Aprender del golpe
Las otras pandemias y el desafío de un mundo colaborativo tras el Covid-19
En enero de este año, la tasa de desempleo y subempleo femenino fue del 11 y 16 por ciento, respectivamente, mientras la de los varones fue del 9 y 10 por ciento, según el INE. Para los investigadores, la pandemia agravó la situación laboral de las mujeres
La pandemia causada por la covid-19 ha sacudido a la humanidad. Pero más allá de la crisis de salud y sus consecuencias económicas hay otras “pandemias” que se han magnificado, como la violencia intrafamiliar, la crisis de salud mental, el abandono escolar y el aumento de brechas en el acceso a la educación, así como el éxodo de mujeres del mercado laboral. Sin embargo, estas situaciones no están siendo priorizadas ni atendidas por la economía y sociedad actual. ¿Por qué?
Según Riane Eisler, sucede porque nuestros sistemas económicos y sociales no miden ni valoran el cuidado: ni el propio, ni el de los demás, ni tampoco el del medio ambiente.
Riane es una historiadora y abogada de origen austriaco, que, durante la segunda guerra mundial, se refugió en Cuba y luego en Estados Unidos. Ella ha dedicado su carrera a estudiar sistemas sociales desde una perspectiva interdisciplinaria.
Su libro más famoso, El Cáliz y la Espada, publicado en 1987, ha sido traducido a más de veinte lenguas. En él analiza evidencia arqueológica, antropológica y prehistórica para explicar cómo hace siete mil años se vivía en sistemas de cooperación, inclusión y paz, antes de que fueran más comunes las sociedades donde la dominación, la violencia, la desigualdad y el patriarcado se convirtieron en la norma.
Ha desarrollado un marco conceptual para analizar sociedades a partir de cómo se construyen roles de género, las estructuras socioeconómicas y la educación: en sistemas que tienden a la dominación o en un sistema que puede ser reconstruido y que ha llamado el “colaborativismo”.
Estos sistemas o configuraciones son semejantes al “sistema operativo” de nuestra cultura y marcan nuestras relaciones en la familia, en la educación, en la economía, en la política en nuestras relaciones con la naturaleza y con la religión, empezando desde la primera infancia.
Pensemos que nuestras sociedades no son puramente de dominación o de colaboración, sino que estamos en un espectro que cambia y construye. ¿Cómo podemos avanzar hacia sociedades más colaborativas, donde se valore la equidad, el cuidado y las interconexiones entre estos?
El colaborativismo tiene cuatro pilares o palancas de cambio, interconectadas entre sí: 1) La infancia y la familia; 2) Las relaciones de género; 3) La economía; y 4) La narrativa y el lenguaje.
Hoy sabemos, por avances en las investigaciones en neurociencias y en epigenética, que la etapa más importante en el desarrollo de los seres humanos es la primera infancia. En este periodo, que comprende desde el embarazo hasta los 5 años de vida, el cerebro se desarrolla de manera más acelerada y ese desarrollo tiene consecuencias –positivas y negativas– en la salud, productividad y bienestar de las personas a lo largo de su vida.
Las personas nos desarrollamos a través de las interacciones que tenemos con nuestro entorno, nuestra familia, comunidad, y ambiente. Las experiencias adversas que se viven en la infancia nos marcan de por vida y pueden además transmitirse genéticamente. En esta etapa, los niños pueden estar predispuestos a la empatía y la colaboración, o a aprender que la dominación y la violencia son caminos para resolver problemas.
De acuerdo con el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), dos de cada tres niños en primera infancia han vivido algún tipo de disciplina violenta en su hogar. De ahí que se vuelva más importante que nunca visibilizar y proteger a las niñas y niños de violencia y el abuso; así como asegurar que tengan acceso a la salud, educación y protección que les permita lograr su máximo potencial.
El pilar de género está vinculado de manera importante tanto con el tema de infancia y familia como con el de la economía.
México y Bolivia constituyen un buen ejemplo, en el que las mujeres han sido las más afectadas por el desempleo en la pandemia. Su regreso al mercado laboral ha sido más lento que la recuperación del empleo de los hombres, en parte porque son las principales responsables del trabajo en el hogar y del cuidado de los hijos, en un entorno en que las escuelas y centros de cuidado no se han restablecido del todo.
En una entrevista reciente, Fátima Masse, directora de sociedad incluyente del Instituto Mexicano para la Competitividad (Imco), estimó que el producto interno bruto (PIB) del país podría ser 15 % mayor si lográramos sumar 8,2 millones de mujeres a la economía de aquí al 2030. Esto requiere acciones coordinadas del gobierno y del sector privado e incluye, entre otras medidas, un sistema universal de cuidado infantil y el incremento de licencias de paternidad y maternidad.
El otro tema relevante de los sistemas colaborativos tiene que ver con cómo se incorporan las contribuciones a la economía de la infraestructura natural y humana. Particularmente ahora, que el capital humano es más importante que nunca en la economía del conocimiento. De ahí que necesitemos un sistema en el que el cuidado de las personas, comenzando en la primera infancia, así como el cuidado de la naturaleza sean valorados y recompensados por todos los sectores de la economía, más allá del género.
Según un reporte reciente del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), América Latina está atrapada en una trampa de alta desigualdad y bajo crecimiento, donde los niveles de violencia y las fallas en los sistemas de protección exacerban la problemática. Conectando los puntos entre estos temas, invertir en prevención de violencia, y en programas sociales que fomenten el desarrollo humano, partiendo de la primera infancia, sería una buena manera de avanzar.
El desempleo y la afectación a la mujer en Bolivia
En enero de este año, la tasa de desempleo y subempleo femenino fue del 11 y 16 por ciento, respectivamente, mientras la de los varones fue del 9 y 10 por ciento, según el informe del Instituto Nacional de Estadísticas (INE). Para los investigadores, la pandemia de Covid-19 agravó la situación laboral de las mujeres y estancó el proceso de igualdad laboral.
El investigador Bruno Rojas explicó que la situación laboral de la mujer siempre fue precaria, pero se agrava aún más con la pandemia de Covid-19. Indicó la tasa de desempleo de las mujeres es superior a la que refleja el INE y, según sus cálculos, sería más del doble del desempleo masculino.
El investigador dijo que la tasa de participación laboral informal de las mujeres se incrementó. “La mujer se movilizó mucho más para buscar ingresos. La mujer salió a la calle más que los varones y ese tipo de empleos son más precarios, muy desprotegidos. Esto es lo dramático”, lamentó Rojas.
También indicó que a la mujer profesional le cuesta conseguir trabajo, por lo que realiza actividades laborales que no corresponden a su rubro. Esto se traduce en un menor ingreso con relación a los hombres.
Datos del INE reflejan que cerca de 700 mil personas quedaron sin empleo en 2020, la mayoría pasó a la informalidad, sobre todo mujeres.
En tanto, la directora del Instituto de Investigaciones Socioeconómicas de la Universidad Católica Boliviana (UCB), Fernanda Wanderley, indica que la pandemia afectó especialmente a los sectores de comercio y servicio, donde casi en su totalidad trabajaban mujeres.
“Ahí está el grueso de las mujeres. Esto significa la pérdida de fuentes laborales y de ingresos para las mujeres, por lo que esto significa para ellas un retorno a la situación de pobreza o empeoramiento de ella”, dijo.
La investigadora afirmó que la mujer continúa recibiendo un salario 20 por ciento menor al de los hombres. “Por cada 100 bolivianos que gana un hombre, la mujer gana sólo 80 bolivianos. Si bien habíamos avanzado en la disminución de las desigualdades laborales, la pandemia también ha estancado este proceso”, detalló Wanderley.
Al respecto, Rojas acotó que un ayudante de albañil gana más que la ayudante mujer. “Cuando se preguntó a los contratistas el porqué de la diferencia, ellos responden que la mujer rinde físicamente menos. Hay mucho que hacer para que se pueda lograr una equidad en cuando a pago entre hombres y mujeres”, dijo Rojas.
En diciembre de 2020, la tasa de desempleo era de 8 por ciento en varones y 9 por ciento en mujeres.
Pérdida de empleos llegó a 13 millones en 2020
Según de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la pandemia de Covid-19 causó la pérdida de 13 millones de empleos entre las mujeres de América Latina y el Caribe.
La tasa de desempleo regional de las mujeres en 2020 aumentó del 10 al 12 por ciento.
Según datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), la tasa de participación laboral femenina se situó en el 46 por ciento en 2020, mientras que la de los hombres fue del 63 por ciento.
En 2019, según este mismo organismo, la tasa de las mujeres fue del 52 por ciento y la de los hombres del 73,6 por ciento.