Un cartel de cuidado

denominación usualmente utilizada para identificar a grandes organizaciones ilícitas o a un conjunto de organizaciones que establecen acuerdos de autoprotección, colaboración y reparto de territorios (plazas) para llevar a cabo sus actividades. La denominación de “Cartel de las Siete...

denominación usualmente utilizada para identificar a grandes organizaciones ilícitas o a un conjunto de organizaciones que establecen acuerdos de autoprotección, colaboración y reparto de territorios (plazas) para llevar a cabo sus actividades. La denominación de “Cartel de las Siete Hermanas”, para referirse a grandes corporaciones petroleras privadas, fue acuñada por Enrico Mattei, padre de la industria petrolera moderna italiana, para referirse a un grupo de siete compañías que dominaban el negocio petrolero a principio de la década de 1960. Mattei empleó el término de manera irónica, para acusar a dichas empresas de cartelizarse, protegiéndose mutuamente en lugar de fomentar la libre competencia industrial, perjudicando de esta manera a otras empresas emergentes en el negocio.Los cruentos enfrentamientos de Mattei con las petroleras fueron llevados inclusive al cine, precisamente con el nombre de “El caso Mattei”. Hoy, luego de fusiones, absorciones y otras movidas financieras, las siete hermanas ya no son las originales. Pero que existen, existen, y siguen actuando en forma cartelizada.Eso no lo podemos olvidar, no lo debemos olvidar, especialmente los países que tenemos intereses vitales comprometidos con la actividad petrolera. Así como tampoco debemos olvidar que la fundación de la Organización de Países Exportadores de Petróleo, OPEP, como contraparte de ese cartel petrolero, se logró gracias a las gestiones realizadas por Juan Pablo Pérez Alfonzo, ministro petrolero venezolano.Es un tema que no cambia mucho con el tiempo, porque así hubo una petrolera (la Standard Oil) involucrada en “nuestra” Guerra del Chaco, hay petroleras involucradas en guerras civiles, en la creación de nuevas y ficticias “repúblicas independientes” que se acomoden a los intereses de tales petroleras, y con seguridad existen infinidad de trucos, intrigas y marrullas en las cuales las empresas petroleras privadas son las principales protagonistas.Muchas veces esos artilugios pasan desapercibidos, como cuando el presidente de YPFB anunció que negocia contratos con seis empresas petroleras interesadas en realizar inversiones en Bolivia y mencionó (como quien no quiere la cosa) a YPF Argentina, que no existe, porque desapareció en 1999 y Repsol adquirió prácticamente la totalidad de las acciones de la petrolera estatal argentina YPF y la sociedad pasó a llamarse Repsol YPF, S.A. constituyéndose en la empresa multinacional que ahora es.Y así, mientras en Nigeria, en Timor, en Guinea Ecuatorial o en Kazajstán las petroleras hacen estragos, aquí ni siquiera sabemos cuánto les cuesta realmente extraer un barril de petróleo y andamos pendientes de pagarles “compensaciones”.Si nosotros, los simples ciudadanos, ni siquiera sabemos realmente quiénes son los propietarios de esas corporaciones, muchos menos podemos saber cuánto y cómo ganan. Y son muchos, muchísimos millones de dólares los que ellas ganan, explotando un recurso que, por cierto, no es renovable. Se agota.Pero ya una vez lograron que Bolivia les reconociera ese “factor agotamiento” como un beneficio para las empresas petroleras privadas. ¿Será que no aprenderemos nunca?

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