El machismo que se refuerza
“Yo también me casé con el ojo verde”, mensajes que perpetúan la violencia
Maritza es una joven de 36 años, que salió huyendo de su casa por las agresiones de su pareja, ahora está acogida junto a sus dos hijos en el Albergue de La Paz. Contó los pasajes de violencia que vivió
"Yo también me casé con el ojo verde, lo tuyo no es nada", mensajes que perpetúan la violencia hacia la mujer
Maritza es una joven de 36 años, que salió huyendo de su casa por las agresiones de su pareja, ahora está acogida junto a sus dos hijos en el Albergue de La Paz. Contó a ANF los pasajes de violencia que vivió.
La mamá de su agresor le repetía a Maritza (nombre ficticio) que las agresiones que sufría “no eran nada”, que ella se casó “hasta con el ojo verde y embarazada”. Le pedía paciencia, tolerancia, que su hijo pronto cambiaría, pero no cambió. La última vez que Manuel (nombre ficticio) la golpeó tuvo que salir huyendo de su casa.
Maritza es de estatura baja y de contextura delgada, tiene 36 años y es de Coroico, La Paz. Se crio con su abuela. A sus 5 años quedó huérfana de madre y a su padre nunca lo conoció. Vivió con su padrastro y hermanastro. A sus 12 años empezó a trabajar. Fue víctima de abuso sexual y como consecuencia tuvo su primer hijo, y el segundo que concibió con Manuel.
Se lamenta por las circunstancias dolorosas y difíciles que tuvo que enfrentar en su vida. Siente como si la “mala suerte” le persiguiera. Recuerda con llanto no haber conocido a su madre, haber sido víctima de abuso sexual al llegar a La Paz, y cuando pensó que tenía una familia su pareja la empezó a golpear.
El 4 de junio, Manuel llegó a su casa ebrio, como tantas veces. Se irritó cuando escuchó el llanto de su bebé e intentó ahogarlo, cuenta Maritza. Cuando ella trató de proteger a su niño, él la agredió físicamente.
Escapó con sus dos niños, pero fue un calvario, Manuel la persiguió y entre forcejeos le arrebató al bebé. Desesperada llamó a la línea Segura de la Alcaldía de La Paz para que la auxilien y rescaten a su niño. Desde ese día está junto a sus hijos en el Albergue Integral para Mujeres Víctimas de Violencia y sus Dependientes.
No es la primera vez que llega a este centro de acogida. El año pasado en octubre cuando iba a tener a su bebé también ingresó porque su pareja había consumido bebidas alcohólicas durante una semana. El temor de posibles agresiones se apoderó de ella y decidió pedir ayuda. Aunque después concilió y volvió con Manuel.
De enero hasta inicios de abril de 2021, el Ministerio Público registró 11.133 casos de delitos vinculados a la Ley Integral para Garantizar a las Mujeres una Vida Libre de Violencia.
En 2018 se registró un total de 40.559 delitos y en 2019, 43.687; los delitos fueron vinculados a abuso sexual, estupro, violación a infante o adolescentes, violación, lesiones graves y leves, acoso sexual, violencia familiar o doméstica que ocupa el primer lugar, la información está publicada en el Estado de situación de la violencia contra las mujeres en Bolivia 2021 del Ministerio de Justicia y Transparencia Institucional. La violencia en razón de género alcanzó su máxima expresión con los feminicidios.
En Bolivia, en 2020 durante la pandemia del coronavirus:
Según el Observatorio de Igualdad de Género de América Latina y el Caribe en 2019, los países con las tasas más altas de feminicidio por cada 100.000 mujeres se observan en: Honduras (6,2), El Salvador (3,3), República Dominicana (2,7) y Bolivia (2,1).
Un hecho de violencia física, no necesariamente es el primer episodio que ha vivido una mujer, sino que éste viene precedido de otras formas de violencia, sostiene la directora de Género de Prevención y Eliminación de toda forma de Violencia en Razón de Género y Generacional en el Viceministerio de Igualdad de Oportunidades en el Ministerio de Justicia, Claudia Peña.
Hay un contexto de reproducción de la violencia, los mensajes machistas contribuyen y refuerzan las formas de perpetuar el ejercicio de las agresiones. A Maritza le quedaron marcados los mensajes de la madre de Manuel -que, aunque era buena-, normalizaban la subordinación, la humillación y la violencia.
“El machismo no lo llevan los hombres sino en la crianza de las madres”, señala la joven, al recordar lo que le decía la mamá de su pareja: “mi hijo es varón”. “Maritza aguanta nomás, no hagas esto”. “Yo también me casé con el ojo verde, lo tuyo no es nada”, recuerda.
No pudo romper su relación, aunque creía que la situación “era insoportable”. Cuando concilió la primera vez, retornó a su casa, la madre le convenció de que su hijo cambiaría, pero no pasó ni una semana y nuevamente fue agredida.
La directora del Servicio Plurinacional de la Mujer y de la Despatriarcalización, Wendy Pérez, cree que el núcleo familiar es clave para promover cambios, porque son los espacios íntimos, mucho más en tiempos de pandemia o de confinamiento.
La relación ideal de pareja, falsa seguridad
Maritza retrocede siempre a su pasado, la falta de una familia convencional marcó su vida. Cuando Manuel le mostró interés, cariño y amor, ella se aferró e idealizó en su mente y corazón que había encontrado la pareja para conformar una familia.
Cuenta que durante el enamoramiento “como siempre -al principio- todo era bonito”. Le recogía en las noches de su trabajo para acompañarle a su casa, compartían mucho tiempo juntos, pero a medida que fue pasando el tiempo todo cambió, mucho más cuando empezaron a convivir y ella quedó embarazada de su segundo hijo.
“En mi caso no tengo familia, pensé que él iba a ser mi única familia, que él iba a ser mi ayuda”, pero la desilusión llegó demasiado rápido, cuando empezaron a convivir y ella quedó embarazada, él cambió y mostró su verdadero carácter, cuenta.
El haber sido víctima de violación la volvió vulnerable, más aún cuando producto de ese hecho quedó embarazada de su primer hijo. “Me pasó esto del abuso. Conocí a esta persona que creí que iba a ser buena”, dice mientras las lágrimas se deslizan por su rostro cubierto por el barbijo.
Maritza intenta explicar que el encierro por la cuarentena, el estrés, la falta de dinero, generó la actitud intolerante y agresiva de su pareja. Aunque era la única que trabajaba, porque Manuel se dedicaba a su carrera.
Para evitar la propagación del coronavirus, el año pasado, el 21 de marzo el Gobierno mediante Decreto Supremo 4199 declaró cuarentena total en todo el territorio nacional, lo que implicó el confinamiento de toda la población, situación que ha tensionado mucho más las relaciones cotidianas.
Claudia Peña sostiene que reportes en varios países han evidenciado un incremento de la violencia familiar a causa del confinamiento, aunque sospecha que el año pasado puede haber existido más casos de violencia que los registrados, porque las mujeres no tuvieron los mecanismos para denunciar.
Este escenario de violencia que viven las mujeres responde a una sociedad machista y patriarcal que no ha cambiado y que la pandemia ha agudizado, explica Carlos Zárate, responsable de Incidencia de la Comunidad de Derechos Humanos.
La ley Integral para Garantizar a las Mujeres una Vida Libre de Violencia (348) de marzo de 2013 ha sido creada para establecer mecanismos y políticas integrales de prevención, atención, protección y reparación a las mujeres en situación de violencia, así como la persecución y sanción a los agresores, sin embargo, a pesar de la norma la violencia machista sigue reportando datos alarmantes.
La aplicación de las normas para proteger la vida de las mujeres sigue enfrentando escollos, en el proceso de denuncia, de resolución de los casos en la justicia y especialmente en la falta de una voluntad política de las instituciones para erradicar la violencia.
En noviembre de 2020, el Gobierno, mediante decreto supremo, dispuso la modificación de la Ley 348, un proceso que aún está en curso.
Un espacio de ayuda
El Albergue Integral para Mujeres Víctimas de Violencia y sus Dependientes del Gobierno Autónomo Municipal de La Paz, es un espacio de acogida, prácticamente de salvación para muchas de las que llegan huyendo de sus agresores.
La mayoría de las féminas llegan temerosas, inseguras, con la autoestima destruida, producto de la vivencia en entornos violentos, pero también “naturalizados” en lo que han vivido, sostiene la coordinadora, Carmen Salazar.
Una vez que las mujeres ingresan, que generalmente llegan con sus hijos, el centro activa una terapia de contención considerando el estado emocional en el que se encuentran, proceso que sirve también para que vayan adaptándose al nuevo espacio en el que se pueden quedar hasta tres meses.
Aunque su permanencia es totalmente voluntaria, es preocupante los casos de desistimiento de las mujeres, es decir, que algunas optan por la conciliación.
El centro les brinda apoyo sicológico, social y busca empoderarlas fortaleciendo o desarrollando sus capacidades para que emprendan o continúen con una actividad que les genere recursos económicos. A través del Servicio Legal Integral y/o de la Defensorías hacen seguimiento jurídico a su situación y a la de sus hijos.
Maritza dice sentirse fuerte, aunque siente el peso de la soledad. Asegura que saldrá adelante por sus hijos, que trabajará para ahorrar y volver a Coroico para que sus niños se alejen del entorno de violencia que han vivido hasta ahora.