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La leyenda de la mariposa

Cuenta la leyenda que un día de primavera un viajero descansaba tranquilamente a la orilla del camino, bajo la sombra de un árbol.

Mirando la naturaleza que lo rodeaba, observó como una oruga de una crisálida de mariposa intentaba abrirse paso a través de una pequeña abertura aparecida en el capullo.

Estuvo largo rato contemplando cómo la mariposa iba esforzándose en salir del capullo hasta que de repente, pareció detenerse.

Tal vez la mariposa, pensó aquel hombre, había llegado al límite de sus fuerzas y no conseguiría ir más lejos, así que decidido a ayudar a la mariposa, tomó unas tijeras de su mochila y ensanchó el orificio del capullo.

De esta forma la mariposa salió fácilmente, su cuerpo estaba blanquecino. Era pequeño y tenía las alas aplastadas. El hombre preocupado, continuó observándola, esperando que en cualquier momento la mariposa abriría sus alas, las estiraría y echaría a volar. Pasó el tiempo y nada de esto sucedió.

La mariposa nunca voló y las pocas horas que sobrevivió, las pasó arrastrando lastimosamente su cuerpo débil y las alas encogidas, hasta que finalmente murió.

Aquel caminante, cargado de buenas intenciones, con voluntad de ayudar y evitar el sufrimiento a la mariposa, no comprendió que el esfuerzo de aquel insecto, para abrirse camino a través del capullo, era absolutamente vital y necesario, pues esa era precisamente la manera en que la naturaleza forzaba a los 29 fluidos de su cuerpo a llegar hacia las alas a fin de que fueran grandes y fuertes, y estuvieran listas para volar una vez habiendo salido del exterior.

La libertad y el volar solo pueden llegar, después de la lucha. Al privar a la mariposa de su lucha, también la privó de su proceso de transformación, de su vuelo y de su libertad.


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