Brasil y la debilidad en una negociación gasífera

En los próximos días se cumple el plazo de 70 días que el Ministerio de Hidrocarburos boliviano pactó con el Gobierno de Brasil para firmar una nueva adenda al contrato de exportación de gas al gigante sudamericano. En esa adenda se deben detallar los aspectos para dar por concluido el...

En los próximos días se cumple el plazo de 70 días que el Ministerio de Hidrocarburos boliviano pactó con el Gobierno de Brasil para firmar una nueva adenda al contrato de exportación de gas al gigante sudamericano. En esa adenda se deben detallar los aspectos para dar por concluido el contrato de exportación vigente desde 1999 y que ha supuesto el principal ingreso del país en las primeras dos décadas del siglo XXI.
El embajador brasilero no estaba en aquella mesa de la zona sur de La Paz construyendo la Patria Grande o restableciendo la democracia, estaba protegiendo los intereses de las empresas brasileras
El contrato llegó a su fin en 2019, sin embargo no se han entregado todos los volúmenes previstos en contrato original, por lo que se prevé una ampliación. El anterior ministro, Luis Alberto Sánchez, preveía un volumen sin entregar de casi 2 trillones de pies cúbicos, lo que según sus cálculos, exigían al menos cinco o seis años más de exportación. El actual ministro, Víctor Hugo Zamora, deliberadamente, no ha querido precisar los datos exactos.

La situación de ese montante sin entregar es más complejo de lo que parecería a simple vista, pues el contrato establecía cláusulas de entrega y pago obligatorios, para posteriormente “conciliar”. Es decir, que Brasil, pidiera o no el gas mínimo exigido en contrato – 24 millones de metros cúbicos – pagaba por ese monto, pero no en condición de regalo.

El anterior ministro, Luis Alberto Sánchez, aseguró que el volumen pendiente de entrega no estaba cancelado y que por lo tanto, lo seguiría cancelando Brasil a medida que recibiera el energético. Su sucesor, Víctor Hugo Zamora, ha asegurado justamente lo contrario, y hace ya varias semanas que elude una entrevista con este medio para precisamente poder concretar temas como este.

La diferencia entre que esté pagado o no puede resultar catastrófico para el país y para los departamentos, que habrían cobrado regalías adelantadas por un gas no entregado, y que deben entregar ahora con unos niveles de producción endebles y con un fracaso lapidario en las políticas de exploración e incorporación de nuevos pozos.

Sin embargo, al tratarse este de un mercado altamente especulativo, el Ministerio parece haber decidido mantener algunas de las técnicas arrastradas desde su antecesor y no enfrentar las realidad, que podrían concretarse, por ejemplo, en un juicio por incumplimiento de deberes.

Zamora, como Sánchez, ha decidido vender en el país la idoneidad del mercado liberalizado en Brasil como una oportunidad para el gas boliviano – barato en su transporte por ducto, pero deficiente en su producción – y así maquillar la forma en que se liquidará el gas pendiente.

La operación es de alto riesgo, y la negociación, en unas condiciones de precaria interinidad como las que ofrece Zamora, amenazan catástrofe. El régimen de Bolsonaro es ultraliberal, no nacionalista; el régimen de Bolsonaro es pro imperial, no integracionista. Quien crea que las “afinidades” ideológicas con el Gobierno de Áñez contribuirán a hacer un buen contrato del futuro se equivocan; el embajador brasilero no estaba en aquella mesa de la zona sur de La Paz construyendo la Patria Grande o restableciendo la democracia, estaba protegiendo los intereses de las empresas brasileras, y en este embate se habla de decenas de millones de dólares.

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