El espino

El espino prende a una roca

su enloquecida contorsión,

y es el espíritu del yermo,

retorcido de angustia y sol.

 

La encina es bella como Júpiter,

y es un Narciso el mirto en flor.

A él lo hicieron como a Vulcano,

el horrible dios forjador.

 

A él lo hicieron sin el encaje

del claro álamo temblador,

porque el alma del caminante

ni le conozca la aflicción.

 

De las greñas le nacen flores.

(Así el verso le nació a Job.)

Y como el salmo del leproso,

es de agudo su intenso dolor.

 

Pero aunque llene el aire ardiente

de las siestas su exhalación,

no ha sentido en su greña oscura

temblarle un nido turbador...

 

Me ha contado que me conoce,

que en una noche de dolor

en su espeso millón de espinas

magullaron mi corazón.

 

Le he abrazado como a una hermana,

cual si Agar abrazara a Job,

en un nudo que no es ternura,

porque es más ¡desesperación!


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