Claver-Carone exige que la labor del Grupo BID sea consistente con las metas de emisiones netas cero y desarrollo resiliente al clima de cada país. Las emisiones netas cero presuponen no emitir a la atmósfera más gases de efecto invernadero, que recalientan la atmósfera, de los volúmenes que el emisor sea capaz de retirar y llevar a sumideros en suelos, bosques y profundidades oceánicas.
El BID anunció otra meta climática ambiciosa, proporcionar 24 000 millones para financiamiento climático y verde durante los próximos cuatro años. La financiación verde abarca más que el clima e incluye, entre otras, la protección y restauración de los ecosistemas y su biodiversidad, y la reducción de la contaminación.
“Si priorizamos las inversiones inteligentes hoy, la piedra angular de nuestra lucha global contra el cambio climático puede reforzar nuestros esfuerzos de recuperación ante la pandemia y podemos acelerar nuestra respuesta”: Mauricio Claver-Carone.
Desde 2020 el BID fijó la meta de que 65 por ciento de los proyectos aprobados cada año incluyan inversiones en adaptación y mitigación al cambio climático hasta 2023; y que 100 por ciento de los proyectos categorizados con alto riesgo incluyan un análisis de riesgo y medidas de resiliencia para 2023.
Este apoyo ha respaldado inversiones en energía renovable, movilidad eléctrica, desarrollo urbano sostenible, agricultura climáticamente inteligente, y edificaciones verdes, así como la construcción de capacidad y preparación de evaluaciones del riesgo de desastres naturales, según informó el organismo.
Distintas responsabilidades
El planeta está en las últimas y ya prácticamente no quedan negacionistas del cambio climático. El impacto castigará a todos los países y aunque a unos más que a otros, todos debemos hacer esfuerzos por frenarlo, pero las responsabilidades no son las mismas. Mientras unos se han desarrollado destruyendo el planeta y otros no. Entender esta diferencia es clave para no caer en los discursos de las potencias hegemónicas, que parten con ventaja.
Las energías limpias son caras
Desde hace más de 30 años se intentan desarrollar energías alternativas a los combustibles fósiles y, o bien son de riesgo como las nucleares, o bien son extremadamente costosas ya desde la generación. Para equiparar una termoeléctrica que funciona a gas se necesitarían millones de paneles solares, por ejemplo, cuyo costo es elevado. Que el BID financie proyectos de esas energías no elimina el problema económico y de dependencia a largo plazo.
Comerciar no es la solución
Con la implantación de los mercados de carbono se pretende compensar la emisión de unos países con los déficits de emisión de otros países, lo que a la larga mantendrá el estatus quo de los países centrales respecto a los periféricos, que dependerán de los ingresos marginales de los bonos de carbono para desarrollar industria de matriz “limpia”, más cara, menos rentable y cuyas patentes están en los países ricos.