Fascismos y populismos en el juego democrático

sin que necesariamente se los utilice con precisión.En EEUU el presidente Donald Trump ha eliminado el programa de “Acción Diferida para los llegados en la infancia” (DACA, por sus siglas en inglés) promulgado por Barak Obama. El DACA garantizaba la permanencia en el país del norte a...

sin que necesariamente se los utilice con precisión.En EEUU el presidente Donald Trump ha eliminado el programa de “Acción Diferida para los llegados en la infancia” (DACA, por sus siglas en inglés) promulgado por Barak Obama. El DACA garantizaba la permanencia en el país del norte a alrededor de 800.000 personas, hoy profesionales o estudiantes, que llegaron a EEUU en forma ilegal cuando eran niños.Estas personas están ahora en riesgo de ser deportados. La mayoría de ellos son de nacionalidad mexicana y hay alrededor de 3.000 bolivianos.Muchos activistas y críticos no han dudado en calificar a Trump como “fascista”. Durante y después de las contiendas electorales, Trump ha sido tildado de “populista”, en un intento de compararlo con líderes del sur, como el extinto Hugo Chávez o Evo Morales.Más recientemente en Bolivia, varias ONG y activistas se han tornado críticos del régimen por haber adquirido un tinte más autoritario frente a las minorías más vulnerables, mientras que se ha vuelto más conciliador con las minorías más poderosas (particularmente la agroindustria oriental y las transnacionales de la construcción y del extractivismo).Este viraje le ha valido al gobierno boliviano pasar de ser “populista” a ser llamado “fascista”. Es importante, sin embargo, buscar precisar lo que significan estos conceptos.El académico argentino Federico Finchelstein, profesor de Historia en la New School for Social Research de Nueva York, permite hacer esta precisión.“A diferencia de los fascistas, los populistas generalmente juegan dentro de las reglas del juego democrático, y eventualmente cederán el poder después de perder una elección. Ello se debe a que el populismo, aunque similar al fascismo en autodefinirse como el pueblo y la nación, vincula sus pretensiones totalizantes de representación nacional popular con decisiones electorales”, explica.En otras palabras, el populismo “proyecta una interpretación plebiscitaria (electoralista) de la política y rechaza la forma fascista de la dictadura”. En este sentido, el populismo es una “forma autoritaria de democracia”.Históricamente hablando, el académico nota que el populismo florece en contextos de crisis políticas (reales o imaginarias), ofreciéndose a sí mismo como una opción “anti-política”. Afirma hacer el trabajo de la política sin formar parte del proceso o sistema político.“La democracia en este sentido aumenta la participación política de las mayorías reales o imaginarias, mientras simultáneamente excluye y limita los derechos de las minorías políticas, sexuales, étnicas y religiosas. El populismo concibe al ‘pueblo’ como un solo ente que consiste en un líder, seguidores y nación. Esta trinidad de soberanía popular está enraizado en el fascismo, pero es confirmada o legitimada por los votos”.Igual que en el fascismo,  el populismo defiende un líder nacionalista iluminado que habla y decide por la gente, minimiza la separación de poderes, la independencia y legitimidad de la prensa libre, y lo legal-institucional. Pero a diferencia de éste, “en el populismo la democracia es cuestionada pero no destruida”.Teniendo claras estas diferencias, está por verse qué clase de regímenes gobiernan Bolivia, EEUU y otros países envueltos en esta polémica conceptual.


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