“Nuestro” once de septiembre

Ambas fechas son luctuosas, pero tienen diferencias. Sobre “su” once de septiembre siguen existiendo densos nubarrones de duda. Feas dudas, inclusive sobre la verdadera autoría de los crímenes. Sobre “nuestro” once de septiembre ya casi no existen dudas. Se sabe que fue diseñado,...

Ambas fechas son luctuosas, pero tienen diferencias. Sobre “su” once de septiembre siguen existiendo densos nubarrones de duda. Feas dudas, inclusive sobre la verdadera autoría de los crímenes. Sobre “nuestro” once de septiembre ya casi no existen dudas. Se sabe que fue diseñado, planificado y rotundamente apoyado desde la Casa Blanca, concretamente por Richard Nixon y Henry Kissinger y por varias grandes empresas estadounidenses, también ya muy mencionadas. Lo ejecutó un torvo general del ejército chileno, Augusto Pinochet, que murió estigmatizado, pero sin haber pagado formalmente sus crímenes.Insistimos en que este once de septiembre fue “nuestro”, porque Chile fue solamente el escenario físico del crimen. Las víctimas fueron latinoamericanas y el modelo de accionar caracterizado por ese once de septiembre, el de 1973, es el que se repite una y otra vez en América Latina. Ahí ya no hay nada secreto, pero aún falta mucho por contar… y por juzgar.Como lo último que apareció ayer, casi perdido, en una página par de periódico, en la parte inferior, es decir en el lugar menos destacado que puede tener un periódico: “Ahora, casi 40 años después, el conductor del Premio Nobel de Literatura, Manuel Araya, afirma que Pablo Neruda fue asesinado por agentes del régimen militar. Así lo ha asegurado en una entrevista”.Tantas iniquidades vemos y sabemos a diario, que esto ya no es inverosímil.Alguien investigará, porque basta una chispa, una pequeña chispa, en el extremo de una guía, para que en algún momento se produzca la gran explosión. Eso, los mineros lo sabemos muy bien.Si se llegara a confirmar, ese crimen sangriento, ese genocidio que fue “nuestro” once de septiembre, adquiriría un agravante aún más tenebroso.Porque Pablo Neruda, ese a quien Gabriel García Márquez llamó «el más grande poeta del siglo XX en cualquier idioma» y que según el crítico literario Harold Bloom, «ningún poeta del hemisferio occidental de nuestro siglo admite comparación con él» es y seguirá siendo uno de los latinoamericanos más destacados de todos los tiempos. De la estatura de Martí y de Bolívar. O de la altura de Macchu Picchu, si prefieren.Porque fue el poeta latinoamericano por excelencia. El que en su Canto General, en sus quince secciones, 231 poemas y más de quince mil versos pretendió y logró hacer una crónica o enciclopedia de toda Hispanoamérica. Muchos críticos lo han calificado como un texto de poesía épica, ya que su canto está dirigido a la naturaleza e historia entera del continente americano. Se trata de una obra “densa y monumental, la de mayor amplitud temática y síntesis americanista que se haya realizado en el continente”.Y hace dos días vimos el nombre de Neruda, mencionado en la información de su posible asesinato, en una página par de periódico, debajo de unos escandaletes por un plebiscito en el Ecuador, y –espántense- al lado de Keiko Fujimori. Eso realmente duele. Y mucho.

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