El león afónico

Un defecto de nacimiento, del que nadie estaba enterado, que le obligó a adoptar una actitud mucho más tranquila y sosegada que la del resto de sus congéneres, gracias a la cual se granjeó la amistad de todos los animales de los alrededores.

Un día, su destino se cruzó con el jabalí más cabezón y pesado del mundo. Tan pesado era, que el león deseo fervientemente poder rugir para apartarlo de su lado. Fue tal la sensación que le produjo este inoportuno invitado, que se puso a trabajar en un invento capaz de reproducir el sonido de un rugido. Los meses pasaron y el jabalí regresó para terminar la conversación que creía tener pendiente con el león.

Harto de tantas patrañas, accionó el botón de su máquina, para lanzar el rugido más potente y aterrador jamás escuchado. Un gran rugido, que además de su objetivo, aterrorizó al resto de los habitantes del lugar.

Solo y abandonado por todo el mundo, el león comprendió que para que todo el mundo lo respetara no era necesario rugir. Muy arrepentido por su acción, pidió perdón todos sus amigos, prometiéndoles que nunca jamás les asustaría.


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