Un buen vecino

Existió un hombre que cultivaba un maíz tan bueno que año con año ganaba para sufragar sus necesidades, pero lo más sorprendente es que, lejos de guardar como un secreto el tipo de semilla que le producía tan buenos resultados, compartía parte de sus mejores semillas con todos los demás agricultores de los contornos.

Extrañados algunos, le preguntaron por qué. El hombre, que no por casualidad lograba tan buena cantidad como calidad en sus cosechas, explicó que lo hacía por puro interés.

“El viento tiene la virtud de trasladar el polen de unos campos a otros. Por ello, si mis vecinos cultivaran un maíz de clase inferior, la polinización rebajaría la calidad de mi propio maíz. Esta es la razón por la que me interesa enormemente que solo planten el mejor maíz”.

Todo lo que das a otros, te lo estás dando a ti mismo. Y es que al igual que en la agricultura, en prácticamente todos los campos, uno acaba recibiendo en la medida en que da. Así el estudiante que ayuda al compañero que no entendió bien a comprender esas ecuaciones, acabará por afianzar el conocimiento él mismo. Y el vendedor que se preocupa por proporcionar el mejor servicio a sus clientes, finalizará conociendo a fondo sus productos y mejorando sus ingresos.

Por contraposición, el vecino que se niega a cooperar con su comunidad, acabará sufriendo por la incomprensión que él mismo provocó.


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