Lo que ensucia las conciencias

Pensándolo bien, no es propiamente el petróleo, como elemento físico, el que causa eso, lo hace cualquier elemento valioso, es decir, cualquier elemento al cual la sociedad otorgue un valor excepcional. Sucedió y sucede aún con el oro, que ha provocado “fiebres” casi indescriptibles.En...

Pensándolo bien, no es propiamente el petróleo, como elemento físico, el que causa eso, lo hace cualquier elemento valioso, es decir, cualquier elemento al cual la sociedad otorgue un valor excepcional. Sucedió y sucede aún con el oro, que ha provocado “fiebres” casi indescriptibles.En Bolivia deberíamos tener recuerdos claros de esas situaciones, porque las hemos sufrido y sufrimos aún. Perdimos el departamento del Litoral no porque el pueblo chileno tuviera algo contra el pueblo boliviano, sino porque en esa  región existían elementos valiosos (valorizados, deberíamos decir) como el salitre y el guano. Si, el estiércol de aves que era muy valioso antes de que se inventen los fertilizantes derivados del petróleo.Tuvimos otra guerra luego, con todos sus altísimos costos, “simplemente” porque en el lugar del conflicto crecían con facilidad y en abundancia unos árboles, cuya savia estaba “de moda” para fabricar un producto todavía poco conocido pero que tendría usos casi maravillosos: el caucho, que es el elemento inocultable detrás de la guerra del Acre.Esas, si reducir su importancia, podemos considerarlas guerras “antiguas”, porque tenemos más próxima otra guerra, con dolorosos recuerdos todavía no cauterizados del todo, la Guerra del Chaco, que tampoco tenía que ver con odios ni enemistades de los pueblos que allí derramaron su sangre. Es decir el pueblo boliviano y el pueblo paraguayo. Tenía que ver, con el petróleo, elemento indispensable en los conflictos de toda clase y tamaño en el último siglo y medio.Algunas cosas han cambiado. Ya no existe la Stándard Oil, que tanto tuvo que ver con ese conflicto, pero hay otras corporaciones petroleras y aunque ya no se habla de petróleo, se habla mucho del gas, que viene a ser lo mismo.Y concluyamos, precisamente, recordando algo sobre el emperador Carlos Quinto y lo que un cronista de su época escribía a propósito del levantamiento comunero: “Dos años y medio había, y aun no cabales, que el Emperador había venido a estos reinos y gobernándolos por su persona y presencia, y los tenía en mucha tranquilidad, paz e justicia, cuando el demonio, sembrador de cizañas, comenzó a alterar los pensamientos y las voluntades de algunos pueblos y gentes; de tal manera que se levantaron después tempestades, alborotos y sediciones.Tempestades, alborotos y sediciones estamos presenciando ahora nosotros, aunque ya no exista un emperador Carlos Quinto, sino otros, con distinto nombre.Y reiteramos que no estamos satanizando, porque no nos gusta hacerlo, así como no nos gusta sacralizar.

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