¿Cuándo es mejor olvidar y mirar hacia adelante?
Este hecho permitió ubicarme en tercera fila. Así que pude observarle minuciosamente al conferenciante. Cuando llegó la hora indicada, la secretaria permanente de la Academia Sueca, Sara Danius, junto a Ishiguro salieron de una puerta lateral. Los presentes se pusieron de pie, y los aplausos...
Este hecho permitió ubicarme en tercera fila. Así que pude observarle minuciosamente al conferenciante. Cuando llegó la hora indicada, la secretaria permanente de la Academia Sueca, Sara Danius, junto a Ishiguro salieron de una puerta lateral. Los presentes se pusieron de pie, y los aplausos estallaron en el salón pulcro de paredes blancas con decoraciones doradas y luminosas arañas que colgaban del techo. Acto seguido, el silencio se apoderó del aposento. Ishiguro con el pelo bien corto, impecablemente vestido de terno negro, camisa blanca, zapatos negros y una corbata ploma con jaspes blancos, se sentó en la primera fila en la sección donde se encontraban los miembros de la Academia. Mientras tanto, Sara Danius, dio la bienvenida al público e inmediatamente cedió la palabra a Ishiguro, quien se dirigió a la tarima. Y desde allí dijo en tono humorístico: “Escuché que la puerta por la cual atravesamos Sara Danius y yo, se abre solamente dos veces al año. Me siento honrado por ser una de las personas que ha cruzado esa puerta. Me pregunto si la puerta está cerrada con llave, si trato de salir por el mismo camino” (risas). Luego empezó su discurso titulado “Mi velada con el siglo veinte y otros pequeños descubrimientos”. Un texto de 10 páginas que describe cronológicamente la vida y los episodios por los que pasó Ishiguro.
La Academia Sueca explicó que los temas más recurrentes en la obra de Ishiguro son: la memoria, el tiempo y el autoengaño. Y que el escritor, inglés de origen japonés, explora sobre lo que se debe hacer para sobrevivir como individuo y como sociedad. Otros expertos en asuntos “ishigurianos” aseguran que en sus obras indaga cómo la memoria se relaciona con el olvido, la historia con el presente y la fantasía con la realidad. En otras palabras, Ishiguro trabaja con ese filtro que tenemos en la mente, y que nos permite almacenar información en conformidad con nuestro entorno social, nuestro trabajo, estudios, capacidad intelectual etc. Pero también es posible que esa información acumulada sea errónea o, en su caso, vaya alterándose para seguir un camino desfigurado lejos de los buenos modales, la ética y la moral. Para, finalmente, caer en el autoengaño. Además, es preciso señalar que la información que no se activa o no se repite, para formar surcos cerebrales, se va borrando con el tiempo hasta llegar al olvido. Probablemente por todo eso, el homenajeado ha escrito sobre personas que se debaten entre olvidar y recordar.Ishiguro ratifica también que después de la caída del Muro de Berlín, han surgido enormes desigualdades de riqueza y oportunidades entre países y dentro de los mismos países. Y en la misma dirección señala: “En particular, la desastrosa invasión de Irak de 2003 y los largos años de políticas de austeridad impuestas a la gente corriente después de la escandalosa crisis financiera de 2008, nos ha llevado a un presente en el que proliferan ideologías de ultraderecha y nacionalismos tribales. El racismo, en sus formas tradicionales y en sus versiones modernizadas y maquilladas, vuelve a ir en aumento, revolviéndose bajo nuestras civilizadas calles como un monstruo que despierta”.Pues bien, Kazuo Ishiguro es un escritor audaz porque ha transgredido el tradicional discurso Nobel. A diferencia de sus antecesores, habla de política, de racismo, de la caída del Muro de Berlín etc. Es dueño de un lenguaje que ha sabido relacionar la historia con el presente. Por lo tanto, escribe con vigor emocional sobre los valores liberales, de su Japón posnuclear, de la aristocracia británica, de la memoria colectiva y de la conciencia frágil que nos puede engañar.