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La jungla española

Lo que está sucediendo con las bandas públicas de ladrones y sus tramas, con un juez instructor y los respectivos tribunales en España son otros más de los muchos fenómenos sociológicos del reino de la fuerza más o menos sofisticada que menudea todavía en los países escasamente...

Lo que está sucediendo con las bandas públicas de ladrones y sus tramas, con un juez instructor y los respectivos tribunales en España son otros más de los muchos fenómenos sociológicos del reino de la fuerza más o menos sofisticada que menudea todavía en los países escasamente desarrollados desde el punto de vista colectivo. El individualismo social se impone en ellos. Un individualismo que en realidad es grupal y sectario. Los individuos depredadores se conciertan. Lo mismo lo hacen con cinismo que en secreto.Y esa clase de individualismo, a estos niveles de abuso y sonrojo, sólo se evita, o se corrige, de dos maneras: con un sistema político draconiano o totalitario, o con una intensa educación del respeto al prójimo y una pedagogía del “deber ser” valientes frente al abuso y la injusticia. Ni una cosa ni otra hay en España para impedirlo o superarlo.En los países donde abunda la injusticia y el abuso existen polarizados y muy marcados estos tipos de individuo: el dominante e implacable (como lo es el macho en algunas familias zoológicas), el “discreto” que dice “yo no quiero saber nada” o “eso no va conmigo”, el medroso ante el dominante, y el astuto que se alía al más fuerte en la circunstancia. Sobra decir que el dominante es el fuerte y los otros son los débiles. La “inteligencia” es lo de menos, pues podemos considerar inteligente, aun débil o por débil, al que se retira ante el fuerte para salvar el pellejo. En todo caso lo que entre la familia humana más se resiente en tantos casos de abusos, primero, y de injusticia después, es el raciocinio.En Valencia, en el Tribunal Supremo y en tantos otros ámbitos, se han impuesto los machos dominantes de la manada nacional. En el primer caso, por el refuerzo en la sombra o a la luz del día, de uno y otros cuantos que se han unido a él desde sus respectivos centros de poder. En el Tribunal Supremo, gracias al tremendismo de alguno de los que forman parte del Tribunal, reforzado a su vez por otros especimenes asociados al franquismo viejo o tardío.En estos dos casos y tantos otros donde se impone el fuerte sucede lo mismo. España es un huerto donde, todavía en el siglo XXI y por mor de la historia reciente y el reino del “temor de Dios” crecen y se multiplican tanto el macho dominante como la picardía como la cobardía como la pusalinimidad. No es lo mismo, al final y para hacer balance, haber pasado por una guerra civil y padecido a un dictador y al Santo Oficio durante mucho tiempo, que haber pasado, como es el caso de los restantes países europeos, una guerra total que al final ha hecho más homogéneos en su carácter e idiosincrasia a los países y sociedades que participaron en ella.En resumen, en España son miles los machos dominantes capaces de cualquier cosa por mantener su supremacía en la manada nacional, y millones de discretos, de astutos y de inteligentes de los dos sexos que se mantienen en un segundo plano. Por eso casi todo lo que sale de los poderes del Estado es tan escandaloso, vergonzante o canallesco aunque vaya envuelto en legalidad y solemnidad, y son muy pocos quienes se enfrentan a ellos. Y aunque ahora el periodismo se ha incorporado a la investigación que no han hecho los inspectores estatales a quienes corresponde hacerla, nadie parece ser capaz de detener a los machos ni siquiera en el último escalón de la justicia.

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