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Estar despiertos

Es terriblemente ingenuo creer que la oposición política esta derrotada. Está más viva que nunca. Como fracasó en las urnas ahora acude a otros métodos más sutiles y novedosos. Sus acciones están diseñadas en laboratorio y con un gran respaldo económico y técnico-profesional foráneo....

Es terriblemente ingenuo creer que la oposición política esta derrotada. Está más viva que nunca. Como fracasó en las urnas ahora acude a otros métodos más sutiles y novedosos. Sus acciones están diseñadas en laboratorio y con un gran respaldo económico y técnico-profesional foráneo. Es cierto que los patrones de la conspiración están de parranda, lejos de Bolivia, disfrutando de los billetes que le saquearon a esta patria, pero en nuestra tierra tienen a sus operadores en pleno laburo, sus perros fieles y guardianes no duermen. Y como suele ocurrir en todo lado, hay tontos útiles al servicio de la derecha. Como no pudieron vencer al proceso de cambio por fuera, los opositores empezaron a perforarlo por dentro. Hay varias formas de conspiración por dentro. Una de ellas es meter a su gente con cara de angelitos y el discursito de conversos al cambio. Esos supuestos militantes de la revolución son los más inteligentes para no hacerse descubrir y son los que más pueden hacer meter la pata. Cristo en una de sus charlas les dice a sus discípulos: “Estén despiertos y vigilantes…”. Y esto es cierto. En cualquier momento el puñal de la traición puede emerger, la movida conspiradora puede estallar. En una revolución no hay que dormir, hay que estar despiertos para observar y no caer ante el primer asalto de los enemigos. Por lo tanto, mucho ojo con los infiltrados. Esos son peligrosos; deben ser identificados y apartados de la administración en el proceso de cambio. Es fácil darse cuenta de quiénes se juegan la vida por un proyecto y de aquellos falsos que fingen ser revolucionarios. Los auténticos revolucionarios defienden y difunden el proceso de cambio. Defender es creer plenamente y dar la vida pase lo que pase, difundir es no tener miedo para hablar, proclamar y decir la verdad. No hay medias tintas. Uno es o no es. Los tibios son peligrosos. Los falsos generalmente tienen estilo diplomático, cuidan las formas al extremo de llegar a la frontera de la hipocresía. Sienten vergüenza y prefieren callarse. Generalmente son chupamedias y tirasacos. Estos no sirven para la revolución. Es obvio que la lengua debe ser controlada y no ser usada como arma de autodestrucción, pero la ideología y la religión se la debe practicar en público y en privado. En todo proceso revolucionario hay pecados capitales. Uno de los principales es la falta de autocrítica y reflexión. Impulsar y ejecutar cambios necesita de ese básico combustible que es el análisis sincero, humilde e inteligente. ¿Lo estamos haciendo bien? ¿No nos estamos equivocando? ¿Estamos escuchando a la gente? ¿Estamos en el camino correcto? Lo contrario a la autocrítica es la soberbia y la autosuficiencia que te lleva a la ceguera y al egoísmo, valores muy próximos al capitalismo o neoliberalismo. La revolución está segura en comunidad; no puede haber socialismo individual. El socialismo sólo tiene sentido con los otros, con los demás. Por lo tanto, las decisiones tienen que ser colectivas y así la defensa ante el ataque será comunitaria. La soberbia es la catedrática del fracaso, es el límite del crecimiento y del avance. Cuando eres soberbio ya no puedes volar, tienes las alas cortadas. La humildad es la puerta hacia el avance, al crecimiento. Los humildes son ensalzados y los soberbios pisoteados. La historia de la humanidad así nos enseña. Si eres soberbio, acabas siendo ciego y sordo. Ciego porque no tienes la capacidad de mirar lo que está a tu alrededor. No te das cuenta. Eres un analfabeto. Te guías por el libreto de tus más cercanos aduladores disfrazados de asesores y hombres y mujeres de confianza. La sordera no te deja escuchar al pueblo que siempre tiene preparada una palabra, sea de aclamación o alerta. La sordera es sólo escuchar las dulces palabras de oportunistas e hipócritas. Otro de los males que acecha a un proceso de cambio es la provocación. Los opositores siempre buscan provocar, hacer pisar el palito para que caigas. Muchos ingenuos caen estrepitosamente, y cuando digo opositores no sólo hay que pensar en los políticos sino en los medios de comunicación, en los ciudadanos de a pie, en los líderes de organizaciones. Ejemplos de casos de provocación hay muchos. Generalmente la estrategia de los enemigos es jalar la lengua de los oficialistas. Molestar, insultar, ofender, manipular, son sus armas, buscan enfurecernos, confundirnos, reaccionar sin pensar nada, contradecirnos. En esto muchos asambleístas inexpertos y expertos caen como moscas sobre la miel. Muchas veces ante una provocación es mejor el silencio prudente. Hay que reaccionar con la cabeza y no con el hígado o la lengua envenenada. Por eso muchas veces los titulares en los diarios y canales de televisión son deliciosos para los conspiradores mediáticos. No faltan los figurones que por salir en los medios de comunicación hablan de todo. Son como esos analistas “todólogos” que opinan desde el sexo de los ángeles hasta el precio de la cebolla. Los ministros, los viceministros, los directores, los asambleístas e inclusive los líderes populares tienen que cuidarse de las provocaciones, presiones, chantajes, aprietes y tentaciones. La derecha tiene todo un arsenal para atacar. Por supuesto que su objetivo es llegar a las urnas. Tiene esperanza de recuperarse. Su campaña por ahora es de baja intensidad y sutilmente planificada. Busca desgastar al gobierno, generar peleas internas dentro del Movimiento Al Socialismo y sembrar división en las organizaciones sociales y sindicales. Muchos militantes del proceso de cambio caen en los brazos de la derecha y se ponen, sin darse cuenta, al servicio del plan conspirador. Pero es importante remarcar que muchos de los golpes que sufrió hasta ahora la revolución boliviana no sólo son por culpa de factores externos. También ha habido equivocaciones y poca capacidad para enmendarlas lo más pronto posible. Hay gente del gobierno que se fue porque no funcionó o traicionó jugando en otro equipo, pero hay militantes que partieron por otros caminos porque no fueron muy tomados en cuenta o sus palabras quedaron en el canasto roto. En toda revolución hay prescindibles e imprescindibles. Los honestos, leales, autocríticos y trabajadores son importantes. El resto no. Los cambios no sólo se hacen con superdotados de inteligencia sino con aquellos que tienen un gran corazón que aguanta, que vibra, que se emociona con el pueblo. http://alainet.org/active/43607

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