Guerra comercial será el detonante de inminente nueva recesión mundial
Según JP Morgan, el multinacional banco de inversiones y servicios financieros basado en Nueva York, estima que la economía mundial está creciendo a un ritmo anual de apenas un 2,4%, cerca de los niveles considerados como “pérdida de velocidad” que se dan justo antes de una auténtica...



Según JP Morgan, el multinacional banco de inversiones y servicios financieros basado en Nueva York, estima que la economía mundial está creciendo a un ritmo anual de apenas un 2,4%, cerca de los niveles considerados como “pérdida de velocidad” que se dan justo antes de una auténtica recesión.
Otros datos recientes sobre el estado de las principales economías del mundo también revelan una desaceleración significativa. El índice de la actividad manufacturera de Estados Unidos (PMI) para agosto estuvo por debajo de 50 puntos por primera vez desde el final de la Gran Recesión en 2009, al igual que los índices de la zona euro y de Japón.
Los expertos consideran que esto es indicativo de una recesión manufacturera real, mientras que los “nuevos pedidos” de manufacturas para cada región estaría en niveles aún más bajos, por lo que estiman que el índice de las manufacturas caerá todavía más en un futuro próximo.
El economista marxista británico, Michael Roberts, que ha trabajado durante 30 años como analista en la City de Londres, observa que, hasta ahora, los sectores de servicios de las principales economías han estado aguantando, gracias a lo que se ha estado evitando los índices de una depresión económica general.
[caption id="attachment_488920" align="alignright" width="300"] El economista marxista británico, Michael Roberts, nada optimista sobre la crisis.[/caption]
Sin embargo, JP Morgan advierte que el descenso del índice de manufacturas y la desaceleración de la economía global “aumenta el riesgo de que la debilidad del sector manufacturero pueda haber comenzado a extenderse a los servicios, un riesgo que podría generar un debilitamiento mayor al esperado en los mercados de trabajo estadounidense y global”.
Todo esto se da en medio de la creciente guerra comercial entre EEUU y China. Entre el 24 y 26 de agosto, en Biarritz-Francia, se desarrolló la cumbre del G7. Justo entonces, China anunció una nueva ronda de aranceles por valor de 75.000 millones de dólares para las mercancías importadas de EEUU, como represalia ante la nueva ronda de aranceles a los productos chinos que EEUU tiene prevista para diciembre.
Escalada comercial China-EEUU
El presidente de EEUU, Donald Trump, reaccionó nuevamente con enojo e inmediatamente anunció que iba a aumentar los aranceles ya existentes en 250.000 millones de dólares para los productos chinos e imponer más aranceles por valor de 350.000 millones de dólares a las importaciones de China.
El presidente Trump también dijo que ordenaba a las compañías estadounidenses buscar la manera de abandonar sus operaciones en China. “No necesitamos a China y, francamente, sería mucho mejor sin ella”, escribió Trump en su Twitter. “Ordeno, por lo tanto, a nuestras grandes empresas estadounidenses comenzar inmediatamente a buscar una alternativa a China, incluyendo cómo traer de vuelta a casa sus empresas y fabricar sus productos en los EEUU”.
Como era de esperarse, esta intensificación de la guerra comercial dañó a los mercados financieros: el mercado de valores de EEUU cayó fuertemente, los precios de los bonos subieron con los inversores buscando “refugios seguros'' en los títulos públicos, y el precio del petróleo cayó mientras China se prepara para una reducción de las importaciones de petróleo de EEUU.
En medio de la guerra comercial, EEUU y sus aliados han estado durante meses buscando mecanismos o herramientas monetarias que permitan hacer frente los efectos adversos sobre la economía, pero que no impliquen ceder un milímetro en la pelea con China.
[caption id="attachment_488921" align="aligncenter" width="490"] La guerra comercial detonaría los problemas económicos más graves a nivel global.[/caption]
¿Política monetaria?
Entre el 30 y 31 de julio, la Reserva Federal de EEUU (Fed) concretó finalmente un recorte de sus tasas de interés en 0,25% (de 2,50% a 2,25%) por primera vez desde 2008, cuando las tasas se rebajaron hasta un 0,25%, que en términos efectivos es prácticamente cero.
Se mantuvo en esos niveles durante 7 años, hasta diciembre de 2015, la Fed subió las tasas a 0,5%, y continuó incrementándolas hasta 2,25% en septiembre de 2018 y hasta 2,5% en diciembre de 2018.
La reciente rebaja de nuevo hasta 2,25% ha sido bienvenida, aunque con cautela, por los mercados financieros, que esperan mayores rebajas más adelante.
Pero Trump considera que esto es totalmente insuficiente, y se ha estrellado contra el presidente de la Fed, Jerome Powell, comparándolo con “un golfista que no tiene golpe corto, no tiene tacto”.
Trump es un convencido de que la economía estadounidense crecerá más y mejor si se reducen las tasas de interés a niveles cercanos a cero, como lo hizo durante 7 años tras la crisis, y como lo hace Alemania.
Sin embargo, en la reunión anual de las principales cabezas de los bancos centrales del mundo en Jackson Hole, Wyoming (EEUU), a mediados de agosto, Powell dijo, en esencia, la política monetaria solo puede contribuir hasta cierto punto, y que las guerras comerciales y otros “choques” globales no pueden superarse solo con políticas monetarias.
Y es que el comité de política monetaria de Powell está dividido sobre qué hacer. Algunos quieren mantener las tasas de interés donde están porque tienen miedo de que unas tasas de interés demasiado bajas impulsarán un crecimiento insostenible del crédito y estallará una burbuja crediticia. Otros quieren recortar las tasas, como Trump exige, para resistir las fuerzas recesivas que descienden sobre la economía.
Por el momento, Powell no ha dicho específicamente en qué nivel piensa que deberían estar las tasas de interés, y se limitó a decir que la Fed “actuará de manera apropiada para sostener la expansión”.
Claramente, Trump considera todo esto como insuficiente, y no ha dudado en calificar a Powell como “enemigo” de la economía de EEUU.
De cualquier manera, el tono de las exposiciones en Jackson Hole muestran que la mayoría de los banqueros centrales tienen una percepción de que la política monetaria, ya sea convencional (reducción de las tasas de interés) o no convencional (impresión de dinero, también llamada “flexibilización cuantitativa”-QE), no está funcionando a la hora de conseguir que las economías salgan de su bajo crecimiento y poca productividad y eviten una nueva recesión.
[caption id="attachment_488922" align="alignnone" width="490"] Presidente de la Fed y Trump, en pelea por bajar más o mantener las tasas de interés.[/caption]
¿Política fiscal?
Las políticas monetarias no so las únicas herramientas que los manuales convencionales de economía manejan para enfrentar crisis o generar mayor crecimiento o combatir la pobreza. También están las políticas fiscales, es decir, que los gobiernos inviertan directamente en distintas áreas clave (infraestructura, bonos sociales, salud, etc.) de manera que se estimule la economía directa o indirectamente.
De hecho, en la Bolivia de Evo Morales el estímulo fiscal es una herramienta muy utilizada precisamente para generar crecimiento del PIB y reducir la pobreza por ingresos. Algunos economistas las denominan también herramientas “contracíclicas”, ya que también suelen usarse para contrarrestar los efectos de crisis económicas externas (como la caída del precio del petróleo).
En este sentido, un déficit fiscal -que implica más gasto público que ingreso público, financiado generalmente a través de deuda- puede ser útil para mover la economía, mantener o aumentar el empleo, el consumo, la demanda, la inversión, y así sucesivamente.
La “inminente” recesión global está volviendo a poner de relieve justamente este tipo de debates entre los expertos de la teoría económica dominante, que están divididos sobre qué política económica adoptar para evitar una nueva crisis.
Por ejemplo, el ortodoxo keynesiano, Larry Summers, exsecretario del Tesoro de EEUU con Bill Clinton y profesor de Harvard, ha argumentado que las economías capitalistas están en “estancamiento secular”, por lo que considera que la flexibilización monetaria, ya sea convencional o no, no funcionará, así que necesitan estímulos fiscales.
Por otra parte, Stanley Fischer, exgobernador adjunto de la Fed, y ahora ejecutivo del megafondo de inversión Blackrock, reconoce que los estímulos fiscales no funcionarán porque no son “suficientemente ágiles”, es decir tardan demasiado tiempo en tener efecto. Además, cree que se corre el riesgo de que aumente la deuda pública y los intereses hasta niveles insostenibles. Por lo tanto, las medidas monetarias serían mejores.
Los postkeynesianos y los partidarios de la Teoría Monetaria Moderna parecen sentir tener la razón, ya que Summers parecía estar de acuerdo con ellos, argumentando que el estímulo fiscal a través de los déficits presupuestarios y los gastos del gobierno pueden frenar el colapso de la demanda agregada.
¿Quién tiene la razón?
Sin embargo, el marxista británico Michael Roberts opina que ni los monetaristas ni los keynesianos tienen razón. “Ni una mayor flexibilización monetaria ni estímulos fiscales podrán detener la recesión que se aproxima. Esto se debe a que no tiene que ver con la débil demanda agregada”.
[caption id="attachment_488923" align="alignright" width="300"] Advierten que la crisis que se viene podría ser peor que la anterior.[/caption]
Según Roberts, el consumo de los hogares en la mayoría de las economías es relativamente fuerte porque la gente sigue gastando más, en parte, a través de un mayor endeudamiento a tasas muy bajas de interés. Mientras que la otra parte de la demanda agregada, que es la inversión empresarial, es “cada vez más débil”.
Esto se debe a la baja rentabilidad “y ahora más en el último año, debido a la caída de los beneficios en los EEUU y en otros lugares. De hecho, los márgenes de beneficio empresarial en EEUU (beneficios como porcentaje del PIB) se han reducido (desde su nivel récord) durante más de cuatro años, la mayor contracción en la historia de postguerra”
Para Roberts, las políticas de mayor gasto público y aumento de déficits de los gobiernos sólo podrían funcionar si se dan las condiciones de la guerra de 1940, “cuando el grueso de la inversión fue pública o dirigida por el Gobierno, y la capacidad de decisión sobre la inversión industrial fue arrebatada a las empresas capitalistas”. Es decir, solo funcionaría si el Estado planificara la economía con mucho mayor protagonismo y limitara las decisiones especulativas del capital en el “libre mercado”.
Ejemplo de ello, afirma, es que el país con mayor gasto fiscal a nivel mundial ha sido Japón, que ha tenido déficits presupuestarios durante 20 años, pero “con poco éxito a la hora de conseguir un crecimiento económico por encima del 1% anual desde el final de la Gran Recesión; y el de los EEUU de Trump, con sus recortes y exenciones de impuestos corporativos en 2017”, con resultados magros y que ya llegaron a su límite.
El experto considera que “probablemente tengamos una nueva ronda de flexibilización monetaria y de medidas de estímulo fiscal, para satisfacción de todas las escuelas de teoría económica ortodoxas y heterodoxas. Pero no va a funcionar”.
El problema, según la visión de Roberts, es el sistema, y el detonante de una nueva recesión global será la guerra comercial y tecnológica con China.
Otros datos recientes sobre el estado de las principales economías del mundo también revelan una desaceleración significativa. El índice de la actividad manufacturera de Estados Unidos (PMI) para agosto estuvo por debajo de 50 puntos por primera vez desde el final de la Gran Recesión en 2009, al igual que los índices de la zona euro y de Japón.
Los expertos consideran que esto es indicativo de una recesión manufacturera real, mientras que los “nuevos pedidos” de manufacturas para cada región estaría en niveles aún más bajos, por lo que estiman que el índice de las manufacturas caerá todavía más en un futuro próximo.
El economista marxista británico, Michael Roberts, que ha trabajado durante 30 años como analista en la City de Londres, observa que, hasta ahora, los sectores de servicios de las principales economías han estado aguantando, gracias a lo que se ha estado evitando los índices de una depresión económica general.
[caption id="attachment_488920" align="alignright" width="300"] El economista marxista británico, Michael Roberts, nada optimista sobre la crisis.[/caption]
Sin embargo, JP Morgan advierte que el descenso del índice de manufacturas y la desaceleración de la economía global “aumenta el riesgo de que la debilidad del sector manufacturero pueda haber comenzado a extenderse a los servicios, un riesgo que podría generar un debilitamiento mayor al esperado en los mercados de trabajo estadounidense y global”.
Todo esto se da en medio de la creciente guerra comercial entre EEUU y China. Entre el 24 y 26 de agosto, en Biarritz-Francia, se desarrolló la cumbre del G7. Justo entonces, China anunció una nueva ronda de aranceles por valor de 75.000 millones de dólares para las mercancías importadas de EEUU, como represalia ante la nueva ronda de aranceles a los productos chinos que EEUU tiene prevista para diciembre.
Escalada comercial China-EEUU
El presidente de EEUU, Donald Trump, reaccionó nuevamente con enojo e inmediatamente anunció que iba a aumentar los aranceles ya existentes en 250.000 millones de dólares para los productos chinos e imponer más aranceles por valor de 350.000 millones de dólares a las importaciones de China.
El presidente Trump también dijo que ordenaba a las compañías estadounidenses buscar la manera de abandonar sus operaciones en China. “No necesitamos a China y, francamente, sería mucho mejor sin ella”, escribió Trump en su Twitter. “Ordeno, por lo tanto, a nuestras grandes empresas estadounidenses comenzar inmediatamente a buscar una alternativa a China, incluyendo cómo traer de vuelta a casa sus empresas y fabricar sus productos en los EEUU”.
Como era de esperarse, esta intensificación de la guerra comercial dañó a los mercados financieros: el mercado de valores de EEUU cayó fuertemente, los precios de los bonos subieron con los inversores buscando “refugios seguros'' en los títulos públicos, y el precio del petróleo cayó mientras China se prepara para una reducción de las importaciones de petróleo de EEUU.
En medio de la guerra comercial, EEUU y sus aliados han estado durante meses buscando mecanismos o herramientas monetarias que permitan hacer frente los efectos adversos sobre la economía, pero que no impliquen ceder un milímetro en la pelea con China.
[caption id="attachment_488921" align="aligncenter" width="490"] La guerra comercial detonaría los problemas económicos más graves a nivel global.[/caption]
¿Política monetaria?
Entre el 30 y 31 de julio, la Reserva Federal de EEUU (Fed) concretó finalmente un recorte de sus tasas de interés en 0,25% (de 2,50% a 2,25%) por primera vez desde 2008, cuando las tasas se rebajaron hasta un 0,25%, que en términos efectivos es prácticamente cero.
Se mantuvo en esos niveles durante 7 años, hasta diciembre de 2015, la Fed subió las tasas a 0,5%, y continuó incrementándolas hasta 2,25% en septiembre de 2018 y hasta 2,5% en diciembre de 2018.
La reciente rebaja de nuevo hasta 2,25% ha sido bienvenida, aunque con cautela, por los mercados financieros, que esperan mayores rebajas más adelante.
Pero Trump considera que esto es totalmente insuficiente, y se ha estrellado contra el presidente de la Fed, Jerome Powell, comparándolo con “un golfista que no tiene golpe corto, no tiene tacto”.
Trump es un convencido de que la economía estadounidense crecerá más y mejor si se reducen las tasas de interés a niveles cercanos a cero, como lo hizo durante 7 años tras la crisis, y como lo hace Alemania.
Sin embargo, en la reunión anual de las principales cabezas de los bancos centrales del mundo en Jackson Hole, Wyoming (EEUU), a mediados de agosto, Powell dijo, en esencia, la política monetaria solo puede contribuir hasta cierto punto, y que las guerras comerciales y otros “choques” globales no pueden superarse solo con políticas monetarias.
Y es que el comité de política monetaria de Powell está dividido sobre qué hacer. Algunos quieren mantener las tasas de interés donde están porque tienen miedo de que unas tasas de interés demasiado bajas impulsarán un crecimiento insostenible del crédito y estallará una burbuja crediticia. Otros quieren recortar las tasas, como Trump exige, para resistir las fuerzas recesivas que descienden sobre la economía.
Por el momento, Powell no ha dicho específicamente en qué nivel piensa que deberían estar las tasas de interés, y se limitó a decir que la Fed “actuará de manera apropiada para sostener la expansión”.
Claramente, Trump considera todo esto como insuficiente, y no ha dudado en calificar a Powell como “enemigo” de la economía de EEUU.
De cualquier manera, el tono de las exposiciones en Jackson Hole muestran que la mayoría de los banqueros centrales tienen una percepción de que la política monetaria, ya sea convencional (reducción de las tasas de interés) o no convencional (impresión de dinero, también llamada “flexibilización cuantitativa”-QE), no está funcionando a la hora de conseguir que las economías salgan de su bajo crecimiento y poca productividad y eviten una nueva recesión.
[caption id="attachment_488922" align="alignnone" width="490"] Presidente de la Fed y Trump, en pelea por bajar más o mantener las tasas de interés.[/caption]
¿Política fiscal?
Las políticas monetarias no so las únicas herramientas que los manuales convencionales de economía manejan para enfrentar crisis o generar mayor crecimiento o combatir la pobreza. También están las políticas fiscales, es decir, que los gobiernos inviertan directamente en distintas áreas clave (infraestructura, bonos sociales, salud, etc.) de manera que se estimule la economía directa o indirectamente.
De hecho, en la Bolivia de Evo Morales el estímulo fiscal es una herramienta muy utilizada precisamente para generar crecimiento del PIB y reducir la pobreza por ingresos. Algunos economistas las denominan también herramientas “contracíclicas”, ya que también suelen usarse para contrarrestar los efectos de crisis económicas externas (como la caída del precio del petróleo).
En este sentido, un déficit fiscal -que implica más gasto público que ingreso público, financiado generalmente a través de deuda- puede ser útil para mover la economía, mantener o aumentar el empleo, el consumo, la demanda, la inversión, y así sucesivamente.
La “inminente” recesión global está volviendo a poner de relieve justamente este tipo de debates entre los expertos de la teoría económica dominante, que están divididos sobre qué política económica adoptar para evitar una nueva crisis.
Por ejemplo, el ortodoxo keynesiano, Larry Summers, exsecretario del Tesoro de EEUU con Bill Clinton y profesor de Harvard, ha argumentado que las economías capitalistas están en “estancamiento secular”, por lo que considera que la flexibilización monetaria, ya sea convencional o no, no funcionará, así que necesitan estímulos fiscales.
Por otra parte, Stanley Fischer, exgobernador adjunto de la Fed, y ahora ejecutivo del megafondo de inversión Blackrock, reconoce que los estímulos fiscales no funcionarán porque no son “suficientemente ágiles”, es decir tardan demasiado tiempo en tener efecto. Además, cree que se corre el riesgo de que aumente la deuda pública y los intereses hasta niveles insostenibles. Por lo tanto, las medidas monetarias serían mejores.
Los postkeynesianos y los partidarios de la Teoría Monetaria Moderna parecen sentir tener la razón, ya que Summers parecía estar de acuerdo con ellos, argumentando que el estímulo fiscal a través de los déficits presupuestarios y los gastos del gobierno pueden frenar el colapso de la demanda agregada.
¿Quién tiene la razón?
Sin embargo, el marxista británico Michael Roberts opina que ni los monetaristas ni los keynesianos tienen razón. “Ni una mayor flexibilización monetaria ni estímulos fiscales podrán detener la recesión que se aproxima. Esto se debe a que no tiene que ver con la débil demanda agregada”.
[caption id="attachment_488923" align="alignright" width="300"] Advierten que la crisis que se viene podría ser peor que la anterior.[/caption]
Según Roberts, el consumo de los hogares en la mayoría de las economías es relativamente fuerte porque la gente sigue gastando más, en parte, a través de un mayor endeudamiento a tasas muy bajas de interés. Mientras que la otra parte de la demanda agregada, que es la inversión empresarial, es “cada vez más débil”.
Esto se debe a la baja rentabilidad “y ahora más en el último año, debido a la caída de los beneficios en los EEUU y en otros lugares. De hecho, los márgenes de beneficio empresarial en EEUU (beneficios como porcentaje del PIB) se han reducido (desde su nivel récord) durante más de cuatro años, la mayor contracción en la historia de postguerra”
Para Roberts, las políticas de mayor gasto público y aumento de déficits de los gobiernos sólo podrían funcionar si se dan las condiciones de la guerra de 1940, “cuando el grueso de la inversión fue pública o dirigida por el Gobierno, y la capacidad de decisión sobre la inversión industrial fue arrebatada a las empresas capitalistas”. Es decir, solo funcionaría si el Estado planificara la economía con mucho mayor protagonismo y limitara las decisiones especulativas del capital en el “libre mercado”.
Ejemplo de ello, afirma, es que el país con mayor gasto fiscal a nivel mundial ha sido Japón, que ha tenido déficits presupuestarios durante 20 años, pero “con poco éxito a la hora de conseguir un crecimiento económico por encima del 1% anual desde el final de la Gran Recesión; y el de los EEUU de Trump, con sus recortes y exenciones de impuestos corporativos en 2017”, con resultados magros y que ya llegaron a su límite.
El experto considera que “probablemente tengamos una nueva ronda de flexibilización monetaria y de medidas de estímulo fiscal, para satisfacción de todas las escuelas de teoría económica ortodoxas y heterodoxas. Pero no va a funcionar”.
El problema, según la visión de Roberts, es el sistema, y el detonante de una nueva recesión global será la guerra comercial y tecnológica con China.