El lagarto de oro

Cuentan los más ancianos nicaragüenses que hace mucho, mucho tiempo, habitaba en una de sus cientos y cientos de lagunas un extraño lagarto, tan brillante, que atraía a todos hasta allí. Al descubrir que en realidad su piel estaba formada por oro, la codicia se encendió en el corazón de muchos que intentaron atraparlo sin éxito.

Un día, un astuto cazador, pensó en la forma de atrapar al animal.

– Si le prometo a la Virgen de la Asunción alguna ofrenda de oro, tal vez me ayude… pensó.

Y así fue cómo el joven se acercó hasta la laguna del cerro de Hato Grande, y en cuanto localizó al brillante lagarto de oro, dijo en alto:

– Virgencita de la Asunción, si me ayudas a atrapar a este lagarto, prometo llevarte una corona y un altar de oro.

Y de pronto, el lagarto se acercó hasta donde él estaba y sin más, dejó que le atrapara por la cola. Una vez que le tuvo bien agarrado, dijo:

– ¡Ahora que se olvide del trato la Virgencita!

Pero entonces, tras decir esto, su suerte cambió… Nada más terminar de decir esas palabras, el lagarto desapareció de sus manos. Lo último que vio el cazador fue un remolino de agua en el centro del lago. Y nunca, nadie más, volvió a ver al inquietante animal.


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