Tarija de antaño
Las retretas y las bandas, recuerdos de oro en Tarija
Una retreta consistía en escuchar los conciertos que ofrecían las bandas de músicos, sean militares, cuando había unidades de guarnición, o de la más conocida y popular Banda Departamental de la Policía de Seguridad



Las noches de retretas y de bandas constituyen un hermoso recuerdo de la Tarija de antaño. Se trataba de una sana distracción que guardó nuestra tierra por muchos años.
Éstas resultaban parte de una tradicional costumbre de la población en sus diversas capas sociales, pues a este espectáculo que se realizaba en la noche concurrían jueves y domingos. Se dice que era una ocasión especial para la conquista.
Una retreta consistía en escuchar los conciertos que ofrecían las bandas de músicos, sean militares cuando había unidades de guarnición o de la más conocida y popular Banda Departamental de la Policía de Seguridad.
Cuenta el escritor Agustín Morales Durán en su libro “Estampas de Tarija” que pasadas las siete de la noche, principalmente en primavera y verano, un poco más temprano en invierno, comenzaba a ir a la plaza principal (Luis de Fuentes) toda la población. Una vez en el lugar tomaban ubicación en los bancos o paseaban en los contornos de la espaciosa plaza.
Las personas mayores se adueñaban de las bancas, los jóvenes de ambos sexos preferían pasear formando "sartas" bulliciosas y risueñas, que con poco interés por los acordes musicales, se dedicaban a comentar las ocurrencias, criticándose recíprocamente o charlando de lo que ocasionalmente estaba de moda.
De acuerdo a Agustín Morales también existían las retretas matinales, pero a éstas, justamente por la hora, no se les daba mucha importancia
En cambio las personas más serias apreciaban los compases de la Banda a tiempo que también platicaban con más reposo. El escritor relata que entretanto, los chiquillos correteaban por las avenidas, por los jardines y entre los bancos, jugando al "libremen", las "escondidas", la "chimalina" y otros juegos divertidos y tradicionales. Éstos se entretenían con absoluta indiferencia por la música.
Esto sucedía mientras los hábiles músicos se desgañitaban en el kiosco de la plaza principal haciendo vibrar sus metálicos instrumentos. Todos ellos los tocaban con la mirada atenta en su apuesto director, especialmente –según dicen- cuando dirigía el señor de Los Ríos. De acuerdo a la tradición oral éste era un caballero alto, gordo, de bigotes que tomaba con mucha seriedad su oficio, blandiendo hábilmente la batuta sin perderse una sola nota del pentagrama escrito que llevaba puesto en su delante.
El pentagrama estaba ubicado en un destacado atril. “Había que escuchar las melodiosas piezas de moda: valses, fox trox, polcas, paso dobles y las alegres tonaditas de la tierra”, destaca Morales.
Entretanto, agrega que en el centro de la plaza se suscitaba también un espectáculo singular, pues las trabajadoras del hogar, que en ese entonces se les apodaba "mochas", hacían de las suyas jugando con sus galanes a las "palpaditas", aprovechando la oscuridad o contándose sus penas.
También parte de la media calle y hasta las aceras del frente estaban ocupadas por señoritas, señoras y caballeros que paseaban distraídos en amena conversación.
Pero sumado a todo lo que pasaba en la plaza principal, en sus alrededores las retretas tenían también sus efectos, pues las familias vecinas sacaban sus sillas a sus puertas para escuchar la música y platicar cómodamente. También en ese entonces muchas casas de la antigua Tarija poseían una banca de piedra para conversar en la puerta de calle.
“El caso es que cada retreta tenía su encanto porque constituía un motivo para reunirse con los amigos, citarse entre enamorados o simplemente encontrarse para comentar las últimas novedades”, agrega el escritor.
Cuenta que para los chiquillos resultaba toda una delicia porque podían dar rienda suelta a sus ímpetus infantiles, sacarles "medios" y "reales" a los papás, servirse los ricos helados de don Damían o los confites que no faltaban en aquel acontecimiento, también era buen motivo para permanecer hasta un poco más tarde fuera de casa. Y eso era lo emocionante para ellos.
De acuerdo a Agustín Morales también existían las retretas matinales, pero a éstas, justamente por la hora, no se les daba mucha importancia. “Las retretas en aquellos tiempos fueron una sana distracción y costumbre de las que aprovechaba la mayoría del vecindario, pues desde los barrios más distantes acudían a la plaza a escuchar la retreta, que más era un decir porque pocos escuchaban realmente la música, sino que servía de excelente pretexto para pasear en unión e intercambiar chismes”, explica el escritor.
La banda departamental
Pero también hay otro recuerdo dentro de esto, pues cuentan que la que más amenizaba las retretas era la Banda Departamental, tanto que la mayoría de los músicos resultaban conocidos, algunos hijos del lugar, como un señor de apellido Angulo que, según dicen, usaba unos bigotes kaiserianos.
Pero también estaba el famoso clarinete Valencia que tocaba haciendo vibrar la plaza Luis de Fuentes y otros como don Pablo Gutiérrez, al que le decían "racuco" y que vivía por el barrio El Molino.
Sumado a ello había integrantes de otros departamentos que seguramente estuvieron de paso por Tarija en alguna banda militar y se quedaron incorporándose a la recordada Banda de la ciudad.
Apuntes sobre
la temática
La banda
Cuentan que la que más amenizaba las retretas era la Banda Departamental, tanto que la mayoría de los músicos resultaban conocidos,
Pentagrama
El pentagrama estaba ubicado en un destacado atril. “Había que escuchar las melodiosas piezas de moda: valses, fox trox, polcas, paso dobles y las alegres tonaditas de la tierra”, destaca Morales.
En las puertas
Pero sumado a todo lo que pasaba en la plaza principal, en sus alrededores las retretas tenían también sus efectos, pues las familias vecinas sacaban sus sillas a sus puertas