Defendamos lo nuestro

Un clúster lo entendemos como una concentración de empresas, instituciones y demás agentes, relacionados entre sí por un mercado o producto, en una zona geográfica relativamente definida, de modo de conformar en sí misma un polo de conocimiento especializado con ventajas competitivas. Fue...

Un clúster lo entendemos como una concentración de empresas, instituciones y demás agentes, relacionados entre sí por un mercado o producto, en una zona geográfica relativamente definida, de modo de conformar en sí misma un polo de conocimiento especializado con ventajas competitivas. Fue por eso especialmente doloroso para nosotros que 200 viticultores del valle central de Tarija denunciaran una pérdida de 10 millones de dólares a  consecuencia del contrabando de uva argentina y chilena.Los viticultores responsabilizan del conflicto (culpan, en realidad) al poco control que se realiza en las fronteras del país. En la actualidad diferentes estudios revelan que el 25% de la producción vitivinícola es nacional y el 75% es de contrabando. Es cierto, porque para eso están las instituciones aduaneras y policiales, pero no son las únicas responsables. Están, primero, quienes realizan el contrabando y lucran con él. Si bien es un comercio prohibido, no creemos que sea tan clandestino que se necesite operativo tan sofisticados como los de la DEA para su propio oficio. Esos son delincuentes netos. Hay que sancionarlos.Pero luego están, en la escala de responsabilidades, quienes consumen esa uva de contrabando. Esos tampoco merecen ninguna excusa, porque como agravante de la absurda situación, la uva tarijeña es óptima y nuestros vinos son tan buenos que los falsifican.La uva de contrabando ni siquiera sabemos si viene, además, con riesgos fitosanitarios o ha sido sometida a agroquímicos que dejan residuos nocivos para nuestra salud. Y de los productos elaborados, es decir vinos y singanis falsificados y de contrabando sólo queda decir que pueden ser peor que nocivos. Pueden ser letales.Entonces, a esta situación denunciada por los viticultores tenemos que enfrentarnos todos, no sólo las autoridades “formales”. Es, para decirlo de otra manera, una causa “cívica” de la cual nadie debería evadirse.  La economía vitivinícola, además, está “democratizada” en Tarija. Existen, es cierto, dos o tres bodegas grandes, ya por su tamaño un tanto despersonalizadas, pero el grueso de la actividad está todavía en muchas manos. En pequeños cultivos de una o dos hectáreas, en producciones tradicionales a pequeña escala, como la de los “pateros”, entre los cuales hay también magníficos vinos. Todo tarijeño, en síntesis, de una o de otra manera, directa o indirectamente, tiene que ver con las uvas.No se trata de un “agro-negocio” extensivo y latifundista como el de la soya, por ejemplo. Y también por eso, merece pleno respaldo de todas las autoridades, en todas las escalas. No se le vaya a ocurrir a algún ministro inventarse algún nuevo “impuesto” ahora que han estado hablando de eso.Definitivamente, los tarijeños tenemos que defender lo nuestro. Y ahora es cuando.

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