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Reflexiones desde el cursillo La globalización y la solidaridad

Día a día las noticias nacionales y extranjeras reflejan la problemática del mundo unificado por angustias de distintos signos y hermanados por la incertidumbre del futuro. Estos problemas sociales tienen distintos signos y distintas lecturas en cada continente, en cada región, en cada país...

Día a día las noticias nacionales y extranjeras reflejan la problemática del mundo unificado por angustias de distintos signos y hermanados por la incertidumbre del futuro. Estos problemas sociales tienen distintos signos y distintas lecturas en cada continente, en cada región, en cada país y en cada hombre. Globalización significa que todos dependemos unos de otros, es evidente que más allá del mundo de las palabras, la globalización se muestra conflictiva. Esta manera nueva  de vivir y de relacionarse es estudiada por sociólogos, filósofos, economistas, políticos, etc.Hay preocupación por la mundialización de la economía, por la degradación del medio ambiente, desconfianza en las grandes instituciones como en el parlamento, en la policía, en la escuela, en la medicina, en la falta de justicia, porque la desmoralización se debe a una corrupción proliferante, heredera de la tentación del dinero fácil.La globalización es hoy un fenómeno presente en todos los ámbitos de la vida humana, pero debemos fecundizar la globalización, globalizando la solidaridad, la cual debe llevar un rechazo a todo conflicto armado y toda violencia. Digo que debe ser globalizada la solidaridad porque cuando un ser humano sufre, indignidad, pobreza o dolor no podemos tener la certeza de nuestra inocencia moral.Cuando un ser humano sufre la injusticia, sufre la falta de trabajo, la carencia de lo indispensable para vivir, cuando un enfermo sufre el dolor de su enfermedad, sumado al dolor moral de no poder pagar su curación, cuando no se tiene un techo donde cobijar a su familia y se les cierran las puertas, cuando la injusticia hace presa de los débiles, nosotros no podemos declarar nuestra inocencia o declarar que no lo sabíamos, ni estar seguros de que no hay nada que cambiar en nuestra conducta para impedir o por lo menos aliviar la suerte del que sufre, porque solidaridad es no ser indiferentes ante el dolor, es sentir, es compadecerse y actuar en la medida de nuestras posibilidades. Puede ser que individualmente nos sintamos impotentes, pero podríamos hacer algo unidos, porque esta unión estaría hecha por los hombres para los hombres. Los países pobres están condenados a la pobreza, a la ignorancia, a la enfermedad, al hambre y a la muerte; los recursos que deberían destinarse a construir caminos y represas, a las escuelas, a la asistencia sanitaria, son desviados con consecuencias desastrosas para pagar deudas que no disminuyen sino que aumentan debido a las tasas de interés y a la devaluación de la moneda. Si esta situación fuera económicamente vista como normal, no lo es desde el punto de vista moral.Hoy la mayor parte del tercer mundo vive como rehén por una esclavitud con sus consecuencias devastadoras, la mayor parte del tercer mundo vive agobiada bajo el peso de una deuda internacional, en Etiopía cada año mueren 100.000 niños a causa de enfermedades fáciles de prevenir, mientras el gobierno gasta para pagar la deuda cuatro veces más de lo que invierte en salud.Si seguimos a Jesús de Nazareth sabemos que debemos perdonar a nuestros deudores y dar de comer al hambriento, vestir al desnudo, para ser recibidos por nuestro Padre del cielo.El Papa Juan Pablo II dijo: “La Iglesia en América está llamada no solo a promover una mayor integración entre las naciones contribuyendo a crear una cultura globalizada de la solidaridad, sino a colaborar con los medios legítimos en la reducción de los efectos negativos de la globalización, como son el dominio de los más fuertes sobre los más débiles. Si no se quiere llegar a una catástrofe general, esta globalización de la economía no puede prescindir de la solidaridad. Condonar la deuda o al menos reducirla, sería un paso significativo para construir un mundo nuevo, en el que todos pudieran disfrutar de una justa distribución de la riqueza en función del bien común”.

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