La semana opositora: El efecto USAID



Jaime Dunn, analista y potencial candidato presidencial, añadió la semana pasada en Tarija dos “p” (plata, pueblo) a las que tradicionalmente se manejaban desde los años 80 en las consultorías políticas (partido, programa, persona) para ganar unas elecciones, y señalaba que ser candidato en Bolivia era una cuestión absolutamente “cara”.
Una de las primeras cosas que hizo el MAS al llegar al poder fue cortar la subvención a los partidos políticos para hacer política. De esa forma, aspirar a representar los intereses del pueblo por la vía política quedó reducida a quienes en ese momento ya usufructuaban una institución pública o a millonarios. No es distinto de lo que sucede en Estados Unidos.
En esa debilidad se encontró una tercera vía, que aunque prohibida expresamente en la Constitución Política del Estado, se utiliza por la falta de control: buscar financiamiento extranjero. El propio Donald Trump reconoció que Estados Unidos lleva años haciéndolo incluso “en contra de sus propios intereses” financiando fundaciones o políticos que generan inestabilidad en algunas regiones del mundo que a la larga se vuelven en su contra. Lo hizo cuando firmó una orden ejecutiva congelando los fondos de “asistencia extranjera” que esencialmente reparte el Capitolio y que sirve para financiar exactamente eso. Después cerró la USAID, que tiene un papel más operativo y que también ha afectado a miles de proyectos y también activistas en todo el mundo.
En Bolivia hay candidatos millonarios – Branko Marinkovic, Samuel Doria Medina, Chi Hyun Chung -, candidatos que usufructuaron instituciones – Rodrigo Paz, Vicente Cuéllar – y combinaciones de ambas – Manfred Reyes Villa, Luis Fernando Camacho -, pero hay otros que ya han empezado a rebajar expectativas y colocarse en tonos más conciliadores.
Es verdad que Trump todo lo negocia y el asunto “Bolivia” puede ser prioridad para sus socios por aquello del litio y la China, pero probablemente solo quiera “invertir sobre seguro”. Toca anotar.