Todos los conflictos apuntan hacia la misma crisis

El declive de la potencia occidental une los tres escenarios bélicos entre grandes potencias abiertos hoy en el mundo

Hablamos por separado de la guerra de Ucrania, de la masacre de Gaza y de las tensiones alrededor de Taiwán, ignorando que esos tres frentes bélicos, o prebélicos, abiertos en Europa, Oriente Medio y Asia Oriental, respectivamente, apuntan hacia la misma crisis del declive occidental. Ese punto de inflexión, en la hasta ahora indiscutible preponderancia mundial de Occidente, es a lo que se refiere el presidente chino, Xi Jinping, cuando dice que “el mundo asiste a cambios sin precedentes en un siglo”.

Veamos, en diez puntos, algunos síntomas y tendencias de esos cambios:

1- Se amplía la brecha entre el bloque occidental (formado por EEUU, la Unión Europea, Inglaterra, Japón y Australia para contener a Rusia y China) y el resto del mundo, que rechaza sanciones y llamadas a cerrar filas. Del apoyo, la comprensión o el no alineamiento del Sur global hacia Rusia, resulta la soledad de Occidente.

2- La masacre de Gaza y la complicidad occidental, política y mediática con ella (la situación en Francia y Alemania es mucho peor que la de España a ese respecto), consagran un verdadero suicidio moral de Occidente. Su credibilidad en materia de derechos humanos, mediación en conflictos y justicia global es igual a cero. Su doble rasero al medir Ucrania y Gaza se hace evidente.

Las mismas potencias que están financiando y armando a Ucrania están financiando y armando un genocidio por parte de fuerzas israelíes supremacistas raciales en Gaza. Eso da una nueva plausibilidad a la narrativa rusa acerca de que sin su intervención militar se habría llevado a cabo en Crimea y en el Donbás una limpieza étnica, expulsión y masacre de prorrusos por fuerzas parcialmente animadas por una ideología de extrema derecha con el apoyo y la bendición de Occidente.

Toda muerte en prisión de un opositor político es sospechosa por definición, trátese de Aleksei Navalny o de Gonzalo Lira, bloguero “incorrecto” norteamericano de origen chileno establecido en Jarkov, muerto en enero en una cárcel ucraniana sin pena ni gloria. Ambos eran acusados por sus carceleros de trabajar para servicios secretos (occidentales o rusos). No hay que esperar una investigación creíble sobre la causa de esas muertes en países donde la eliminación de opositores tiene rastros recientes y conocidos. Los gobiernos, políticos y medios que más protestan por la muerte de Navalny son los mismos que han ignorado la muerte de Lira, o la suerte de Assange, y que han apoyado la masacre de Gaza. No tienen credibilidad. Los únicos que pueden expresar su consternación con credibilidad por esos crímenes son quienes se toman en serio los derechos humanos y rechazan, por tanto, el uso hipócrita de los derechos humanos como arma de lucha contra el adversario.

3- El esfuerzo por excluir a Rusia de Europa se vuelve contra la Unión Europea, refuerza la “gran Eurasia” y debilita a Occidente ante el resto del mundo. La exclusión ha provocado que Rusia mire a Oriente para trazar sus asociaciones estratégicas y ponga fin a 300 años orientados a la integración con Europa.

La Rusia euroasiática se ha hecho mucho menos dependiente de la UE (sus industrias estratégicas, corredores de transporte e instrumentos financieros dependen menos de Occidente) y al mismo tiempo su enfoque hacia Asia fortalece la cooperación entre India y China.

La Unión Europea no se ha enterado de que en Moscú ya no la necesitan. Las sanciones se vuelven contra ella, que importa petróleo y derivados rusos a través de India y compra el gas licuado a EEUU a entre tres y cuatro veces el precio del gas ruso, lo que lastra su economía. Resultado: Rusia es la primera economía de Europa (previsión de 4% de crecimiento en 2024) y Alemania roza la recesión (previsión del 0,2%).

4- La Unión Europea se hace más dependiente política y económicamente de EEUU y con ello se debilita. La estrategia rusa no es integrar al país en Europa, sino integrar a la Unión Europea en el gran polo continental euroasiático cuyo motor es chino.

5- La iniciativa china de la Nueva Ruta de la Seda amplía su peso en Asia y África oriental, desplazando la influencia de Estados Unidos. América Latina desarrolla sus relaciones con China, India, Irán, erosionando la hegemonía de Estados Unidos en el hemisferio occidental.

6- Las sanciones occidentales estimulan la reorganización industrial de Rusia y la integración entre Rusia, China e Irán para programas comunes civiles y militares.

7- La confiscación de las reservas en dólares de países como Irán, Venezuela, Rusia y Afganistán, complica la capacidad de Estados Unidos de financiar su proyección global. El dólar es visto con precaución y las sanciones de Washington empujan a muchos países a comerciar en otras monedas y a crear alternativas al sistema internacional de transferencias financieras (swift). Todo ello merma la eficacia de las sanciones como instrumento de política exterior. El senador republicano Marco Rubio lo expresa así: “En cinco años ya no podremos hablar de sanciones porque habrá un montón de países que comerciarán en otras monedas y perderemos la posibilidad de sancionarlos”.

8- La superioridad militar estadounidense está en cuestión, y en caso de gran guerra, podría perderla. En palabras del exvicesecretario de Estado Aaron Wess Mitchell: “Eso pasaría porque a diferencia de Estados Unidos, que debe ser fuerte en tres puntos del mapa a la vez, a cada uno de sus adversarios –China, Rusia e Irán– les basta con ser fuertes solo en su propia región para conseguir sus objetivos”.

9- El riesgo de una guerra nuclear es mucho mayor hoy que durante la Guerra Fría. Los tres frentes abiertos implican a por lo menos cinco potencias nucleares: Estados Unidos, Israel, Rusia, China y Corea del Norte (siete si incluimos a Inglaterra y Francia).

10- Hay un creciente descontento con el sistema de dominio americano de finales del siglo XX y un deseo de sustituirlo por un orden multipolar. Pero, como dice el exembajador americano Chas Freeman, autor de algunos de estos diez puntos, “hasta ahora nadie se ha planteado a qué conducirá el nuevo sistema internacional, que implica una interacción entre Estados más compleja que antes, por lo que hay que recordar el viejo dicho: cuidado con lo que deseas, porque puede hacerse realidad”. 

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Todas las cábalas y pronósticos sobre la correlación de fuerzas global serían veniales si no fuera porque la dinámica de conflicto en la que estamos entrando es muy contradictoria con el momento que atraviesa la humanidad en este siglo. Vivimos una carrera con el tiempo. Una época de retos existenciales irresolubles sin una gran concertación internacional. Retos, como el calentamiento global, que crecen y se incrementan conforme no se actúa contra ellos.

El conflicto entre potencias es algo que ya no nos podemos permitir como especie amenazada por nuestra propia acción, o, mejor dicho, por el metabolismo del sistema socioeconómico inventado por Occidente hace un par de siglos.


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