La leyenda del algodón
Cuentan los habitantes de las actuales reservas indias de Norteamérica que hace mucho, pero mucho tiempo, sus antepasados, los indios tobas, vivían en una zona llamada Gran Chaco.
El clima siempre era suave. Nunca hacía demasiado frío ni tampoco demasiado calor, así que ellos vivían felices en su apacible campamento. ¡Era como si siempre fuera primavera!
A los indios tobas les gustaba tanto aquel clima, que dedicaban muchas ofrendas al dios de la luz, Naktanoon. Pero el dios de las tinieblas, celoso ante las ofrendas de los indios al dios de la luz, decidió castigarlos.
Un día, sin previo aviso, el dios Nahuet envió al Gran Chaco el invierno: las temperaturas comenzaron a bajar y el sol desapareció tras una espesa capa de nubes.
Los árboles perdieron las hojas, dejaron de ver a los animales, el campo y las ramas se cubrieron de escarcha. No tenían frutos que comer ni animales que cazar.
Los indios tobas estaban realmente desconcertados… ¡no sabían qué había ocurrido!
Entonces, decidieron reunirse en asamblea en torno al gran sabio de la tribu.
Después de hablar y hablar, de buscar una solución a aquel problema, no se les ocurrió otra cosa mejor que pedir ayuda al dios de la luz, Naktanoon.
Escogieron a los cuatro indios que irían a pedir ayuda. Serían los más bondadosos, acompañados por dos aves y dos plantas. Las aves eran el picaflor y el pájaro viudita. Las plantas, el palo borracho y la planta del patito.
Al verles llegar y escuchar su problema, el dios de la luz sintió lástima. No sabía cómo anular el castigo de Nahuet, pero sí se le ocurrió cómo hacer para que la tribu de indios no pasara tanto frío.
– Ya sé lo que haré- les dijo-, crearé una planta nueva que dé sus frutos durante esta época invernal. Tendrá un material que podréis utilizar para fabricar ropa de abrigo y podréis protegeros del frío.
Y así es cómo nació la flor del algodón. El dios de la luz se inspiró para crearla en los pájaros y las plantas que acompañaban a los indios. Por eso, el algodón es suave como las plumas del ave viudita, brillante como las del pájaro picaflor, muy blanco, como los capullos del Palo borracho y cálido, como la planta del patito.