Tres momentos con Erick Rojas
Acciones clandestinas En los primeros meses del 82 ya podía avizorarse el final de la dictadura, a pesar de que sus mecanismos represivos seguían intactos. García Meza ya había caído y los militares con Torrelio buscaban alguna salida política. En ese contexto los militantes de secundaria...
Acciones clandestinas En los primeros meses del 82 ya podía avizorarse el final de la dictadura, a pesar de que sus mecanismos represivos seguían intactos. García Meza ya había caído y los militares con Torrelio buscaban alguna salida política. En ese contexto los militantes de secundaria (hablamos de los miembros del Partido Obrero Revolucionario – POR) recibimos la instrucción, de ir a reforzar a los universitarios. Los conocimos por primera vez ya que la organización clandestina era realmente compartimentada, y la mayor parte de los colegiales nos habíamos hecho militantes casi al tiempo que se inició la dictadura, es decir en la clandestinidad. Se había decidido comenzar a llamar a movilizaciones públicas por primera vez desde el golpe de julio del 82. Ahí fue la primera vez que conocimos (de lejos) a Erick Rojas que ya era un dirigente destacado que venía militando desde la época de la dictadura de Banzer.La dinámica de las movilizaciones era muy simple. Cualquier día de la semana (con frecuencias de entre diez y quince días), a la hora punta cuando comenzaba la noche y el atrio rebalsaba de estudiantes, comenzábamos un mitin clandestino. Erick se paraba al centro y comenzaba a hablar rodeado de varios círculos de militantes que tenían la misión de apoyarlo y sobre todo protegerlo. La arenga duraba unos cuantos minutos hasta que llegaban los paramilitares y policías (acompañados generalmente por una amplia profusión de gases lacrimógenos). En ese momento el actoterminaba y Erick huía, generalmente en una moto (obviamente había varios planes de escape que solo los encargados conocían).Con el correr de las semanas los ánimos se fueron crispando. Al gobierno le irritaba en sobremanera que hubiera movilizaciones en pleno centro paceño (y a solo tres o cuatro cuadras del Ministerio del Interior), por lo que fueron destacando cada vez más agentes para controlar la UMSA, encabezados por un grupo de argentinos, la flor y nata de su aparato represivo (inclusive en algún momento llegaron a improvisar algún centro de detención en la misma UMSA, en lo que hoy es la Secretaria General). Los mítines eran cada vez más cortos y el riesgo que corrían los militantes (y especialmente Erick, al ser el dirigente público) también era cada vez mayor. Varios cayeron presos, con las consecuencias respectivas. En lo personal, recuerdo haber descubierto el miedo “de verdad” en esos momentos. Con Erick estaban otros dirigentes “históricos” como Guillermo Marín, y nombres como los de los hermanos Roman (Ariel, Javier, Rosita), Vladimiro Camacho, Rossmery Vargas, Jimmy Iturri, José Crespo, Otto Brieguer, Javier Mendoza, Horacio Zambrana y varios otros que conformaban el núcleo central universitario. En el grupo de estudiantes y maestros estaban Vilma Plata (valiente también hasta la temeridad) y Carmen Crespo. También en esas circunstancias me toco conocer a Roberto Ruiz Bass Werner (después me entere queel era tarijeño y que nuestras madres eran muyamigas). Roberto en realidad no era “trosko”, era “foquista – cheguevarista”, pero tenía ganas de pelear contra la dictadura, por lo que se metió de militante al POR.Es por eso es que cuando terminaronde caer los militares, se alejó rápidamente hacia otros ámbitos políticos.
La retoma de la UMSAFinalmente se decidió retomar la UMSA en los días finales de la dictadura. Primero ocupamos el edifico Hoy, donde funcionaba el canal universitario (uno de los dos únicos canales de televisión en esos momentos) y después nos dirigimos al monoblock central, donde se habían atrincherado los funcionarios y “paras” que cumpliendo órdenes querían impedir la toma a toda costa. El ambiente que se vivía en el atrio de la UMSA era realmente cinematográfico. Los paramilitares habían bloqueado la entrada con bancos y habían saturado el ambiente del Hall central con gases lacrimógenos, y cuando los “insurgentes” nos acercábamos, comenzaban a disparar para amedrentarnos. Fue Erick entonces el primero que se acercó a la pila de bancos, desafiando los disparos, para comenzar a deshacer el improvisado muro que impedía la entrada; fuimos varios los que lo seguimos, entrabamos a la nube de gases, sacábamos los bancos y al tomar contacto con el aire, nos deshacíamos por el malestar. La operación se repitió tres o cuatro veces hasta que la multitud se abalanzo sobre el edificio. La retoma de la UMSA fue parte del conjunto de movilizaciones populares que puso fin a la última dictadura militar.
La FUL TrotskistaAlrededor del 84 nos volvimos a encontrar con la “generación” de universitarios a la cabeza de Erick. Los militantes de secundaria (que el 83 habíamos ganado la FES – Federación Estudiantes de Secundaria, aunque el triunfo nos había sido escamoteado por la COD manejada por el Partido Comunista) los nos habíamos vuelto “preuniversitarios” y como tales llevamos adelante una poderosa movilización para conseguir el ingreso libre a la UMSA (creo que lo conseguimos en todas las facultades, menos en derecho e ingeniería que eran las más conservadoras). En esa nueva generación de militantes estaba gente como Gabriel Tavera, Fernando Molina, Jenny Gruenberguer, Ricardo Zelaya, Guillermo Mendoza y Carlos Uria, entre varios otros. Primero ganamos el Centro de Estudiantes de Economía, el más grande de la universidad y luego la FUL a la cabeza de Erick, victoria que se repetiría por dos veces consecutivas. De esa manera hacíamos realidad en nuestro ámbito la tesis del “partidos de masas” que Guillermo Lora propugnaba en esos tiempos. El problema es que la izquierda tradicional no se resignaba a perder la dirección universitaria y fue entonces que Filemón Escóbar, apelando a la tradicional viveza criolla, propuso como dirigente de la COB que se hiciera un “referéndum” para ver si los universitarios “estaban de acuerdo” con tener una FUL trotskista. La maniobra era clara, quería unir el voto del conjunto de los frentes contra nosotros, dejándonos en minoría. Eran alrededor de las diez de la mañana cuando algún camarada vino a avisarnos a las oficinas de la FUL que Alejandro Almaraz, del Partido Comunista entonces, estaba convocando a una Asamblea para hacer realidad la propuesta de Filemón. Salimos con Erick inmediatamente y ahí comenzaron más de veinte días de enfrentamientos diarios, a toda hora (me resulta inolvidable la expresión de Alejo en los primeros instantes de la pelea, cuando se dio cuenta que no estábamos yendo “a hablar”). Los “troskos” teníamos todo en contra: el Consejo Universitario encabezado por Pablo Ramos, la mayor parte de los Centros de Estudiantes manejados por el resto de la izquierda y la propia COB azuzada por Filemón (que por cierto, como todos sabemos, había sido también un importante dirigente trotskista). Pero lo que si teníamos a nuestro favor era “la calle”, la experiencia en acción directa que habíamos aprendido en la dictadura, y que finalmente venció por cansancio a nuestros rivales. Erik era el hombre de mirada inteligente y gesto amable, que fue clave en la evolución del movimiento universitario de la época. Nunca fuimos amigos personales, pero congeniamos de manera inmediata en el trabajo político. No coincidió con nosotros posteriormente cuando nos enfrentamos a la dirección encabezada por Guillermo Lora, pero jamás tuvo un gesto agresivo o fuera de lugar. Sin duda pasa a la historia como uno de los referentes más importantes de la historia del trotskismo boliviano.