El desapego

El desapego duele y duele mucho.

Duele porque hay que soltar lo que amas, dejarlo ir.

Eso es lo que creemos, pero ese dolor es mental, no es dolor, es sufrimiento.

Lo que nos hace sufrir es el miedo alimentado del ego por la creencia arraigada de la posible pérdida de una posesión que no existe, que no es real.

Ya que no podemos poseer a alguien que no es nuestro, que nunca lo fue y que nunca lo será.

 No nos pertenecen nuestros padres, ni nuestros amigos, ni nuestra pareja, ni siquiera nos pertenecen nuestros hijos.

Son seres libres e independientes, con su propio camino por recorrer, al igual que nosotros.

Por eso no hay que subyugar la felicidad de unos hacía los otros. Si no eres feliz tú mismo, no lo serás con nadie.

El apego es el controlador de todos los tiempos, el que te ancla en un presente ausente, sin embargo el desapego te mantiene en el aquí y el ahora.

Es soltar al otro, sabiendo que pase lo que pase.

Y sí, puede que eso "nos duela mucho".

Porque hasta ahora sólo nos enseñaron que éramos alguien si teníamos posesiones, de todo tipo.

Se olvidaron de decirnos que cuanto más poseemos, más esclavos nos volvemos.

 Como dijo Frida Kahlo:

"De nada sirve que la imaginación tenga alas, si el corazón es una jaula".

Por eso creo con firmeza que la independencia afectiva, es el mayor regalo que puedes hacerte, a ti y a tus seres amados.

Y cuando lo logras, entonces y sólo entonces, puedes gritar al Universo, que por fin has alcanzado la verdadera y plena libertad.

Una vez que comienzas a avanzar hacía el desapego, ya no existe camino de retorno.

El desapego es desprenderme de todo con facilidad, sabiendo que nada sale de mi vida si no que todo fluye y eso genera abundancia.


Más del autor
Los bancos y la desconfianza
Los bancos y la desconfianza
Lluvias
Lluvias