Hagamos del laicismo religión

Así comprobarán de una vez por todas los católicos, quiénes somos más. Y ya que se nos ha dicho que esto es una democracia y que se imponen las ideas por mayorías, verán dónde han de situarse realmente ellos y sus chamanes.Inscribir en los registros administrativos correspondientes como...

Así comprobarán de una vez por todas los católicos, quiénes somos más. Y ya que se nos ha dicho que esto es una democracia y que se imponen las ideas por mayorías, verán dónde han de situarse realmente ellos y sus chamanes.Inscribir en los registros administrativos correspondientes como religión el laicismo, despejará las dudas sobre el número de no católicos a que nos someten, como nos han venido sometiendo durante siglos a sus “únicas” verdades. Con los católicos no valen las delicadezas de pensamiento y de comunicación. Si convertimos nuestra no creencia en una religión tan intolerante como la suya, les forzaremos a ceñir su presencia exclusivamente a sus templos si no quieren dirimir nuevamente nuestras discrepancias y las suyas a base de una continua violencia. Con esta gente no hay nada qué hacer ni qué hablar ni qué razonar. Obligan siempre a llevar las rivalidades a la selva.Ha sido históricamente tan potente e impetuosa la presencia de la religión y, en Occidente la de la religión cristiana y especialmente la católica en la sociedad española, que es terriblemente difícil abrirse paso en la corriente contraria representada por el laicismo y la laicidad. La misma distinción entre estos dos términos explica lo enrarecido que está todo intento de separar efectivamente en España a la Iglesia del Estado (por más que la Constitución lo declare aconfesional), hasta el extremo de hacerse ridículo el esfuerzo del matiz. Todos sabemos qué es “lo laico” aunque los “expertos” lo embarullen todo jugando con las palabras laicismo y laicidad, como juegan con socialismo y socialdemocracia.El único modo de que aquí se entienda no ya qué significa lo que pedimos sino lo que exigimos los que no somos católicos ni queremos serlo, es convertir al laicismo en una religión tan intolerante e imponente como el catolicismo vaticano. Entre hienas sólo se puede ser una hiena.La prudencia y condescendencia que hasta ahora ha tenido el laicismo hacia ella no sirven para nada. El papa, los obispos y arzobispos y sus legionarios no permiten una sosegada marcha de la sociedad abierta a todo tipo de mentalidades, religiones y creencias. La prueba es el nulo protagonismo que tienen las religiones protestantes en este país, no porque no existan profesantes sino porque su espíritu y su letra están tan circunscritos a la intimidad como divorciados están los comportamientos, las creencias y la esencia de los católicos españoles con los mensajes evangélicos.Toda prudencia y consentimiento por parte del pueblo con los católicos, la catolicidad y el catolicismo es siempre considerada por todos ellos como debilidad. Por todo, lo que se impone es una fuerza equivalente a la que ejercen desde el papa hasta el último sacristán sobre la sociedad no religiosa, sobre el Estado aconfesional, sobre los indiferentes, los laicos, los agnósticos y los ateos.

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