El calentamiento se atribuye a la acción humana
Población, agua, biodiversidad, energía y alimentación: pilares de una crisis global
El nivel actual de población del planeta supone un enorme estrés para su sostenibilidad por la demanda de agua, alimentos y energía, junto con pérdidas considerables de biodiversidad
El sexto informe del IPCC lanzado en agosto, atribuye el calentamiento global claramente a la acción humana. Buena parte de la población de los países industrializados cree que un cambio radical en consumo, transportes y energía contribuirá a evitar o mitigar significativamente los efectos del cambio climático. Otra parte de la población, minoritaria, niega que exista el cambio climático. Pero el calentamiento es solo una entre muchas consecuencias de una crisis global.
Entre 1700 y 2003, la población humana mundial se multiplicó por diez, desde unos 600 millones a 6.300. A partir de 2050 el crecimiento se irá estabilizando para alcanzar en torno a 12.000 millones en 2100. Europa y Norteamérica han frenado su crecimiento demográfico. Pero el resto del mundo representa la mayor parte de la población y está creciendo más.
El nivel actual de población del planeta supone un enorme estrés para su sostenibilidad por la demanda de agua, alimentos y energía, junto con pérdidas considerables de biodiversidad.
Agua dulce: la próxima fuente de conflictos
El crecimiento de la población mundial y el desarrollo económico tendrán un peso aún mayor que el cambio climático sobre la relación entre disponibilidad y demanda de agua dulce. El acceso al agua dulce ya está en riesgo para 80 % de la población mundial.
Gran parte del mundo se enfrentará a desafíos sustanciales para asegurar el suministro de agua. Esto requerirá un importante esfuerzo en infraestructuras y tecnología, pero también en políticas de distribución y fijación de precios del agua. Cuando el suministro de agua se convierta en limitante, llevará a la reducción de actividades económicas, al abandono de infraestructuras, e incluso a conflictos en torno a cuencas hidrográficas.
Energía: seguiremos quemando combustibles fósiles
Entre 2015 y 2050, las emisiones globales de CO₂, relacionadas principalmente con la energía, aumentarán 6 %, de 33 a 35 Gt, según las políticas actuales y previstas. Estas emisiones deberían caer a 9,7 Gt en 2050 para cumplir con el objetivo de aumento máximo de 2 °C del Acuerdo de París.
Las visiones más optimistas proponen que las energías renovables pueden aportar dos tercios de la demanda energética global. Eso requiere multiplicar por seis el actual ritmo de crecimiento de estas fuentes. El objetivo UE de neutralidad climática en 2050 es compartido con los Estados Unidos, e incluso China ha propuesto esforzarse para alcanzar esa meta en 2060.
No obstante, los datos de la Agencia Internacional de la Energía sobre consumo de petróleo para el periodo 2019-2026 todavía prevén un incremento de 4,4 % de la demanda mundial de crudo. El menor uso de combustibles fósiles en algunos países de la OCDE será ampliamente compensado por el mayor consumo en países en desarrollo. En definitiva, los propietarios de combustibles fósiles no van a dejar de aprovechar sus recursos.
Producción y consumo de alimentos
Lograr un equilibrio entre la intensificación agrícola, la lucha contra el hambre y la conservación de la biodiversidad, reduciendo al tiempo los impactos ambientales negativos, es uno de los mayores desafíos que enfrenta la humanidad.
En principio, las tierras de cultivo y pastizales del planeta tierra pueden producir el alimento necesario para toda la población humana. Sin embargo, en 2019 casi 690 millones de personas (8,9 % de la población) sufrieron malnutrición. Y estas cifras llevan varios años empeorando.
Además, el sistema alimentario mundial tiene importantes impactos en el medio ambiente a través de la extracción de agua, la contaminación, el cambio de usos del suelo y la pérdida de biodiversidad. La producción de alimentos contribuye al calentamiento global a través de las emisiones de gases de efecto invernadero, aunque en mucha menor medida que el uso de combustibles fósiles.
A nivel mundial, se prevé un incremento de las emisiones derivadas de la producción de alimentos, sobre todo por el crecimiento demográfico y económico del continente africano, que duplicará su contribución en 2030.
Pérdida de biodiversidad
La pérdida de biodiversidad deriva de cambios en el uso del suelo mediados por la agricultura, de cambios en el clima por el uso de combustibles fósiles, así como de otros efectos asociados a la acción del ser humano. Las consecuencias de esta pérdida afectan al funcionamiento de los ecosistemas y a los servicios que proporcionan.
El clima mediterráneo y los ecosistemas de pastizales experimentarán el mayor cambio proporcional, debido a la influencia sustancial de todos los impulsores de pérdida de biodiversidad. Pese a los esfuerzos internacionales, los objetivos de conservación de la biodiversidad no se están alcanzando.
Soluciones a una crisis global
No estamos ante una crisis climática, sino ante una crisis global derivada de la sobreexplotación de recursos en un planeta de dimensiones finitas. Centramos nuestra atención en el calentamiento, la pérdida de biodiversidad y otras consecuencias colaterales de la sobreexplotación de recursos.
Pero no queremos ver el elefante en la habitación: un crecimiento demográfico insostenible que necesitamos estabilizar o incluso revertir.
En el Londres de 1798, Thomas R. Malthus escribió que “la tendencia perpetua de la raza humana a crecer más allá de los medios de subsistencia es una de las leyes generales de la naturaleza animada, que no podemos esperar que cambie”.
En su llamamiento desde la ciencia, el mundo científico abogaba en 2019 por intentar mitigar y adaptarnos al cambio mediante transformaciones en la forma en que gobernamos, gestionamos, nos alimentamos y utilizamos los materiales y la energía.
En una actualización reciente, propone abordar tres frentes:
· Implementar un precio global del carbono
· Eliminar y eventualmente prohibir los combustibles fósiles
· Crear reservas climáticas estratégicas para proteger y restaurar los sumideros naturales de carbono y la biodiversidad.
Algunos de esos mensajes encajan con la apuesta verde de Europa, el continente que más sufre la escasez de materias primas, donde existe mayor presión social a favor de las políticas verdes, y que mantiene cierto liderazgo en energías alternativas y tecnologías necesarias para mitigar el cambio global.
Pero esa visión resulta utópica, pues ninguna sociedad está realmente dispuesta a renunciar a su crecimiento y bienestar por el bien del planeta.
La solución, si es que surge, no vendrá de un repentino acuerdo mundial que logre revertir las tendencias actuales. Solo la ciencia podría aportar soluciones tecnológicas que permitan controlar el clima, aumentar la disponibilidad de agua, maximizar la producción de alimentos y conservar lo que nos queda de biodiversidad. Y es posible que ya sea tarde.The Conversation
La situación en Bolivia
En el año 2009, un grupo de expertos de Oxfam recorrieron Bolivia, reuniendo información sobre la vulnerabilidad del país al cambio climático, al igual que entrevistando expertos, oficiales del gobierno y ONGs, pero sobre todo los hombres y mujeres más vulnerables, generalmente miembros de comunidades indígenas, acerca de sus experiencias con el cambio climático y sus esfuerzos por adaptarse a él.
El informe remarcaba cinco efectos principales que Bolivia podía esperar como resultado del cambio climático: menor seguridad alimentaria, menor disponibilidad de agua debido al retroceso o desaparición de glaciares, desastres “naturales” más frecuentes y de mayor escala; un incremento en enfermedades transmitidas por mosquitos y más incendios forestales.
Cerca de 10 años después, un equipo similar de expertos viajó a diferentes regiones de Bolivia, en parte para poder explorar algunos aspectos que no se pudieron cubrir en la visita previa y para observar los cambios. Visitaron la pequeña comunidad de Khapi en la municipalidad de Palca, a los pies del Illimani en el departamento de La Paz, donde los pobladores sentían el efecto de la escasez de agua, en parte por la desaparición de glaciares.
El equipo dedicó tiempo de igual manera a examinar los resultados de los devastadores incendios forestales, los peores en la historia boliviana, que afectaron las regiones de la Chiquitanía al este del país durante la segunda mitad del 2019. En esa situación, el cambio climático multiplicó la amenaza, creando las condiciones climáticas adecuadas (menor disponibilidad de agua y temperaturas mayores) para potenciar los incendios y otros efectos importantes de considerar en relación con la pobreza y la desigualdad en el país.