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En el ojo de la tormenta

En estos días, nuevamente, la banca está en el ojo de las tormentas noticiosas y no solamente porque  mientras más países se quiebran  y colapsan, solo la banca, ahora hipertrofiada por la globalización, es la única que recibe millonarios salvatajes, aun a costa de los estados que la...

En estos días, nuevamente, la banca está en el ojo de las tormentas noticiosas y no solamente porque  mientras más países se quiebran  y colapsan, solo la banca, ahora hipertrofiada por la globalización, es la única que recibe millonarios salvatajes, aun a costa de los estados que la cobijan.De haber sido una actividad generalmente “arrimada” a los templos, la banca pasó a convertirse en templo mayor de esa actividad teologizada que es el mercado.Dicen las enciclopedias que hay registros existentes de préstamos en Babilonia durante el Siglo XVIII antes de Cristo. Los trapezitas eran los banqueros en la antigua Grecia. Trapeza era la mesa detrás de la que estaban en las tiendas, a veces destinadas a otro tipo de actividad comercial, pero muy a menudo a las transacciones bancarias. El lugar de operaciones de los bancos más importantes seguían siendo sin embargo los grandes templos, donde los sacerdotes hacían crecer el dinero que recibían en depósito de acuerdo a los préstamos concedidos a los particulares y a las ciudades.Hay prueba de que este tipo de operaciones posiblemente se efectuaban en tiempos de Abraham, pues los antiguos sumerios tenían “un sistema singularmente complejo de prestar y recibir préstamos, mantener dinero en depósito y proporcionar cartas de crédito. En Babilonia, como más tarde en Grecia, la actividad bancaria se centró alrededor de los templos religiosos, cuya “naturaleza sacrosanta” suponía una seguridad contra los ladrones. Contra los ladrones externos, porque a los “internos” tuvo que ser un revolucionario como Cristo quien se atreviera a expulsarlos.Aunque está trasminada de mitos, toda esa es historia que conviene conocer, por mucho que, aún conociéndola, parezcamos sentenciados a repetirla una y otra vez.Últimamente quienes más enfrentados se han mostrado contra el sistema bancario son, precisamente, los estudiosos de la economía.  Y no lo decimos sólo por el presidente ecuatoriano Rafael Correa, economista y quien, por cierto, estudió en la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign, Estados Unidos hasta doctorarse en 2001, sino por economistas laureados como el Nobel Joseph Stiglitz, quien fuera alto funcionario del Banco Mundial, antes de retirarse y convertirse en una de sus más ácidos y certeros críticos.El premio Nobel de Economía, como sabemos, no lo creó Alfredo Nobel, sino precisamente un banco, el Banco Central de Suecia.Lo de Rafael Correa le está dando en este momento la vuelta al mundo, como noticia, porque el presidente ecuatoriano, en plena “Cumbre Iberoamericana” acusó al Banco Mundial de organismo “chantajista” y cuando intervenía la delegada del BM a la reunión, Correa la abandonó diciendo que él no tenía por qué escuchar a quien calificó de “heraldo de neoliberalismo en América Latina”.Eso estaba, para usar un dicho conocido: “como para alquilar balcón”.

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