Crónica política de la jornada
Cuenta atrás implosiva: del MAS a las “logias” de la cruceñidad
El pulso entre Morales y Arce parece llegar al último estadio con un desafío del expresidente al Pacto de Unidad, mientras en Santa Cruz los grupos de poder tratan de reacomodar sus esferas de influencia
Algunos de los analistas con más trayectoria en el país advertían ya en los primeros años de gobierno del Movimiento Al Socialismo (MAS), allí por el lejano 2008, cuando las fuerzas que tradicionalmente habían gobernado el país se batían en retirada echando el último pulso por la Constitución, que la forma de acabar con la hegemonía popular que representaba el IPSP ya en ese momento sería desde dentro.
Tal vez entonces nadie acababa de creer que una opción política sostenida en permanentes equilibrios, con sus consiguientes luchas de egos y conflictos de intereses se convertiría en el gobierno más hegemónico de la historia del país. La longevidad de Evo Morales y la habilidad de su particular Rasputin, Álvaro García Linera, para liquidar a los enemigos internos, les garantizó estabilidad hasta 2019, pero una serie de decisiones controvertidas precipitó la caída de Evo Morales en 2019, pero no del MAS; que fue rápidamente rehabilitado como opción política mayoritaria en los comicios de 2020.
Aunque muchos de aquellos analistas han acabado enrolados en algún lado del arco político, el momento de la destrucción interna parece haber llegado. Morales, hoy por hoy atrincherado en Cochabamba, representa la opción más campesina – comunal frente a un Luis Arce que parece convocar más al gremial urbano y clasemediero aspiracional. En los grupos económicos de poder de Santa Cruz dicen que Morales es más indigenista y que Arce más socialista y por ende, no tienen dudas sobre quién les cobrará más impuestos llegado el caso.
Poder Larach es el candidato habilitado para presidir el Comité luego de años de vida orgánica en el ente
La última arremetida de Morales contra el Pacto de Unidad, el domingo, acusando a sus dirigentes de pactar con el gobierno de Jeanine Áñez y después pegarse como “garrapatas” a Arce es una declaración de intenciones, una especie de ataque suicida de quien ya tiene poco que perder. La foto de las escaleras copadas en la Casa Grande del Pueblo el día que Arce cerraba el pulso por el Censo sigue doliendo en Chimoré.
El ataque va a tener réplicas en todas las departamentales donde se reproduce más o menos la misma lucha de poder entre arcistas y evistas: Bartolinas, Campesinos, Interculturales, Indígenas donde los haya y las Centrales Obreras Departamentales tendrán su ajuste de cuentas en el que, al final, solo puede quedar uno. Ese uno elegirá a sus delegados para ir al Congreso del MAS sea cuando sea que se celebre. Allí se definirá si el partido es viable o implosionó definitivamente.
El pulso cruceño
No es el MAS el único espacio político con riesgo de implosión. Santa Cruz está subiendo de temperatura a toda velocidad: la vieja rencilla de logias que lleva décadas reproduciéndose en Cotas, en la CRE y tratando de marcar el paso de Santa Cruz ha llegado a un punto de quiebre, pues la velocidad a la que crece Santa Cruz producto de la migración interna dejará sin posibilidades – si es que hay alguna – la opción secesionista que sí contemplan los grupos más radicales.
El escenario de batalla interna en Santa Cruz hoy es el comité pro Santa Cruz, que evidentemente no es un espacio ni democrático ni representativo, sino el depositario de los legítimos intereses económicos de los grupos dominantes que lo crearon para unificar sus demandas y tener un altavoz operativo. Para el vocero presidencial Jorge Richter estos grupos son fascistoides y totalitarios, es cualquier caso, desde su percepción entienden que salvaguardar sus intereses es la mejor forma de desarrollar Santa Cruz y que sus ciudadanos tengan mejor calidad de vida. Es el “modelo cruceño” con diésel subvencionado y todo.
El favorito – y único – es Fernando Larach, al que se vincula con los Toborochi, a los que también se vincula al gobernador Luis Fernando Camacho pero no a su papá, el que “cerró con la Policía”, y que según algunas fuentes es cercano a los Caballeros del Oriente, como el exgobernador Rubén Costas, que preferían al vicerrector Reineiro Vargas como presidente, o al menos hacer ruido hasta el final, porque hay cuentas pendientes.
Los cruceños más jóvenes dicen que ya no todo se explica con logias, y que hay algunos que son de todas las logias y de ninguna, y que perfectamente se puede explicar en términos políticos partidarios vigentes, como que Costas la tarreó llevando la candidatura de Ortiz hasta el final en 2019 y retirando la de Áñez en 2020 cuando ya Camacho y su Creemos había apostado a la Gobernación con bancada camba en la Plurinacional; que Branko Marinkovic nunca perdonará sus años de exilio mientras Costas se quedaba en Santa Cruz instalando una relación cordial con el gobierno de Morales; que Samuel Doria Medina se compró Los Tajibos para jugar y no solo para figurar o que Johnny Fernández no es alcalde por casualidad, sino porque lo popular también vota.
El 11 de febrero, si nada cambia, se define la suerte del Comité Cívico en una pugna no menor. Será también la elección que marque el destino de la oposición boliviana, muy encorsetada en La Paz, y del propio país en tanto los desafíos del cabildo están formulados y la soberanía popular para la autodeterminación, invocada.