Lleva más 50 años recorriendo las calles tarijeñas
Don Huguito Castellón, el asombroso Gepetto chapaco
Cuando le decimos “Usted es el Gepetto chapaco” de inmediato suelta una carcajada, baja la mirada y admite que “venderlos” a veces también le resulta doloroso por todo lo que significan. “Para mí son muy especiales y claro que tienen vida”, concluye
Camisa floreada, pantalón de tela y gorra naranja, don Huguito Castellón empuja una especie de acoplado de madera artesanal hecho por él. En él lleva uno de sus más preciados tesoros, una pala cargadora de fierro de poco más de medio metro.
Con su caminar pausado, se instala en medio de la plaza Luis de Fuentes, desafiando al escenario político y se adueña de éste con su mundo. Parece un niño, no hay duda.
Muestra a todos los que pasan el funcionamiento de su apreciado juguete. Para él, el tiempo se ha detenido y se sumerge en hacer funcionar su increíble invento.
Don Huguito lleva más de 50 primaveras, veranos, otoños e inviernos recorriendo las calles chapacas. Vive en el barrio 6 de Agosto “cruzando el puentecito” en una sencilla casa, donde ha creado los más ingeniosos juguetes. Entre ellos trompos, payasos, muñecos chapacos que bailan cueca, camiones y la afamada pala cargadora, que siempre lo acompaña.
Cuando se le pregunta cómo se sostiene económicamente: “vendiendo mis trompos en Santa Anita y en Navidad” contesta don Huguito.
Cuando se le pregunta cómo se sostiene económicamente: “vendiendo mis trompos en Santa Anita y en Navidad” contesta, pero también dice que es carpintero y el resto del año se sustenta colocando chapas a puertas y haciendo compostura de muebles. “Soy profesional”, afirma para que a nadie le quede duda.
De pronto, hace una pausa, saca temblorosamente un trompo rojo de su bolsillo y nos lo regala. Es de madera, un juguete de antaño, una verdadera joya.
El personaje de Santa Anita y de navidades
El 2020 no hubo feria de Santa Anita a causa del Covid-19, los casos acumulados para julio -en Tarija- rondaban los 1.700, también es más probable que tampoco haya la festividad este año. Pero don Huguito entre sus pocos recuerdos tiene grabada la fecha, por lo que en esos días salió a recorrer las calles chapacas. También lo hizo en las navidades.
A ratos dice que vive solo, que su esposa falleció y a momentos dice que tiene una compañera, lo cierto es que a su edad algunos recuerdos le fallan. Pero nada quita su emoción, su aporte al pago y aquella inocencia, que aún hace soñar a niños y a adultos.
“Tardo tres minutos en hacer un trompo”, afirma sacando pecho y de pronto agrega que los tiene de todo precio: de diez, de quince y de 20 bolivianos. “Depende del tamaño y del trabajo”, dice con una sonrisa.
Una tarde en su casa
El sol está tímido, Don Huguito serrucha un pedazo de madera, aquella que en algún momento cobrará vida al convertirse en un juguete. Trabaja bajo un tinglado de calaminas, una vez que termina de cortar el trozo de material, emocionado cruza su pequeño patio y trae de su cuarto dos muñecos de plástico vestidos de chapacos. Sorprendentemente, los hace bailar por medio de una manivela al son de una cueca chapaca. Su rostro denota orgullo y pasión.
En su casa también está su pala cargadora y sus innumerables trompos: “Aquí tengo un montón de juguetes”, dice y cuenta que cuando hace sus recorridos no puede llevarlos todos a la calle, por lo que transporta uno de sus preferidos: su pala cargadora.
Ésta le llevó 40 días de trabajo, es de puro metal y a primera vista presume sus minuciosos detalles. “Las hago de todas marcas: Toyota, Nissan, lo que pidan. A veces me dan encargos”, dice con la alegría del último recuerdo en el que le encargaron un trabajo de éstos.
“El precio de este juguete es de dos mil bolivianos” nos cuenta y aunque Huguito admite que puede parecer una cifra alta, también afirma que en Tarija poco aprecian el trabajo detallista y el material que emplea para hacer sus juguetes.
“Muchísimas herramientas, pero también paciencia, voluntad e ingenio” son los principales ingredientes que Huguito le pone a sus trabajos y él así lo explica. También cuenta que se dedica a hacer juguetes desde que era “chango”, por un lado porque le gusta este oficio y por otro porque no hay trabajo en el departamento.
Con la tristeza de un niño nos despide, nos abre la puerta gentilmente y nos desea mucha suerte.
El Gepetto chapaco
Don Huguito le ha dado vida a cientos de juguetes desde que tenía 30 años de edad, cada uno de éstos representan un tesoro y un recuerdo de cada una de sus etapas de vida.
Cuando le decimos “Usted es el Gepetto chapaco” de inmediato suelta una carcajada, baja la mirada y admite que “venderlos” a veces también le resulta doloroso por todo lo que significan. “Para mí son muy especiales y claro que tienen vida”, concluye.
Apuntes sobre la temática
Los juguetes
Don Huguito le ha dado vida a cientos de juguetes desde que tenía 30 años de edad, cada uno de éstos representan un tesoro y un recuerdo de cada una de sus etapas de vida.
La edad
El Gepetto chapaco dice que tiene 70 años y afirma que desde hace más de 40 años se dedica a la creación de juguetes artesanales.
Pala cargadora
La pala cargadora le llevó 40 días de trabajo, es de puro metal y a primera vista presume sus minuciosos detalles