¡Vive, no mueras!

Pidió a un niño que saliera al patio y trajera un informe de lo que viera en él. Cuando regresó, el pequeño contó con detalle todo lo que había visto. Al terminar, la maestra le preguntó: “¿Has visto a Dios en lo que has contemplado?”. “No, maestra, no he visto a Dios”, contestó...

Pidió a un niño que saliera al patio y trajera un informe de lo que viera en él. Cuando regresó, el pequeño contó con detalle todo lo que había visto. Al terminar, la maestra le preguntó: “¿Has visto a Dios en lo que has contemplado?”. “No, maestra, no he visto a Dios”, contestó el joven.Una pequeña, que se movía intranquila en su asiento, pidió permiso para realizar unas cuantas preguntas a Juancito. Como si no hubiera presenciado la escena anterior, preguntó a su compañero: “¿Viste a Dios en los árboles?”. “No”, dijo él. “¿Lo viste en las flores?”. “No”, respondió de nuevo. “¿Ves a la maestra?”, continuó preguntando ella. “Sí”, afirmó el muchacho. “¿Ves el cerebro de la maestra?”, fue la última pregunta. “Por supuesto que no”. “Entonces -declaró enfáticamente la niña—, la conclusión de lo aprendido en clase, es que la maestra no tiene cerebro”.


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