Vida en pandemia
La importancia de cuidar los dientes de leche y las claves para hacerlo
Con la llegada de la pandemia muchos padres han descuidado la visita a los dentistas, sobre todo por temor al contagio del Covid-19, Varios expertos dan pautas para cuidar los dientes de nuestras niñas y niños
“La pandemia nos ha arruinado en todo”, dice Lucinda quien tiene una niña de cinco años, cuya mayoría de los dientes están careados. Lo único que la consuela es que muy pronto cambiará los dientes de leche y entonces espera cuidarlos mejor.
Cuenta que no ha llevado a la niña al dentista desde ya hace un año por temor al contagio e incluso revela que cuando se animó a llevarla los padres de la dentista que la atendía fallecieron por Covid-19, fue así que la odontóloga suspendió sus actividades y el miedo en Lucinda creció.
Hoy agradece que no le haya dolido ningún diente a su niña a pesar de los daños, pero también se anima a decir que no ha tenido suficiente información respecto al cuidado de los dientes de su pequeña cuando era necesario.
Así recomienda a los padres de familia a tomarse muy enserio el cuidado de los dientes de sus niñas y niños.
Al respecto los odontopediatras (odontólogos especializados en niños y bebés) explican que una mala salud en los dientes primarios, además de ser capaz de generar infecciones importantes, producir mucho dolor e incluso la pérdida del diente, está estrechamente vinculada con complicaciones en la dentadura definitiva. Así hay que cuidar la higiene oral desde el nacimiento.
Para abordar este tema se han recogido opiniones de varios expertos y se ha consultado la revista de salud Consumer Eroski.
No hay que limpiar las encías del recién nacido
Ningún estudio científico invitaba a hacerlo, pero durante años ha formado parte del protocolo habitual. A los padres y madres se les aconsejaba (algunos especialistas aún lo hacen) que, con ayuda de una gasa limpia o un dedal de silicona, limpiaran las encías al recién nacido después de cada toma. Además de quitarle los restos de leche de la boca, se le iba acostumbrando al hábito de la higiene oral. Ahora se sabe que no hace falta. Es más, puede ser contraproducente.
“Actualmente se desaconseja hacerlo, sobre todo si están siendo amamantados. Entre otros motivos, porque al eliminar los restos de leche materna que puedan quedar en las encías, estamos también eliminando las inmunoglobulinas transmitidas al bebé por la leche materna y que las encías aún pueden absorber”, explica la odontopediatra Cristina Marès. Porque los restos que quedan en su boquita tienen un rol muy importante.
Explica que la interacción leche materna-saliva genera una cantidad de antimicrobianos (agentes que matan y/o detienen el crecimiento de microbios) suficientes para inhibir el crecimiento de algunos patógenos orales que pueden aparecer durante esta etapa de lactancia. “Evitar esta limpieza de encías reduce la posibilidad de introducir elementos en la boca del bebé y con ellos bacterias que pueda haber en el dedal o en el trapito y pueden alterar su microbiota oral. Por otro lado, limpiar las encías no ha demostrado una mejor aceptación del niño al posterior cepillado o que se acostumbre a que le pongan cosas en la boca”, matiza Marès.
Conviene usar el cepillo desde que aparece la primera pieza
En otro punto, los expertos recomiendan que desde que vemos irrumpir la primera pieza de leche, aproximadamente a los seis meses, hay que usar cepillo de dientes y pasta con flúor. Debe ser un cepillo específico para bebé, con cerdas suaves, pero no de silicona, tampoco hay que usar dedales ni trapitos.
“Para niños de entre 0 y 3 años recomendamos los cepillos con el cabezal muy pequeño, para poder acceder bien a toda la boca, y con mango largo, para que los progenitores puedan manejarlo mejor”, recomienda la doctora Blanca Loscertales.
No se puede especificar cada cuánto tiempo hay que cambiar el cepillo, porque es variable. En algunos casos, cada cuatro semanas y en otros, cada seis. El truco está en observar el estado de las cerdas. “Hay que reemplazarlo cuando estén abiertas o cuando se vean muy mordidas, porque ya no cepillan bien y el cepillado pierde eficacia”, explica la experta Cristina Marès.
También hay que cambiarlo si el menor ha sufrido un proceso infeccioso, tanto bacteriano como vírico (desde una gripe hasta un herpes), ya que los gérmenes pueden quedarse en las cerdas y reactivar la infección.
A continuación los expertos recomiendan cinco trucos para que el niño se lave los dientes:
Qué dentífrico elegir: hay que fijarse en la concentración de flúor
Si queremos que la pasta dental tenga un efecto anticaries, la concentración mínima de flúor que se debe emplear en niños desde que comienzan con el cepillado es de 1.000 ppm (partes por millón), independientemente de la edad. Si usamos una pasta con una concentración menor (250, 400 o 500 ppm), tendrá el mismo efecto que lavarse los dientes con agua; es decir, ninguno. Tras las conclusiones de un gran número de estudios científicos realizados sobre los factores protectores de la caries infantil, ésta es la recomendación que recoge la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Uno de los problemas es que gran parte de los dentífricos que se comercializan para los niños no están bien clasificados según el rango de edad y, por tanto, no llevan la cantidad de flúor recomendable. Hay que ignorar los dibujitos del tubo, las etiquetas de “pasta infantil” y los que las clasifican por edades, ya que lo que verdaderamente importa son las partes por millón de flúor que contienen.
Es cierto que en alguna de estas pastas la edad del niño coincidirá con la cantidad de flúor, pero no en todas. Hay muchas en el mercado que llevan concentraciones de 500 ppm, incluso menos o absolutamente nada. Por tanto, lo más importante que deben saber las madres y los padres es que tienen quedarle la vuelta al tubo y fijarse que en el listado de ingredientes aparezca “Fluoruro de Sodio” y, después, en el número que va acompañado de las letras ppmF (partes por millón de flúor).
Si la cantidad de pasta es la adecuada, no va a ver ningún riesgo de fluorosis dental, una alteración en la formación del esmalte por haber estado expuesto en exceso al flúor en la etapa en la que están desarrollándose los dientes.
De acuerdo a los expertos esto se caracteriza por la aparición de unas manchas pequeñas de color blanco en la superficie de los dientes. Pero los especialistas aseguran que podemos estar tranquilos, porque “ni la concentración ni la cantidad de pasta en el cepillado es suficiente para alcanzar un nivel tóxico. Como referencia: para que el niño entre 1 y 3 años se intoxicara por flúor, debería ingerir toda la pasta correspondiente a 13 cepillados al día, tragándose el 100% de la pasta, lo que correspondería a 1,3 mililitros, la cantidad el mínima que podría empezar a ser dañina”, explican. Lo cierto es que el flúor tiene un efecto remineralizante en el esmalte dental y es el único compuesto que ha demostrado científicamente ser efectivo para reducir el riesgo de caries y utilizado a concentraciones como la que contienen las pastas dentales, resulta seguro.
“Cuando el niño se cepilla los dientes tampoco se recomienda enjuagarlos después, sino escupir los excesos y dejar esos restos para favorecer el efecto residual del flúor que pueda quedar en los dientes. No hay que enjuagar, pero ni los niños ni los adultos”, recomienda Marès.
No se puede especificar cada cuánto tiempo hay que cambiar el cepillo, porque es variable. En algunos casos, cada cuatro semanas y en otros, cada seis
Por su parte, la doctora Blanca Loscertales explica que a partir de los 6 años esa concentración de flúor ya puede subir, pero esto debe ser siempre prescrito por el dentista.
A cada edad, una cantidad de pasta
Cuando aparece el primer diente: cantidad raspada (sin volumen).
Entre los 12-18 meses (cuando han salido ya todos los incisivos y las primeras muelas): del tamaño de un granito de arroz.
De los 36 meses a los 6 años (cuando ya han salido todos los dientes): la cantidad equivalente a un guisante.
A partir de los 7 años: del tamaño de un garbanzo.
Hasta los 7-8 años se debe supervisar el cepillado dientes leche cepillo
Las especialistas insisten en que el cepillado siempre deben realizarlo los progenitores hasta los 7-8 años. ¿Por qué a esta edad? Las expertas aseguran que, aunque el niño sea independiente en otras tareas (coma o se vista solo), la motricidad fina no se desarrolla completamente hasta esa edad y, además, no todos los niños van al mismo ritmo (algunos estarán preparados un poco antes y otros, un poco después).
***SUBNOTA***
La técnica y varios trucos para cepillar los dientes
Pero mientras llega ese momento de independencia, esta es la técnica que se debe seguir como mínimo dos veces al día (lo idóneo es cepillarse tres), después de cada comida:
Aunque las madres y padres se encarguen del cepillado, es importante dejar que el niño juegue con el cepillo, para que vaya aprendiendo, acostumbrándose a su uso. Un buen truco para ahorrar en cepillos es que el pequeño tenga el suyo propio (para morderlo y destrozarlo) y los progenitores otro, el que está exclusivamente destinado a la higiene y al cepillado.
A los bebés, deben cepillarles colocándose detrás del niño, que puede estar sentado o tumbado, separando bien los labios: debajo de los mismos es donde suele quedar más placa bacteriana acumulada. Si el niño es inquieto, se puede acompañar el cepillado con alguna canción o juego para que lo asocie a algo divertido. El tiempo aproximado del cepillado debe ser de dos minutos.
La técnica debe ser sencilla y eficiente, con movimientos rectos. No hacen falta curvas ni círculos ni técnicas extrañas. Para eliminar la placa bacteriana y realizar un cepillado correcto es importante comenzar siempre por el mismo sitio y seguir siempre el mismo orden, limpiar todas las caras de los dientes (externa, interna y masticatoria), cepillando también la encía en sentido vertical hacia el diente, y repasar la lengua y la mucosa de los carrillos.