Psicopolítica digital: ¿poder “benévolo” y el fin de la libertad?
El filósofo surcoreano-alemán y profesor de la Universidad de las Artes de Berlín, Byung-Chul Han, cuestiona que en la actualidad la libertad sea realmente tal. “Nos encontramos en una situación paradójica”, donde la libertad, que debiera ser “lo contrario de la coacción, genera...



El filósofo surcoreano-alemán y profesor de la Universidad de las Artes de Berlín, Byung-Chul Han, cuestiona que en la actualidad la libertad sea realmente tal. “Nos encontramos en una situación paradójica”, donde la libertad, que debiera ser “lo contrario de la coacción, genera coacciones”.
Han, considerado como uno de los más reconocidos diseccionadores de los males que aquejan a la sociedad hiperconsumista y neoliberal tras la caída del muro de Berlín, explica que enfermedades como la depresión y el síndrome de burnout (fatiga crónica, desgaste por exceso de trabajo y estrés) son la expresión de una crisis profunda de la libertad. “Son un signo patológico de que hoy la libertad se convierte, por diferentes vías, en coacción”.
En su libro “Psicopolítica: Neoliberalismo y nuevas técnicas de poder”, afirma que el sujeto que se considera a si mismo como libre, es en realidad un esclavo. “Es un esclavo absoluto, en la medida en que sin amo alguno se explota a sí mismo de forma voluntaria. No tiene frente a sí un amo que lo obligue a trabajar”.
Es por ello que el experto considera que el neoliberalismo es un sistema “muy eficiente, incluso inteligente”, para explotar la libertad. “Se explota todo aquello que pertenece a prácticas y formas de libertad, como la emoción, el juego y la comunicación. No es eficiente explotar a alguien contra su voluntad. En la explotación ajena, el producto final es insignificante. Solo la explotación de la libertad genera el mayor rendimiento”, advierte.
Empresario de uno mismo
Mediante este mecanismo de explotación de la libertad, el sujeto se convierte en una especie de “empresario de sí mismo”. Pero “el sujeto neoliberal como empresario de sí mismo no es capaz de establecer con los otros relaciones que sean libres de cualquier finalidad. Entre empresarios no surge una amistad sin fin alguno”.
[caption id="attachment_272122" align="alignright" width="261"] Empresario de uno mismo, autoexplotador[/caption]
Al contrario, Han explica que ser libre realmente significa estar entre amigos. “La libertad es, fundamentalmente, una palabra relacional. Uno se siente libre solo en una relación lograda, en una coexistencia satisfactoria. El aislamiento total al que nos conduce el régimen (neo)liberal no nos hace realmente libres. En este sentido, hoy se plantea la cuestión de si no deberíamos redefinir, reinventar la libertad para escapar a la fatal dialéctica que la convierte en coacción”, argumenta.
De manera similar, Marx también definía la libertad como una relación lograda con el otro. En su texto “Ideología alemana”, el pensador escribió: “Solamente dentro de la comunidad con otros todo individuo tiene los medios necesarios para desarrollar sus dotes en todos los sentidos; solamente dentro de la comunidad es posible, por tanto, la libertad personal”.
En este sentido, Han agrega que “ser libre no significa otra cosa que realizarse mutuamente. La libertad es un sinónimo de libertad lograda”, mientras que para el capitalismo neoliberal la libertad es una trampa.
Marx observó adicionalmente en otro texto (“Elementos fundamentales para la crítica de la economía política”), que la “libre competencia” que se asienta en la idea de la libertad individual, es solo “la relación del capital consigo mismo como otro capital, vale decir, el comportamiento real del capital en cuanto capital”. Así, el capital realiza su reproducción relacionándose consigo mismo como otro capital por medio de la competencia.
Por tanto, se puede entender que la libertad individual es una “esclavitud” en la medida en que el capital la acapara para su propia proliferación. Para reproducirse, el capital explota la libertad del individuo: “En la libre competencia no se pone como libres a los individuos, sino que se pone como libre al capital”. Y es a través de esta mediación de la libertad individual que se realiza finalmente la libertad del capital.
Dictadura del capital
Han considera que el neoliberalismo, como una forma de mutación del capitalismo, convierte al trabajador en empresario.
De esta manera, es el neoliberalismo, y no la revolución comunista, el que “elimina la clase trabajadora sometida a la explotación ajena. Hoy cada uno es un trabajador que se explota a sí mismo en su propia empresa. Cada uno es amo y esclavo en una persona. También la lucha de clases se transforma en una lucha interna consigo mismo”.
Por tanto, el filósofo surcoreano afirma que ya no es posible sostener la distinción entre proletariado y burguesía, como pretendía Marx. “El proletario es literalmente aquel que tiene a sus hijos como única posesión. Su autoproducción se limita únicamente a la reproducción biológica. Hoy, por el contrario, se extiende la ilusión de que cada uno, en cuanto proyecto libre de sí mismo, es capaz de una autoproducción ilimitada”, explica.
De esta manera, actualmente es “estructuralmente imposible” implementar una dictadura del proletariado en los términos clásicos.
“Hoy todos estamos dominados por una dictadura del capital”, afirma Han. “El régimen neoliberal transforma la explotación ajena en la autoexplotación que afecta a todas las ‘clases’”, y esta autoexplotación sin clases, que es totalmente ajena a Marx “hace imposible la revolución social, que descansa en la distinción entre explotadores y explotados”. Y por el aislamiento del sujeto, explotador de sí mismo, no se forma ningún “nosotros” político con capacidad para una acción común.
Es tal la efectividad del sistema, que “quien fracasa en la sociedad neoliberal del rendimiento se hace a sí mismo responsable y se avergüenza, en lugar de poner en duda a la sociedad o al sistema. En esto consiste la especial inteligencia del régimen neoliberal. No deja que surja resistencia alguna”.
En cambio, en el régimen clásico de la explotación ajena es posible que los explotados se solidaricen y juntos se alcen contra el explotador. Precisamente en esta lógica se basa la idea de Marx de la “dictadura del proletariado”.
Sin embargo, “esta lógica presupone relaciones de dominación represivas. En el régimen neoliberal de la autoexplotación uno dirige la agresión hacia sí mismo. Esta autoagresividad no convierte al explotado en revolucionario, sino en depresivo”, sentencia el filósofo.
[caption id="attachment_272123" align="alignnone" width="425"] Poder inteligente, una dominación bienvenida.[/caption]
El ciudadano consumidor y espectador
Como analista de la sociedad contemporánea, Han observa que el neoliberalismo convierte al ciudadano en consumidor, y que la libertad del ciudadano cede ante la pasividad del consumidor.
Extendiendo el análisis hacia la política, el experto considera que, “el votante, en cuanto consumidor, no tiene un interés real por la política, por la configuración activa de la comunidad. No está dispuesto ni capacitado para la acción política común. Solo reacciona de forma pasiva a la política, refunfuñando y quejándose, igual que el consumidor ante las mercancías y los servicios que le desagradan”.
De esta manera, los políticos y los partidos también siguen esta lógica del consumo: Tienen que proveer. Y con ello se degradan a meros proveedores que deben satisfacer a los votantes/consumidores/clientes.
Y en este contexto, la transparencia que hoy se exige de los políticos es todo menos una reivindicación política: “No se exige transparencia frente a los procesos políticos de decisión, por los que no se interesa ningún consumidor. El imperativo de la transparencia sirve sobre todo para desnudar a los políticos, para desenmascararlos, para convertirlos en objeto de escándalo. La reivindicación de la transparencia presupone la posición de un espectador que se escandaliza. No es la reivindicación de un ciudadano con iniciativa, sino la de un espectador pasivo”.
Por tanto, la participación también se reduce o degrada a una forma de reclamación y queja. “La sociedad está poblada de espectadores y consumidores”, y “funda una democracia de espectadores”, enfatiza al respecto Han.
Poder inteligente/Smart power
Como una analogía de los teléfonos inteligentes (smart phones), el filósofo coreano-alemán habla del poder inteligente. Éste, afirma, es “amable”, no opera de frente contra la voluntad de los sujetos sometidos, sino que dirige esa voluntad a su favor.
“Es más afirmativo que negador, más seductor que represor. Se esfuerza en generar emociones positivas y en explotarlas. Seduce en lugar de prohibir. El poder inteligente se ajusta a la psique en lugar de disciplinarla y someterla a coacciones y prohibiciones”, explica.
En este sentido, no busca imponer el silencio a la sociedad. Al contrario, fomenta y exige compartir, participar, comunicar opiniones, necesidades, deseos y preferencias. “Este poder amable es más poderoso que el poder represivo. Escapa a toda visibilidad. La presente crisis de libertad consiste en que estamos ante una técnica de poder que no niega o somete la libertad, sino que la explota. Se elimina la decisión libre en favor de la libre elección entre distintas ofertas”.
Así, el “poder inteligente” es más efectivo que el poder que clasifica, amenaza y prescribe. “El botón de me gusta es su signo”, grafica Han. Y enfatiza que mientras mayor es el poder, más silenciosamente actúa.
[caption id="attachment_272124" align="aligncenter" width="421"] Psicopolítica digital, el registro total de la vida y la autoexplotación.[/caption]
Big Data, el registro total de la vida
Otro de los aspectos que Han critica es que “hoy se registra cada clic que hacemos, cada palabra que introducimos en el buscador. Todo paso en la red es observado y registrado. Nuestra vida se reproduce totalmente en la red digital. Nuestro hábito digital proporciona una representación muy exacta de nuestra persona, de nuestra alma, quizá más precisa o completa que la imagen que nos hacemos de nosotros mismos”.
Toda esta información registrada es parte de lo que llaman el Big Data. A través del “data mining”, o sea la minería de datos, estos se comparan e interrelacionan de manera que se generan “perfiles muy exactos” y se adquiere una visión sobre la vida privada, “incluso sobre la psique” de los consumidores y de los electores.
Una vez que se tienen los perfiles, se aplica el “microtargeting” para dirigirse con precisión a los electores con mensajes personalizados y para influenciarlos. “Asimismo, algoritmos inteligentes permiten hacer pronósticos sobre el comportamiento de los electores”, y de esa manera optimizar los discursos y mensajes individualizados.
A todo este proceso, Han llama “psicopolítica digital”, donde el microtargeting se convierte en una práctica general de la psicopolítica.
El filósofo advierte que la psicopolítica digital es ya una herramienta tan poderosa y versátil que “es capaz de llegar a procesos psíquicos de manera prospectiva”, o sea dando una lectura del comportamiento futuro. A tal punto que “es quizá mucho más rápida que la voluntad libre”, pudiendo adelantarse a ella.
Esta capacidad de prospección es un riesgo, según la preocupación de Han, porque con ello “la psicopolítica digital significaría el fin de la libertad”.
Han, considerado como uno de los más reconocidos diseccionadores de los males que aquejan a la sociedad hiperconsumista y neoliberal tras la caída del muro de Berlín, explica que enfermedades como la depresión y el síndrome de burnout (fatiga crónica, desgaste por exceso de trabajo y estrés) son la expresión de una crisis profunda de la libertad. “Son un signo patológico de que hoy la libertad se convierte, por diferentes vías, en coacción”.
En su libro “Psicopolítica: Neoliberalismo y nuevas técnicas de poder”, afirma que el sujeto que se considera a si mismo como libre, es en realidad un esclavo. “Es un esclavo absoluto, en la medida en que sin amo alguno se explota a sí mismo de forma voluntaria. No tiene frente a sí un amo que lo obligue a trabajar”.
Es por ello que el experto considera que el neoliberalismo es un sistema “muy eficiente, incluso inteligente”, para explotar la libertad. “Se explota todo aquello que pertenece a prácticas y formas de libertad, como la emoción, el juego y la comunicación. No es eficiente explotar a alguien contra su voluntad. En la explotación ajena, el producto final es insignificante. Solo la explotación de la libertad genera el mayor rendimiento”, advierte.
Empresario de uno mismo
Mediante este mecanismo de explotación de la libertad, el sujeto se convierte en una especie de “empresario de sí mismo”. Pero “el sujeto neoliberal como empresario de sí mismo no es capaz de establecer con los otros relaciones que sean libres de cualquier finalidad. Entre empresarios no surge una amistad sin fin alguno”.
[caption id="attachment_272122" align="alignright" width="261"] Empresario de uno mismo, autoexplotador[/caption]
Al contrario, Han explica que ser libre realmente significa estar entre amigos. “La libertad es, fundamentalmente, una palabra relacional. Uno se siente libre solo en una relación lograda, en una coexistencia satisfactoria. El aislamiento total al que nos conduce el régimen (neo)liberal no nos hace realmente libres. En este sentido, hoy se plantea la cuestión de si no deberíamos redefinir, reinventar la libertad para escapar a la fatal dialéctica que la convierte en coacción”, argumenta.
De manera similar, Marx también definía la libertad como una relación lograda con el otro. En su texto “Ideología alemana”, el pensador escribió: “Solamente dentro de la comunidad con otros todo individuo tiene los medios necesarios para desarrollar sus dotes en todos los sentidos; solamente dentro de la comunidad es posible, por tanto, la libertad personal”.
En este sentido, Han agrega que “ser libre no significa otra cosa que realizarse mutuamente. La libertad es un sinónimo de libertad lograda”, mientras que para el capitalismo neoliberal la libertad es una trampa.
Marx observó adicionalmente en otro texto (“Elementos fundamentales para la crítica de la economía política”), que la “libre competencia” que se asienta en la idea de la libertad individual, es solo “la relación del capital consigo mismo como otro capital, vale decir, el comportamiento real del capital en cuanto capital”. Así, el capital realiza su reproducción relacionándose consigo mismo como otro capital por medio de la competencia.
Por tanto, se puede entender que la libertad individual es una “esclavitud” en la medida en que el capital la acapara para su propia proliferación. Para reproducirse, el capital explota la libertad del individuo: “En la libre competencia no se pone como libres a los individuos, sino que se pone como libre al capital”. Y es a través de esta mediación de la libertad individual que se realiza finalmente la libertad del capital.
Dictadura del capital
Han considera que el neoliberalismo, como una forma de mutación del capitalismo, convierte al trabajador en empresario.
De esta manera, es el neoliberalismo, y no la revolución comunista, el que “elimina la clase trabajadora sometida a la explotación ajena. Hoy cada uno es un trabajador que se explota a sí mismo en su propia empresa. Cada uno es amo y esclavo en una persona. También la lucha de clases se transforma en una lucha interna consigo mismo”.
Por tanto, el filósofo surcoreano afirma que ya no es posible sostener la distinción entre proletariado y burguesía, como pretendía Marx. “El proletario es literalmente aquel que tiene a sus hijos como única posesión. Su autoproducción se limita únicamente a la reproducción biológica. Hoy, por el contrario, se extiende la ilusión de que cada uno, en cuanto proyecto libre de sí mismo, es capaz de una autoproducción ilimitada”, explica.
De esta manera, actualmente es “estructuralmente imposible” implementar una dictadura del proletariado en los términos clásicos.
“Hoy todos estamos dominados por una dictadura del capital”, afirma Han. “El régimen neoliberal transforma la explotación ajena en la autoexplotación que afecta a todas las ‘clases’”, y esta autoexplotación sin clases, que es totalmente ajena a Marx “hace imposible la revolución social, que descansa en la distinción entre explotadores y explotados”. Y por el aislamiento del sujeto, explotador de sí mismo, no se forma ningún “nosotros” político con capacidad para una acción común.
Es tal la efectividad del sistema, que “quien fracasa en la sociedad neoliberal del rendimiento se hace a sí mismo responsable y se avergüenza, en lugar de poner en duda a la sociedad o al sistema. En esto consiste la especial inteligencia del régimen neoliberal. No deja que surja resistencia alguna”.
En cambio, en el régimen clásico de la explotación ajena es posible que los explotados se solidaricen y juntos se alcen contra el explotador. Precisamente en esta lógica se basa la idea de Marx de la “dictadura del proletariado”.
Sin embargo, “esta lógica presupone relaciones de dominación represivas. En el régimen neoliberal de la autoexplotación uno dirige la agresión hacia sí mismo. Esta autoagresividad no convierte al explotado en revolucionario, sino en depresivo”, sentencia el filósofo.
[caption id="attachment_272123" align="alignnone" width="425"] Poder inteligente, una dominación bienvenida.[/caption]
El ciudadano consumidor y espectador
Como analista de la sociedad contemporánea, Han observa que el neoliberalismo convierte al ciudadano en consumidor, y que la libertad del ciudadano cede ante la pasividad del consumidor.
Extendiendo el análisis hacia la política, el experto considera que, “el votante, en cuanto consumidor, no tiene un interés real por la política, por la configuración activa de la comunidad. No está dispuesto ni capacitado para la acción política común. Solo reacciona de forma pasiva a la política, refunfuñando y quejándose, igual que el consumidor ante las mercancías y los servicios que le desagradan”.
De esta manera, los políticos y los partidos también siguen esta lógica del consumo: Tienen que proveer. Y con ello se degradan a meros proveedores que deben satisfacer a los votantes/consumidores/clientes.
Y en este contexto, la transparencia que hoy se exige de los políticos es todo menos una reivindicación política: “No se exige transparencia frente a los procesos políticos de decisión, por los que no se interesa ningún consumidor. El imperativo de la transparencia sirve sobre todo para desnudar a los políticos, para desenmascararlos, para convertirlos en objeto de escándalo. La reivindicación de la transparencia presupone la posición de un espectador que se escandaliza. No es la reivindicación de un ciudadano con iniciativa, sino la de un espectador pasivo”.
Por tanto, la participación también se reduce o degrada a una forma de reclamación y queja. “La sociedad está poblada de espectadores y consumidores”, y “funda una democracia de espectadores”, enfatiza al respecto Han.
Poder inteligente/Smart power
Como una analogía de los teléfonos inteligentes (smart phones), el filósofo coreano-alemán habla del poder inteligente. Éste, afirma, es “amable”, no opera de frente contra la voluntad de los sujetos sometidos, sino que dirige esa voluntad a su favor.
“Es más afirmativo que negador, más seductor que represor. Se esfuerza en generar emociones positivas y en explotarlas. Seduce en lugar de prohibir. El poder inteligente se ajusta a la psique en lugar de disciplinarla y someterla a coacciones y prohibiciones”, explica.
En este sentido, no busca imponer el silencio a la sociedad. Al contrario, fomenta y exige compartir, participar, comunicar opiniones, necesidades, deseos y preferencias. “Este poder amable es más poderoso que el poder represivo. Escapa a toda visibilidad. La presente crisis de libertad consiste en que estamos ante una técnica de poder que no niega o somete la libertad, sino que la explota. Se elimina la decisión libre en favor de la libre elección entre distintas ofertas”.
Así, el “poder inteligente” es más efectivo que el poder que clasifica, amenaza y prescribe. “El botón de me gusta es su signo”, grafica Han. Y enfatiza que mientras mayor es el poder, más silenciosamente actúa.
[caption id="attachment_272124" align="aligncenter" width="421"] Psicopolítica digital, el registro total de la vida y la autoexplotación.[/caption]
Big Data, el registro total de la vida
Otro de los aspectos que Han critica es que “hoy se registra cada clic que hacemos, cada palabra que introducimos en el buscador. Todo paso en la red es observado y registrado. Nuestra vida se reproduce totalmente en la red digital. Nuestro hábito digital proporciona una representación muy exacta de nuestra persona, de nuestra alma, quizá más precisa o completa que la imagen que nos hacemos de nosotros mismos”.
Toda esta información registrada es parte de lo que llaman el Big Data. A través del “data mining”, o sea la minería de datos, estos se comparan e interrelacionan de manera que se generan “perfiles muy exactos” y se adquiere una visión sobre la vida privada, “incluso sobre la psique” de los consumidores y de los electores.
Una vez que se tienen los perfiles, se aplica el “microtargeting” para dirigirse con precisión a los electores con mensajes personalizados y para influenciarlos. “Asimismo, algoritmos inteligentes permiten hacer pronósticos sobre el comportamiento de los electores”, y de esa manera optimizar los discursos y mensajes individualizados.
A todo este proceso, Han llama “psicopolítica digital”, donde el microtargeting se convierte en una práctica general de la psicopolítica.
El filósofo advierte que la psicopolítica digital es ya una herramienta tan poderosa y versátil que “es capaz de llegar a procesos psíquicos de manera prospectiva”, o sea dando una lectura del comportamiento futuro. A tal punto que “es quizá mucho más rápida que la voluntad libre”, pudiendo adelantarse a ella.
Esta capacidad de prospección es un riesgo, según la preocupación de Han, porque con ello “la psicopolítica digital significaría el fin de la libertad”.