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La sentencia

Era justo la hora de la rata (entre las 11 y la 1 de la mañana), cuando el emperador, que se había quedado dormido, soñó que andaba al anochecer solo por sus jardines, bajo los árboles en flor.

De pronto, se encontró a alguien en el camino, arrodillado ante él, pidiendo clemencia.

– Por favor, necesito ayuda. Soy un dragón, aunque me presente antes vos con apariencia humana. Estoy en peligro. Mañana mismo moriré a manos de su ministro de defensa, Wei Cheng. Él mismo me cortará la cabeza.

El emperador le prometió protección:

– No temas, vigilaré bien al ministro para que no pueda hacerte daño.

El emperador despertó, e inmediatamente mandó buscar a su ministro. No estaba en el palacio, así que ordenó a sus hombres que le buscaran. Cuando le encontraron, le mandó tareas sin descanso, para mantenerle ocupado. Y por la tarde, se puso a jugar con él a una larga partida de ajedrez.

Wei Cheng estaba tan cansado, que, sin querer, se quedó dormido. Y al cabo de unos minutos, un estruendo sacudió la tierra. Uno de los soldados del emperador llegó corriendo, con la cabeza de un enorme dragón entre sus manos. La arrojó a los pies del emperador y dijo:

– No sabemos cómo… cayó del cielo.

Wei Cheng, que acababa de despertarse por el ruido, miró perplejo la cabeza del dragón:

– Qué extraño… – dijo entonces- Acabo de soñar que le cortaba la cabeza a un dragón así…


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