Recuerdos de la Tarija de antaño
Las “mochas” entre castigos y mil mandados
Esta tradición que refleja como muchas otras el carácter machista de la antigua Tarija, poco a poco fue cambiando
Un recuerdo que aún perdura desde la antigua Tarija era el de las trabajadoras del hogar que en esos tiempos se les apodó: “Mochas”. Se dice que se las contrataba para todo tipo de quehaceres, pero su estancia en las casas tenía un origen singular.
Cuentan que años antes para ayudar a la gente de escasos recursos, las familias pudientes, “adoptaban” en las casas a los pequeños hijos de quienes no tenían posibilidades para criarlos y educarlos hasta su mayoría de edad.
Lo más frecuente era el caso de las trabajadoras del hogar, que por razones del destino resultaban embarazadas, entonces no había inconveniente para que tengan su hijo y éste sea protegido desde que nacía por los patrones.
Así crecía como de la familia pero con encargos particulares. Si era mujer cuando tenía ocho a diez años, por razones de higiene, se le hacía cortar el pelo al rape. Por lo mismo se cuenta que desde ese momento adoptaban el sobrenombre de “mocha”.
Cuentan que años antes para ayudar a la gente de escasos recursos, las familias pudientes, “adoptaban” en las casas a los pequeños hijos de quienes no tenían posibilidades para criarlos
Pero si era hombre también se quedaba en la casa a servir a los patrones en tareas de “hombres”. De acuerdo al escritor tarijeño Agustín Morales Durán por lo general la madre se iba a trabajar a otra casa y dejaba a su hijo o hija con los patrones, quienes le daban tareas puntuales, pero también le mandaban a la escuela y hasta le daban el mismo apellido.
Cuenta la tradición oral que en las casas acomodadas, las “criadas” o "mochas" formaban legión, porque cada hija mayor tenía una a su servicio y las había para cocinar, llevar agua, hacer el aseo, cuidar a los chicos y para los mandados.
Cuando llegaba la Semana Santa y en festividades religiosas de cierta importancia, resultaba interesante observar a las principales patronas cuando iban a la iglesia, lo hacían acompañadas por largas filas de sus dependientas, quienes también debían prepararse para confesarse y comulgar, siendo infaltable su asistencia a las misas, procesiones, novenas y rosarios.
De acuerdo al escritor seguían a sus patronas muy acicaladas, estrenando ropa y participaban de la fiesta ocupando su debido lugar. En cambio las más jóvenes se daban maneras para escapar a las fiestas. Cuentan que muchas de éstas no volvían porque se las robaban sus galanes y otras más serias obligaban a estos a que “se las pidan” a sus patronas y se “matrimoniaban” en forma correcta.
Las citas en las pilas públicas
Pero un lugar tradicional de reunión de estos personajes lo constituían las pilas públicas. Lugares de segura frecuencia y comadreo, donde iban aprovisionarse de agua cuando todavía no se habían instalado pilas en las casas particulares. Allí llevaban -junto con sus cántaros o tinajas- sus chismes y cuitas.
Éstas también constituyeron sitio predilecto de seguro encuentro o cita con sus enamorados, que formaban legión entre las "rondas", se trataba de artesanos y jóvenes aventureros.
Las más conocidas pilas, donde se reunían aqueIlas, fueron la de la plazuela Sucre; otra había a media cuadra de la plaza principal, Luis de Fuentes, es decir en las afueras de la cárcel que antiguamente estaba en esa zona.
De acuerdo a Morales hubo un tiempo en el que la fuente del centro de la plaza Luis de Fuentes también se convirtió en lugar de reunión; luego otro sitio de afluencia doméstica fue la pila de la plaza de El Molino, y un poco más distante la "mentada" "Pila del botón", así la llamaban a una popular situada en la calle Potosí.
Castigo para las fiesteras
Pero no todo era paz, también había castigo para aquellas “mochas” que se entusiasmaban en las fiestas, “yéndose a lunar con sus enamorados”, así lo escribe Agustín Morales.
Detalla que llegaban a recibir "su merecido", pues a ciertas horas de la noche patrullas de "rondas" recorrían las chicherías de la zona alta o la pampa y arrastraban a su paso a quienes se habían prolongado, así las “mochas” eran llevadas a la Policía para que pasen allí la noche y en la madrugada las sacaban a barrer las calles, principalmente la Plaza Luis de Fuentes y las aceras le la misma Policía, presentando un espectáculo de simpáticas chapaquitas bien elegantes, con sus brillantes polleras y mantas bordadas, agarradas de las escobas y agachadas para que no las reconozca la gente madrugadora.
Así las tenían hasta que aparecieran sus patronas a reclamarlas. Éste resultaba ser su peor castigo, pues se sentían afrentadas, avergonzadas y sin ganas para volver a "lunar" hasta tarde.
Cambio de mentalidad
En la actualidad los tiempos han cambiado y ciertas tradiciones que reflejan el carácter machista del pago poco a poco se van dejando atrás.
Apuntes sobre la temática
El rape
Si era mujer cuando tenía ocho a diez años, por razones de higiene, se le hacía cortar el pelo al rape. Por lo mismo se cuenta que desde ese momento adoptaban el sobrenombre de “mocha”.
Servicio
Cuenta la tradición oral que en las casas acomodadas, cada hija mayor tenía una “mocha” a su servicio y las había para cocinar, llevar agua, hacer el aseo, cuidar a los chicos y para los mandados.
Reunión
Pero un lugar tradicional de reunión de estos personajes lo constituían las pilas públicas. Lugares de segura frecuencia y comadreo, donde iban aprovisionarse de agua cuando todavía no se habían instalado pilas en las casas particulares.