La pandemia ha dejado mayor espacio a la conversación en familia
Las leyendas de la antigua Tarija y un tiempo para revivirlas
Cientos de leyendas han nacido en el Gran Chaco, entre éstas la del viborón y el silvaco. Cuentan que años antes éstas se relataban al calor de un fogón y un amargo mate. Hoy de de alguna manera vuelven a revivir como entretenimiento en las largas tardes de pandemia



Cientos de leyendas han nacido en el Gran Chaco, entre éstas la del viborón y el silvaco. Cuentan que años antes éstas se relataban al calor de un fogón y un amargo mate. Hoy de acuerdo a Sonia Téllez, habitante de Villa Montes, de alguna manera vuelven a revivir los relatos como entretenimiento en las largas tardes de pandemia.
Pero también esto sucede en algunos hogares de la ciudad de Tarija, donde también se han propagado diversas leyendas como la llorona, el jinete sin cabeza, la mano negra, entre otras.
El tarijeño Carlos Rodríguez de 80 años recuerda que una leyenda es una narración de hechos naturales, sobrenaturales o una mezcla de ambos que se transmite de generación en generación en forma oral o escrita. Generalmente, el relato se sitúa de forma imprecisa entre el mito y el suceso verídico, lo que le confiere cierta singularidad.
Según cuenta Sonia una de las leyendas que ha estado recordando estos días con sus hijos es la de la “Mujer caníbal”. Dice que el relato hizo dudar a más de uno sobre la certeza de que sea o no un mero cuento.
Hoy de alguna manera vuelven a revivir los relatos como entretenimiento en las largas tardes de pandemia.
Asegura que hay miles de historias sobre ella. Reconoce que ninguna fue confirmada por las autoridades locales. Más aún, años antes el relato era muy escuchado.
La tradición oral cuenta que en una ocasión, en aquella tierra cálida del sur del país, una mujer de aproximadamente 40 años de edad falleció por causas desconocidas, presuntamente por infarto.
Relatan que cuando ella era velada por sus familiares y seres queridos, éstos se llevaron una gran sorpresa debido a que la difunta se levantó del cajón repentinamente y echó un grito macabro de mucha intensidad. La gente que estaba reunida salió horrorizada del lugar.
El marido asustado y de cierta manera con esperanzas, la atendió, trató de ayudarla y la resguardó en su hogar, debido a que la gente del lugar decía que se le había entrado el “diablo”. Así, le advirtieron al esposo que ya no era su mujer, empero, el marido no hizo caso a estas advertencias de la gente y continuó protegiéndola.
Cuentan que pasados los días, la gente siguió rumoreando respecto a la mujer que habría vuelto del “otro mundo”; sin embargo, un día se dieron cuenta de la ausencia del marido, quien no salía de su casa, ni tampoco sus hijos jugaban en la calle como antes.
Días después, relatan que se observó a la mujer deambulando por la calle como una indigente, pero no hubo rastros del marido ni de los niños, parecía solamente una “loca”. Así decían las personas, que muy atentas explicaban sobre la existencia de la mujer e inclusive pudieron describirla.
“La señora es blancona, no es alta, es media gordita y tiene el pelo claro, anda muy sucia como si viviera en la calle pero te da miedo”, contaron tres habitantes de Villa Montes.
Afirman que el marido trataba de mejorar la condición de su mujer, quien se habría convertido en “algo más”. Algunas de las personas decían que la mujer habría cambiado su forma de alimentarse, ya que ahora comía carne cruda e inclusive animales que encontraba deambulando por el lugar como: ratas, ratones, gatos, perros u otros.
Llegó el rumor de que la mujer primero atacó al marido y éste murió por el daño ocasionado, se alimentó de su carne e hizo lo mismo con sus pequeños hijos. Aseguran algunos que ésta sería la razón por la cual no se veía al esposo ni a los niños jugando en la calle.
Algo más que comentó una ciudadana de Yacuiba, quien prefirió mantenerse en el anonimato, fue que los policías habrían tratado de detener a la mujer e intentaron dispararle porque ella pretendía morderles.
“Las balas caían cuando le disparaban, inclusive dicen que se agarró de un policía y también se lo llevó y tal vez se lo comió”, comenta Sonia. “Se comió también a una persona que también era indigente porque desapareció cuando se fue con ella”, afirma.
Otros vecinos relatan que esta mujer habría estado deambulando por diferentes lugares aledaños a Villa Montes y Yacuiba, e inclusive otros dicen que pasó hasta por Camiri, pero nada puede ser confirmado. De acuerdo con la Policía, no se tienen registros de este tipo de casos, por lo que el relato forma parte de la lista de leyendas del Gran Chaco.
Pero otra leyenda muy sonada en el Gran Chaco y también en la ciudad de Tarija es la de la viuda negra. La gente antigua del pago cuenta que muchos lugares en nuestra tierra chapaca han sido escenarios de sus supuestas e innumerables visitas. Entre ellos están el Cementerio General, la calle Cochabamba, el camino a San Blas y muchos otros parajes solitarios
El escritor René Aguilera Fierro quien recuperó estas leyendas afirma que en Yacuiba era normal escuchar hablar sobre la “viuda negra”, quien es considerada un ser sobrenatural con muchas descripciones de su aspecto, pero casi todas son similares y siempre se la describe como una mujer alta, delgada, vestida con un manto negro. Sus apariciones suelen darse en caminos y lugares solitarios.
De esta manera afirman que hace algunos años atrás, para nadie era desconocida la existencia de la “viuda negra”. Su recorrido era de dominio público, se decía que transitaba por las calles de la antigua ciudad de Yacuiba. En Tarija su recorrido comprendía la calle Cochabamba, las calles Comercio y avenida San Martín; dando la vuelta la esquina, se tenía la calle Sucre y por el otro lado estaba la calle Martín Barroso. Ese era el circuito que adquirió fama a raíz de las apariciones.
Según cuenta Aguilera en todos los tiempos, épocas y lugares, siempre hubo tunantes y borrachitos nocturnos, Yacuiba no fue la excepción, más por el contrario era una marcada costumbre ofrecer serenatas de media noche, sea por cumpleaños, por amistad, por conquista, galantería o por lo que sea.
Unos y otros conocían la versión de la existencia de la “viuda negra” por lo que se respetaba a cuanta dama se pudiera encontrar en horas avanzadas de la noche. Por costumbre o temor los varones preferían esquivarlas o no dirigirles la palabra. La creencia en la “viuda negra” era superior a todo instinto.
También se decía que aparecía en ciudades, parada a mitad de las cuadras y siempre estaba como ausente o en espera de algo. Cuentan que casi siempre se relacionaba con los hombres con una sonrisa tétrica. Dicen también que muchas veces ha acompañado a los hombres sin hacerles ningún tipo de daño, sin embargo no siempre sucede lo mismo.
René Aguilera Fierro relata que cierta vez un señor llamado Weimar Aparicio que se encontraba alojado en casa de la familia Vásquez, se recogía de una fiesta casi al amanecer y a la distancia pudo ver que sobre la misma vereda se aproximaba una dama vestida de negro.
Cuentan que el chaqueño Aparicio era un hacendado nacido y criado en el campo, acostumbrado a las vicisitudes de la naturaleza, era un tanto torpe y rudo en su manera de ser. Varias veces había escuchado hablar de la “viuda negra”, comentario al que jamás le dio crédito; por el contrario en su borrachera consideró una gran oportunidad para romper con aquella “ridícula creencia”.
Esa noche apresuró la marcha a fin de toparse con ella y le tocó el hombro. Le bastó aquello para que su cuerpo saliera expulsado por una extraña fuerza hacia las piedras, al mismo tiempo que miraba sorprendido a la dama, “era un rostro blanco, dientes enormes, ojos impresionantes, facciones diabólicas, era una horrible calavera”, manifestó el propio Aparicio.
“Lo que ocurrió después fue de dominio público, especialmente para los vecinos de la calle Cochabamba, lugar donde ocurrió este hecho. Se cuenta que don Weimar Aparicio ingresó como un loco en el dormitorio de los esposos Vásquez. Tenía el rostro ensangrentado, gritaba horrorizado y decía ‘Ahí está, ahí está. Tanto los dueños de la casa como algunos vecinos alarmados acudieron al lugar atraídos por la gritería; reunidos inspeccionaron los alrededores, se valieron de lámparas y linternas pero no lograron ver ni encontrar nada, tampoco rastro en las arenas donde ocurrió el suceso”, continuó Aguilera.
Añadió que al día siguiente, entre las piedras se pudo ver un viejo pañuelo de seda de color negro, en el mismo sitio donde el señor Aparicio suponía haber caído. Este pañuelo estuvo expuesto en el lugar durante mucho tiempo. El señor Weimar Aparicio, después de haber repetido una y otra vez su desafortunada experiencia de la víspera dijo que nunca más trataría de acercarse a una mujer en horas de la noche.
La “viuda blanca” en Bermejo
Pero no solo en el Chaco o la ciudad de Tarija se reviven estas leyendas sino también en Bermejo, donde mucho se habla de la “Viuda de Blanco”. Se trata de una hermosa joven que deambulaba por determinados parajes.
Raquel del Rosario Romero Torres, integrante del círculo de escritores de esa ciudad, nos cuenta que esta viuda aparecía a la altura de la ex refinería de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) hasta donde estaba la torre de la misma. Relata que la joven caminaba todas las noches vestida con una solera de color blanco.
Uno de los relatos cuenta que la “viuda de blanco” se le apareció a la esposa de un médico de la Caja Petrolera, quien en pleno invierno, cuando estaba yendo a su casa en su vehículo, vio a una jovencita pasear por ahí con sandalias y con un vestido descubierto, quiso acercarla a donde se dirigía; sin embargo la joven desapareció cuando ella estacionó a su lado. “Se le estremecieron los pelos y continuó a toda velocidad”, afirma Raquel.
Al indagar sobre el tema, una de las muchas personas que vio vagar por allí a la “viuda de blanco”, la reconoció y afirmó que se trataba de una mujer que vivía con su cuñado y su hermana en la casa de la ex refinería de YPFB. Pero ésta habría sido atropellada por un vehículo y el párroco de turno no le quiso dar la bendición porque tenía fama de “mujer de vida alegre”
Incluso dice Raquel que varios ex trabajadores de YPFB, cuando festejaban y tomaban algunas gotitas de alcohol de más, iban a visitar la tumba de la “viuda de blanco” y se perdían por muchos días. Luego de tanto buscarlos, sus esposas los recogían de la tumba de la “viuda de blanco”, con la nariz bañada en sangre. “Últimamente ya nadie la vio, sin embargo se cree que su alma se encuentra en los eucaliptos del lugar”, concluyó Romero.