Cosas de Shakespeare

No soy jurista. No me voy a meter en el berenjenal de discutir si es o no es acertado el fallo de la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia que ratifica en tercera instancia la condena de 24 años de cárcel impuesta hace cuatro por un juez de circuito a Alberto Santofimio por el asesinato de...

No soy jurista. No me voy a meter en el berenjenal de discutir si es o no es acertado el fallo de la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia que ratifica en tercera instancia la condena de 24 años de cárcel impuesta hace cuatro por un juez de circuito a Alberto Santofimio por el asesinato de Luis Carlos Galán hace 22, y revocada hace tres por el Tribunal Superior de Cundinamarca. Esta vez contra la sentencia de la Corte -según dicen sus propios términos al final de los 73 folios de consideraciones- ya “no procede ningún recurso”. Aunque estamos en Colombia: nunca se sabe. (Pero, repito, no soy jurista, pese a ser colombiano). Si ha habido ya tres instancias, cuando el máximo son dos, ¿por qué no va a haber una cuarta? (O un indulto).Hace cuatro años, cuando en primera instancia fue condenado Santofimio y la viuda de Galán declaró que siempre había sabido que la justicia “tenía que llegar”, escribí aquí mismo que ni había llegado entonces ni iba a llegar tampoco en el futuro, y que en la segunda instancia Santofimio saldría absuelto. Cuando así sucedió, un año más tarde, fue él quien afirmó que esa vez sí se trataba de un triunfo de la justicia. No sé qué estarán diciendo ahora la una o el otro, que obviamente son ambos parte interesada. Pero repito yo: eso no es justicia. La justicia empieza por establecer la verdad, y a eso no se ha llegado. Seguimos sin saber quién mató a Galán: esa “mucha gente” de que habló Pablo Escobar; tal como no lo supimos cuando, recién muerto, el entonces jefe del DAS, Maza Márquez (hoy preso y también acusado por el mismo crimen) desvió las investigaciones hacia unos inocentes para que no se conocieran los culpables.Otro tanto nos pasa, claro está, con otros cuantos asesinatos. Sobre el de Álvaro Gómez Hurtado su hermano acaba de publicar un libro que insinúa muchas pistas pero no sigue ninguna. Y de ahí hacia atrás -Pizarro, Gaitán, Uribe Uribe, el mariscal Sucre...- lo mismo nos pasa con los ocho o diez llamados magnicidios que, entre genocidio y genocidio, han marcado la historia de Colombia. Otrosí: asimila los magnicidios a los genocidios, tal como se está haciendo ahora tanto en el caso de Gómez como en el de Galán, y calificarlos a todos de crímenes de lesa humanidad, me parece una equivocación semántica que solo contribuye a entenebrecer las cosas, y no a aclararlas. Y ahora, encima, acaba de pasar en la Cámara una ley insensata que equipara la discriminación en discotecas por raza o sexo o religión con el etnocidio. ¿Saben los parlamentarios qué significan las palabras? No. Pero parlan.No soy jurista, repito. Pero quiero comentar unas pocas líneas de los 73 folios que tiene el fallo de la Corte contra Alberto Santofimio, referidas a las razones que pudo tener Santofimio para “determinar” a Pablo Escobar para que este ordenara el asesinato de Galán. No la razón altruista, si así puedo llamarla, de salvaguardar a su amigo mafioso de la casi segura ascensión a la Presidencia de un hombre que intentaría extraditarlo; sino el motivo egoísta de que su amigo mafioso le quitara de en medio a él a un adversario y competidor político. El Tribunal Superior de Cundinamarca negó que Santofimio pudiera tener tales intereses. Y dice la Corte, revocando su fallo absolutorio, que “para negar el indicio del móvil, el juzgador acudió a una no probada regla de experiencia, según la cual no es factible que se utilice el homicidio para dirimir las contiendas políticas. Tal aserto desconoce nuestra realidad nacional...”.En efecto: parece como si los magistrados del Tribunal Superior de Cundinamarca no tuvieran ni idea de dónde están parados. Y no repito la gastada comparación de Dinamarca con Cundinamarca porque precisamente en este caso de corrupción y sangre no es válida. “Algo está podrido en el Estado de Dinamarca”, dice algún personaje secundario en el Hamlet de Shakespeare, y parece que estuviera hablando del funcionamiento de la justicia en Colombia. Ciega, como la pintan. Coja, como se ve. Por eso, sin contar los genocidios, hay tantos magnicidios en este país, además del de Galán, que siguen impunes. Tantos como en una tragedia de Shakespeare.

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