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¿Es o no es verdad? Días de ira y no de amor

El motivo original de las celebraciones navideñas es el hecho tan fuera de lo común como fue el nacimiento del Hijo de Dios hecho niño. Y que naciera pobre y sin más amparo que el de una virgen-madre, y un padre “oficial” - diríamos en el actual lenguaje burocrático - y  que,  para...

El motivo original de las celebraciones navideñas es el hecho tan fuera de lo común como fue el nacimiento del Hijo de Dios hecho niño. Y que naciera pobre y sin más amparo que el de una virgen-madre, y un padre “oficial” - diríamos en el actual lenguaje burocrático - y  que,  para mayor detalle, ejercía de carpintero. El escenario es un barracón de pastores, unos ángeles que cantan una melodía nunca oída y un mensaje que sólo entenderán los “hombres que ama el Señor”.  Un borrico y un buey dan calor al recién nacido y todo lo demás que nos explican con mayor detalle y unción los santos evangelios. Transcurrieron varios siglos hasta que el “poverello” Francisco de Asís materializaba su acto de fe en el “pesebre” que se hizo hermosa expresión plástica del feliz acontecimiento. La piadosa costumbre se extendió primero en los países mediterráneos y por ahí llegó y arraigó hasta  Latinoamérica. Dentro de un par de días celebraremos esa gran fiesta. Y una semana más tarde, la del fin y principio de año. Ambos acontecimientos justifican la reunión de las familias, los de cerca y los dispersos por el ancho mundo. La familia es entonces el centro de la festividad que se manifiesta  en una mesa mejor surtida que otros días y los generosos regalos, entre los que pueden…  Nadie podría reprobarlo, a no ser que se produjera algún exceso. Siendo la Navidad la prueba inicial del amor que Dios Padre  manifestó a la humanidad, cualquiera que fuere la explicación de os festejos, conllevan inevitablemente la comercialización, a pesar de no tener nada que ver con el consumismo actualmente dominante. Así que se presentan tres celebraciones diferentes que no se excluyen entre sí. 1. El recuerdo vivo del nacimiento de Jesús, hijo de Dios. 2. La reunión familiar.  3. Los regalos que son muestra de afecto pero también la comercialización de estas fiestas.Mucho se ha dicho y aún queda por decir, sobre el contraste de la abundancia de la que gozan algunos y la pobreza, la ignorancia, la enfermedad y otras lacras colectivas que nos rodean  y por cuya solución completa podemos hacer tan poco.  Aún así, es cosa de buen cristiano o de simple buena persona, prestar ayuda a quienes la necesitan.  Pero la mano que podemos tender a los que sufren es infinitamente menos eficaz que el  poder del Estado. Quiero decir, cuando éste supera la política de plazuela, la persecución sañuda contra cualquier opositor, la  incitación al odio de razas y de clases. A muchos nos apena que las trompetas de los “días de la ira”, de odio, de rencor y de venganza resuenen en los ámbitos  políticos oficialistas, en lugar de las palabras de reconciliación y de paz.  Y propongo un caso para considerarlo seriamente. Me refiero a la Ley de Educación recientemente promulgada, que me hace pensar en un acorralamiento sistemático de la Iglesia católica. Total, que se percibe una mala disposición del ánimo para celebrar el nacimiento de Jesús que vino a invitarnos la paz y el amor. Mal principio de un año nuevo mejor. Termino,  deseando a mis amables lectores y también a quienes no me leen,  una Feliz Navidad y un próximo año, menos ingrato que el anterior. Hasta donde uno pueda.


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