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Ya son casi invisibles

La reacción casi inmediata será negar que en nuestra sociedad, la boliviana, existan ciudadanos de primera y de segunda clase. Claro, la Constitución Política lo establece así, pero las palabras de la constitución son solo eso: palabras, porque basta salir a la calle, en cualquier ciudad de...

La reacción casi inmediata será negar que en nuestra sociedad, la boliviana, existan ciudadanos de primera y de segunda clase. Claro, la Constitución Política lo establece así, pero las palabras de la constitución son solo eso: palabras, porque basta salir a la calle, en cualquier ciudad de Bolivia y nos encontraremos cara a cara con compatriotas  cuyas  “condiciones objetivas de vida” golpean la conciencia de casi todas las personas. ¿O no se han tropezado ustedes nunca con un emigrante del norte de Potosí?Y nos referimos a “casi todas las personas” porque asombra la capacidad del ser humano para ignorar, a medida que pasa el tiempo, la dimensión de problemas tangibles y reales, cuyo impacto lentamente se borra de la memoria, en una alienación cultural inclinada mas a la comodidad, el placer y el facilismo, que al abordaje consciente de problemas y a la aceptación de compromisos y responsabilidades.Por eso muchos ya casi no reaccionan al enterarse de que ayer, 9 de enero del año 2011, aproximadamente dos meses y medio después de las advertencias, el brote de cólera en Haití registro un saldo total de 3.651 muertos - 151 más que un día antes -, además de un número estimado de 151.705 personas contagiadas con la enfermedad. En promedio, cada 24 horas, a consecuencia de la epidemia mueren más de 46 personas, y se contagian otras 1.920. Y si estos datos no son exactos debe ser porque se quedan cortos, porque las víctimas se están volviendo “incontables”.Esta ya parece ser una condición inherente a la configuración política y económica actual del mundo, en donde se lleva a cabo una siniestra clasificación de los seres humanos en ciudadanos de primera y segunda categoría, muy distantes los unos de los otros, cuya única variable de selección depende de los medios económicos. Así, el sistema político actual no solamente realiza una categorización de los países, y de las regiones dentro de los países, sino también de los individuos.Porque la desigualdad política está íntimamente ligada a la desigualdad económica y de eso pueden dar amargo testimonio no solamente los haitianos, como los del norte de Potosí, o los dos millones de damnificados por inundaciones y derrumbes en Colombia, o los más de 100.000 civiles asesinados en Irak (aunque nadie podría decir exactamente cuántos son, porque ya se han invisibilizado como nuestros paisanos del norte de Potosí) Para ellos no hay exenciones tributarias, seguros de vida, salario mínimo, jubilación, ni ninguna otra de las exquisiteces que disfrutamos los demás, sin inmutarnos cuando a ese enjambre de mendigos que circulan a toda hora por Tarija todavía escuchamos que alguien, molesto, les dice, casi sin pestañar y sin dejar de tomar su café: “vayan pues a cobrar su bono dignidad”.¿Ustedes también lo escucharon? ¿Qué vergüenza, verdad?

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