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Brasil en el dilema

Se está poniendo a prueba nada menos que la capacidad de la presidenta Dilma Rouseff  para escoger entre los gigantescos intereses de los acaparadores de tierras y las no menos gigantescas necesidades de los millones de brasileros que han escogido como su identidad una frase por demás...

Se está poniendo a prueba nada menos que la capacidad de la presidenta Dilma Rouseff  para escoger entre los gigantescos intereses de los acaparadores de tierras y las no menos gigantescas necesidades de los millones de brasileros que han escogido como su identidad una frase por demás elocuente: Los Sin Tierra.El asunto ya le está dando la vuelta al mundo y tiene que ver con  la reforma del Código Forestal brasilero, de 1965, que aprueba una amplia amnistía a los grandes terratenientes que hasta 2008 llevaron la deforestación de la Amazonia. La ley para esa reforma ya fue aprobada por el Poder Legislativo en Brasilia y ahora los ecologistas y la oposición le piden a Dilma Rousseff que vete la ley para no manchar la credibilidad del país en materia ambientalista en la ya muy próxima reunión de la ONU llamada Rio+20, en el que Dilma será la gran anfitriona y a la que acudirán jefes de Estado de todos los continentes para celebrar el 20 aniversario de la primera cumbre de la Tierra.El asunto es más peligroso que meter la mano en un bulto de anzuelos, porque no es ningún secreto que La aprobación en el Congreso, contra la voluntad de la Presidenta Dilma, del nuevo Código Forestal, ha sido debido a la fuerza que en él representa la llamada “lobby ruralista”, la del grupo de diputados ligados a los grandes terratenientes gracias a cuyos favores son siempre reelegidos.Mientras tanto, 120 integrantes de  Movimientos y organizaciones sociales de América Latina y el Caribe que se reunieron en Buenos Aires del 22 al 25 de marzo en la III Conferencia Especial para la Soberanía Alimentaria, (previa a la 32ª Conferencia Regional de la FAO - Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) emitieron una Declaración de Buenos Aires en la que cuestionaron la posición adoptada por la FAO en relación al acaparamiento de tierras en América Latina.Como para que se cumpla esa ley de Murphy que dice que no hay situación, por mala que sea, que no pueda empeorar, hay que tener en cuenta que desde el 26 de junio de 2011, el brasileño José Graziano da Silva es Director General de la FAO. El mandato del nuevo Director General, comenzó el 1 de enero de 2012 y se debería prolongará hasta el 31 de julio de 2015, pero así como se pinta la situación nada está seguro.Tenía que suceder, porque se ha dicho que Brasil debería llamarse “Belindia”, porque allí parece que se juntaran la modernidad de Bélgica y las inconmensurables necesidades de la India.Pronto veremos quienes ganan en la pulseta: los grandes terratenientes y las corporaciones transnacionales de origen brasilero, como Petrobras, Vale de Rio Doce, Odebrecht, Quiroz Galvao (y sus filiales) y otras igualmente conocidas, o los millones de brasileros sin tierra.Y todo esto casi en vísperas de se anfitrión de un campeonato mundial de futbol y una olimpiada.Definitivamente, Brasil está para alquilar balcón.

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