Tabla rasa para Bolivia
Es hora de un refresh y reset: demos paso a una renovación generacional con la vista fija en el futuro. Ya no sirve despreciar al “otro” porque, en el fondo, somos todos lo mismo
“Evo o nada”, “Tuto o nada”: dos caras de lo mismo, el mismo autoritarismo disfrazado de democracia.
La democracia boliviana, como gran parte de la latinoamericana, ha adoptado un discurso formalmente democrático, y últimamente, de moda, liberal. Pero como siempre: por sus frutos los conoceréis. Entre lo que se dice y se hace en política aún existe un abismo. Y nosotros seguimos viviendo un feudalismo partidario.
Este feudalismo político-partidario quedó expuesto en este incipiente proceso preelectoral. De ambos lados. Comenzando por los recientemente conversos “liberales”, sus precandidaturas son impuestas, son autoritarias, sin legitimidad democrática. Nadie los ha elegido.Samuel Doria, el probable victorioso portaestandarte opositor, es el único que ha mantenido, a través del tiempo, algo parecido a un partido político (particular), aunque más como una suerte de vehículo de una carrera empresarial que como proyecto colectivo, surgido del monopolio del cemento. Un Max Fernández refinado, pero a diferencia del original, él es hijo del privilegio; heredó su fortuna.
Tuto, por su parte, dilapidó el capital político que heredó sin muchos méritos, del general y presidente Hugo Banzer Suárez, cuya paternidad él oculta y desconoce olímpicamente, prefiriendo ser reconocido como entenado político de Jaime Paz Zamora. Tuto destruyó el partido que lo formó –Acción Democrática Nacionalista– con el mismo cinismo con que quiso hacerse de la candidatura del irónicamente llamado “Bloque de unidad”, cuya única decisión unánime fue negarse a elegir democráticamente a su líder mediante una primaria abierta.
Más burdo aún es el caso de Evo “Pueblo”, el “jefazo” vitalicio de una revolución supuestamente democrática y cultural, cuyo liderazgo no se somete a una verdadera elección interna y, bajo el pretexto de la “lealtad”, ejerce una suerte de violencia simbólica y política para evitar, ya sin disimulo, que Andrónico Rodríguez, su sucesor lógico y natural –una versión más humana y pulida del movimiento cocalero– finalmente asuma el liderazgo que su propia base le ofrece y hasta le demanda.Para estos caudillos, la lealtad consiste en que sus bases los sigan ciegamente por el camino que ellos trazan, sin cuestionar su dirección ni su legitimidad. Pero la verdadera lealtad no es obediencia personal, sino fidelidad a los ideales compartidos y al proyecto colectivo. Lo otro es sumisión.Andrónico es el más reciente de la serie de “hijos rebeldes” del Movimiento Al Socialismo, como lo fue Eva Copa, quien en 2019 demostró madurez y responsabilidad al osar enfrentarse al padre disfuncional, al señor feudal intolerante y reaccionario, de jefatura “democrática” vitalicia. Un patrón que nos recuerda a los Ortega, Maduro, y los Castro, ya de triste memoria.
Este fin de siglo debería marcar también el fin del ciclo de autoritarismos domésticos de estos señores feudales. Ojalá que el inicio del tercer siglo de vida republicana de Bolivia traiga una nueva generación política, de ambos lados del espectro, que entienda la extrema urgencia de una coalición nacional para salvar a nuestro país del abismo en el que nos están dejando tanto oficialismo y oposición, en una corresponsabilidad compartida.
Iniciemos la reconstrucción nacional haciendo “tabla rasa”. Las nuevas generaciones mal harían en continuar la cultura del odio, el resentimiento, la venganza y la polarización heredada del pensamiento obtuso de sus mayores, que nos ha llevado al trágico estado en que se encuentra Bolivia.
Es hora de un refresh y reset: demos paso a una renovación generacional con la vista fija en el futuro. Ya no sirve despreciar al “otro” porque, en el fondo, somos todos lo mismo, parte de una misma familia, producto de distintas circunstancias, nos guste o no.
Pareciera que la próxima elección será entre el hijo del privilegio y el hijo de la adversidad. ¿A qué lado estaremos? En ninguno y en ambos. Esa es la única forma de salvar a Bolivia y construir sobre las ruinas que estamos heredando.Pero ahora el país es de ellos, de la juventud, de la Bolivia con futuro.Que no pierda nadie; que ganemos todos.Dar la mano, perdonar, olvidar, para decir, desde el corazón: ¡Viva Bolivia!
*Es catedrático; fue alcalde de La Paz y ministro de Estado.