El agro recibe uno de los peores impactos
La agricultura, las pérdidas y los grandes retos frente al Covid-19
Un equipo del BID realizó el estudio Retos para la agricultura familiar en el contexto del Covid-19. Este estudio, realizado en mayo de 2020, se fundamentó en entrevistas estructuradas por teléfono a una muestra de pequeños y medianos productores agropecuarios de Argentina, Bolivia, Paraguay, entre



Los sistemas agroalimentarios nunca antes en su historia enfrentaron tal variedad de amenazas como las catástrofes cuya frecuencia, intensidad y complejidad han aumentado, destacó un informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), divulgado este jueves 18.
Se trata de incendios de gran magnitud, fenómenos meteorológicos extremos, enjambres inusualmente numerosos de langostas del desierto y amenazas biológicas emergentes como la pandemia de la enfermedad por coronavirus, catástrofes que triplican las registradas en las décadas de 1970 y 1980.
Esos peligros no solo causan muertes, sino que devastan medios de vida agrícolas, tienen consecuencias negativas en cadena para hogares, comunidades, naciones y regiones, y pueden durar por generaciones, según la FAO.
En el conjunto agricultura, industria, comercio y turismo, la actividad agrícola por sí sola afronta un desproporcionado porcentaje de 63 por ciento de las repercusiones de las catástrofes, y los más perjudicados por estas calamidades son los países menos adelantados (PMA) y los países de ingresos bajos y medianos.
Así, entre 2008 y 2018, las catástrofes naturales supusieron para los sectores agrícolas de los países en desarrollo un costo de más de 108. 000 millones de dólares en pérdidas o daños en la producción agrícola y ganadera.
Durante ese período, Asia fue la región más afectada, con pérdidas económicas de 49.000 millones de dólares en total, seguida de África, con 30. 000 millones, y América Latina y el Caribe, con 29. 000 millones de dólares.
Estos daños pueden ser especialmente perjudiciales para los medios de vida de los agricultores pequeños y de subsistencia, los ganaderos y los pescadores, de acuerdo con el informe, que estudió 457 catástrofes en 109 países de todas las regiones.
Ahora “la perturbación provocada por la covid-19 puede empujar a un mayor número de familias y comunidades a situaciones de mayor dificultad”, afirmó el director general de la FAO, Qu Dongyu, en la presentación del informe.
“Las repercusiones de las catástrofes son amplias y requieren esfuerzos inmediatos para evaluar y comprender mejor su dinámica, de manera que se puedan reducir y gestionar de forma integrada e innovadora. La urgencia e importancia de esta tarea nunca han sido tan grandes”, afirmó el responsable.
La sequía, según el informe, es el principal fenómeno responsable de las pérdidas de producción agrícola, seguida de las inundaciones, las tormentas, las plagas y las enfermedades, y los incendios forestales.
Más de 34 por ciento de las pérdidas de producción agrícola y ganadera en los PMA y los países de ingresos bajos y medianos se deriva de la sequía, lo cual supone un costo total para el sector de 37. 000 millones de dólares.
La agricultura asume 82 por ciento del impacto total de la sequía en comparación con 18 por ciento para los demás sectores.
Las plagas, enfermedades e infestaciones en la agricultura y la ganadería también se han convertido en un importante factor de estrés para el sector. Estos desastres biológicos causaron nueve por ciento de las pérdidas totales de producción agrícola y ganadera en el período comprendido entre 2008 y 2018.
La amenaza de catástrofes de este tipo se hizo evidente en 2020 cuando enormes enjambres de langostas del desierto devastaron el Cuerno de África (Etiopía, Somalia, Yibuti) y alcanzaron a otros países de África oriental y Asia sudoccidental, destruyendo cultivos y comprometiendo la seguridad alimentaria.
La covid representa una carga adicional para los sistemas agroalimentarios, pues agrava los riesgos sistémicos existentes, lo cual repercute en cadena en las vidas de las personas, los medios de vida y las economías de todo el mundo.
Los efectos de las catástrofes repercuten en la seguridad alimentaria y la nutrición. La FAO estima que las pérdidas causadas en los países pobres y de ingresos medios equivalieron a una pérdida de 6,9 billones (millones de millones) de calorías al año. Esto se corresponde con el aporte calórico anual de siete millones de adultos.
En América Latina y el Caribe, esas repercusiones durante el período considerado equivalieron a una pérdida de 975 calorías per cápita al día, lo cual supone 40 de la cantidad diaria recomendada, seguida de África (559 calorías) y Asia (283 calorías).
La FAO aboga por invertir en resiliencia y reducción de riesgos, especialmente en recopilación y análisis de datos, y por respuestas integrales y la colaboración entre sectores, con estrategias que integren los riesgos naturales, las amenazas provocadas por el ser humano, y las biológicas como la actual pandemia.
Datos de un nuevo estudio del BID
Un equipo del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) realizó el estudio Retos para la agricultura familiar en el contexto del COVID-19. Este estudio, realizado en mayo de 2020, se fundamentó en entrevistas estructuradas por teléfono a una muestra de 105 de pequeños y medianos productores agropecuarios de Argentina, Bolivia, Paraguay, Perú y República Dominicana (aproximadamente 20 productores de cada país).
El cuestionario incluía preguntas sobre el tipo de producción, el efecto del coronavirus en la producción, la cantidad vendida, y el precio de venta, así como sobre la capacidad para conseguir insumos, mano de obra y transporte. Si bien la muestra limitada no permite emitir juicios sobre cuál país presenta más problemas relacionados a la pandemia — ni implica que las respuestas sean representativas para todo el sector agropecuario en la región — los resultados sí permiten identificar algunos de los principales problemas que están enfrentando los productores de la región en la actualidad.
La falta de liquidez evidenciada por parte de los productores puede reducir la producción agrícola, incrementar los precios de los alimentos y limitar aún más el acceso a los alimentos por parte de la población vulnerable
Los resultados del análisis muestran que ya se evidencian importantes problemas con la producción agropecuaria. Con respecto a la venta, el 65% de productores afirmaron que el Covid-19 afectó la venta de su producción agrícola, principalmente por la dificultad para transportar los productos a los mercados (reportado por un 70%) o por una diminución de la demanda (reportado por un 40%), entre otros factores. Además, un 67% encontró un precio menor al esperado para sus productos.
Sin embargo, los problemas no terminan aquí. Otras decisiones productivas también se han visto afectadas. Más de la mitad (51.5%) de los productores encuestados mencionaron haber tenido problemas con la obtención de los insumos que necesitaban para la producción (p.ej. semilla, fertilizante, funguicida, herbicida, insecticida), mientras que un 40% reportó dificultades en conseguir mano de obra. Ambos problemas se vincularon muy frecuentemente con las restricciones de movilidad, las cuales también afectaron al transporte de los productos al mercado para un 70% de los encuestados.
Estas interrupciones al flujo habitual del ciclo agrícola implican una reducción en los ingresos y la capacidad de gasto de los productores encuestados, limitando la continuidad de la producción y presentando ya un urgente problema de liquidez. De hecho, el 70% de los encuestados indicó haber tenido que vender activos, utilizar ahorros o solicitar préstamos para afrontar la crisis actual. Además, a pesar de varias políticas que los países de la región han implementado para apoyar al sector en respuesta a la crisis, sólo el 23% de los encuestados reporta haber recibido apoyo del gobierno relacionado al Covid-19.
Mirando hacia el futuro, los productores esperan que la situación productiva se agrave en la siembra, cosecha y venta. Un 40% piensa que el coronavirus traerá problemas para la cosecha futura, mientras que un 53% planea sembrar una cantidad menor a la usual debido a la crisis. Un tercio de los productores asignó esta probable reducción en la siembra a una menor demanda observada, mientras que otro tercio identificó la falta de dinero para comprar nuevos insumos como la razón principal
Los grandes retos
Si bien este estudio no pretende estimar la magnitud de los efectos que tiene la pandemia sobre el sector agrícola ni los impactos de las varias políticas públicas ya implementadas, la información presentada revela la presencia de retos importantes que pueden tener consecuencias negativas en la producción agropecuaria, y por tanto, en la disponibilidad de alimentos en la región. De hecho, la falta de liquidez evidenciada por parte de los productores puede reducir la producción agrícola, incrementar los precios de los alimentos y limitar aún más el acceso a los alimentos por parte de la población vulnerable.
Además, estos problemas si pueden implicar una disminución en la calidad de vida de nuestros productores de alimentos, un incremento de la pobreza rural, una profundización de la desigualdad y una ampliación de las brechas entre el campo y la ciudad.
Según la FAO, las explotaciones de los pequeños productores corresponden aproximadamente al 80% del total de explotaciones agrícolas en la región, aportando entre el 30% y el 40% del PIB agrícola. Esto implica que es de crucial importancia mantener la producción de la agricultura familiar para que la inseguridad alimentaria no se agudice en la región, una situación que ya viene afectando a aproximadamente 42.5 millones de personas. Por esto, resultan necesarias políticas diseñadas específicamente para impedir la expansión de la pobreza en las zonas rurales y mantener los ciclos agrícolas operativos durante la pandemia del Covid-19.
Los países de la región deben adoptar medidas que: (i) aumenten la liquidez de los productores para que mantengan sus actividades productivas y no se generen disrupciones en la oferta de alimentos, con especial atención a pequeños y medianos productores; (ii) mantengan el acceso a servicios de transporte a precios razonables para garantizar que no haya disrupciones en la distribución de alimentos; y (iii) mantengan o incrementen la demanda de alimentos.
Solo de esta forma podremos proteger a los campesinos quienes producen nuestros alimentos y que son los guardianes de nuestra seguridad alimentaria.