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Aprender a escuchar con el corazón

Tengo tres hij@s. Para mí la maravilla más grande que me ha pasado en mi vida. Acompañarl@s en su crecer es lo que más alegría y sentido me da. Y también es el reto más difícil que jamás he enfrentado. Mis orejas escuchan gritar al uno: “mamá, me ha quitado el juguete”. El otro entonces intenta superar el volumen exclamando: “pero este es mío!! Yo tengo derecho a jugar con él. ¡¡¡Es injusto!!!” Y a partir de ahí se desarrolla un debate cada vez más ruidoso. Y si faltan las palabras empiezan a pegar, empujar, patear, rasguñar, etc. Con suerte llego a tiempo, antes de las primeras heridas físicas. Con más suerte aún logro poner un alto al conflicto y ayudo a encontrar soluciones. Pero esas soluciones suelen estar de poco aguante sino logro escuchar con el corazón. Si me quedo en silencio, miro las caras de mis hij@s, toda su expresión corporal y también presto atención a lo que puedo escuchar entre líneas, entonces tengo la oportunidad de percibir lo que realmente quieren decir. Necesitan algo. Una necesidad profunda – puede ser física, social o emocional.

¿Qué necesidades tenemos? Alimentación, agua, suficiente sueño, una temperatura adecuada y otras cosas que quiere el cuerpo. Uno de mis hijos se vuelve inaguantable cuando tiene hambre. En esta situación no sirve que me pare de cabeza, que reclame su juguete, ni nada. Tiene que comer. El otro reacciona igual cuando está con mucho sueño.

Volvemos al conflicto descrito arriba. Tal vez al seguir el debate, una exclamación es: “pero no me dejan jugar con ellos!!” Eso indica que no está satisfecha una necesidad social: ser parte del grupo. Como animales de manada, necesitamos sentirnos acogidos en el grupo. Además necesitamos reconocimiento, ser escuchados, sentir que podemos influenciar en nuestro entorno y otros.

¿Y emocionalmente? Necesitamos dedicar nuestro tiempo en actividades interesantes, necesitamos que se respeten nuestros límites, necesitamos sentir nuestra autonomía, etc.

Volvemos al conflicto: Tal vez el uno tiene hambre, el otro necesita sentirse parte del grupo, además uno de los dos siente que nunca le escucho, tal vez… Cuando logro percibir eso y cumplo bien mi mandato de mamá, entonces puedo ayudar a que encontremos soluciones duraderas. Y así logramos estar felices vuelta. Y muchas veces sin que diga nada el respeto, el uno devuelve el juguete y el otro dice: “juega nomás, y yo voy a ser el amigo que…” y dentro de poco están en el mejor juego…

Estos días estoy en mi casa y de rato en rato me llegan noticias por diferentes lados. Escucho exclamaciones en voz alta, discursos, insultos… y también, rezos, pedidos, llantos… Y si logro quedarme en silencio, entonces escucho las frustraciones. Lo que realmente están diciendo: no me prestan atención, no me escuchan, no me siento parte del grupo, no me siento seguro, siento que no puedo influenciar, siento que…

¿Queremos soluciones duraderas? Empecemos a escuchar con el corazón.


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