Representación institucional en Brasil
Evo y Arce, ni juntos ni revueltos en Brasilia
El presidente y el expresidente viajaron a la posesión de Lula da Silva pero no coincidieron ni compartieron agendas. Se espera un reinicio de relaciones positivas tras el impase del final de Dilma
Tanto el expresidente Evo Morales como el presidente Luis Arce participaron de la toma de posesión de Lula da Silva en Brasilia, sin embargo, nada tuvieron que ver sus agendas y no han trascendido ningún encuentro juntos.
Morales se desplazó el mismo día 31 de diciembre después de colgar un hilo en su red social de nuevo durísimo con el gobierno de Luis Arce en el que hizo afirmaciones como que no existen imputados por las masacres de Sacaba y Senkata e ironizó con el propósito del encarcelamiento de Luis Fernando Camacho: “Confiamos en que la detención de Camacho no sea un acto de distracción que además de favorecer a un golpista confeso que se victimiza, pretenda que el pueblo se olvide de la Megacoalición, la corrupción y protección al narcotráfico”.
Morales llegó a Brasilia y cumplió agenda político - social reuniéndose con la Central Única de Trabajadores para acabar pernoctando y recibiendo el Año Nuevo con champagne en la embajada de México.
Arce sin embargo la pasó en casa y viajó en el día luego de entregar el bastón de mando al vicepresidente David Choquehuanca, que básicamente tuvo agenda discreta.
Curiosamente, la reunión de Arce más publicitada por los medios estatales a su llegada a Brasil fue la que tuvo con los principales representantes del Consejo de la Asamblea de la Federación Rusa donde acordaron fortalecer la cooperación bilateral en materias como tecnología, energía y comercio, un encuentro que apuntala la alianza estratégica (los rusos necesitaban hacerse ver por su momento político internacional), pero que debilita las posiciones diplomáticas respecto al reclamo del mar, por ejemplo.
Una nueva relación
Arce, obviamente, estuvo en la recepción oficial del Palacio de Planalto donde saludó personalmente a Lula da Silva, quien correspondió con cariñosos gestos de confianza en lo que puede ser un reinicio de relaciones positivas después de la amarga sensación que quedó en el PT respecto a los pasos dados por Bolivia tras el golpe parlamentario asestado Dilma en agosto de 2016: apenas un mes después el gobierno de Evo Morales ya negociaba los acuerdos del gas dándole legitimidad a Michel Temer.
Tampoco cayó bien que Morales, que nunca se acercó a prisión a saludar a Lula, participara amablemente en la toma de posesión de un Jair Bolsonaro que había hecho campaña por sobre todos ellos: Bolsonaro fue después el primero en reconocer la presidencia de Jeanine Áñez, pues su embajador estaba sentado en la mesa de la UCB donde se determinó esta opción.
A Lula se le señala como uno de los grandes mentores de Evo Morales desde su irrupción en el Foro de Sao Paolo hasta su llegada al poder en 2005. Después las relaciones básicamente se han basado en intereses comerciales en general y gasíferas en particular. Numerosas empresas brasileras se han adjudicado obras principales en Bolivia, entre ellas la Queiroz Galvao y luego OAS en las rutas al norte y a Bermejo en Tarija.
Aunque el contrato (1999) del gas ya estaba firmado cuando Lula y Evo llegaron al poder, Brasil cumplió escrupulosamente los pagos y trató de nominar siempre máximos. En 2006 además concedió una adenda en la que Brasil concedió liberar una sexta parte de los licuables contenidos en el gas para que Bolivia los pudiera aprovechar en una incipiente industria petroquímica. En 2007 se firmó con otros compromisos que no se cumplieron y ciertamente la separadora de Río Grande tardó casi siete años, muchos más de los previstos, por extrañas circunstancias. En 2014, luego de terminar la separadora, Brasil acabó pagando 450 millones de dólares adicionales por esos licuables utilizados en esos años.
El contrato de exportación llegaba a su fin en 2019 y aunque el gobierno de Evo preveía ampliarlo de oficio al no haberse entregado todo el energético acordado, Bolsonaro decidió paralizar las conversaciones. Después de la caída de Morales firmó una adenda con el gobierno de Jeanine Áñez en el que Petrobras salía ampliamente favorecida.
El plan de Bolsonaro siempre fue privatizar Petrobras y dejar el mercado energético a la autorregulación con YPFB siendo un operador más si así lo pretendía, aunque al final de su mandato, cuando los precios se dispararon, pidió más volumen a Bolivia. Está por ver cuál será la opción de Lula – Altkim respecto a Petrobras, pero lo cierto es que el Presal ya produce suficiente gas para abastecer el cinturón industrial de Sao Paolo y Bolivia está en declive.