Direccionar el crédito: ¿creando burbujas o inversión productiva?
El gobierno nacional mantiene y profundiza una política de direccionamiento de los créditos del sector privado con el objetivo de mantener la dinámica registrada en los últimos años en la cartera, así como el nivel de las inversiones, lo que a su vez coadyuvaría al crecimiento de la...



El gobierno nacional mantiene y profundiza una política de direccionamiento de los créditos del sector privado con el objetivo de mantener la dinámica registrada en los últimos años en la cartera, así como el nivel de las inversiones, lo que a su vez coadyuvaría al crecimiento de la economía. ¿Qué efectos realmente tienen estas medidas?
Los críticos de tendencia liberal o neoliberal consideran que la “expansión artificial del crédito” -entre otras cosas mediante tasas de interés forzadamente bajas- está induciendo a las empresas y emprendedores a cometer “errores de inversión” al enviar “la señal equivocada a los empresarios de que todo nuevo negocio puede ser emprendido por muy alocado y riesgoso que pareciera, y que de otra manera no sería posible”.
Asimismo, consideran que los créditos artificialmente baratos al sector inmobiliario -vivienda- están generando una burbuja de activos especialmente en el suelo (terrenos), aunque otros afirman que también en el sector de la construcción (viviendas). Las consecuencias, advierten, pueden ser graves para la población.
Sin embargo, hay académicos que observan que los fenómenos descritos (burbujas y mala asignación de los recursos), culpables de las crisis más fuertes de los últimos tiempos, como la de 2008 en EEUU y la europea actual, se relacionan más bien con la falta de regulación a los bancos y a sus políticas crediticias.
Así lo piensa el Jefe de Investigación del Instituto para la Innovación y el Propósito Público de la University College London (UCL), Josh Ryan-Collins, quien en sus investigaciones ha encontrado que la ausencia de regulación a los bancos -al menos en países desarrollados- genera un aumento de “inversión” en mercados de activos especulativos y no así en empresas productivas.
La evidencia apunta a la desregulación
Los datos de 17 economías avanzadas, presentados por Ryan-Collins, dan cuenta de que en los últimos 40 años ha habido un sostenido “desplazamiento del crédito”: antes predominaban los préstamos a sectores no financieros para apoyar la inversión productiva (sector real), mientras que ahora el crédito se ha expandido hacia sectores altamente especulativos.
“Si bien la cartera total de créditos de los bancos se ha casi duplicado en relación al PIB desde los principios de la década de 1970, la proporción de crédito hacia las empresas en los hechos ha caído del 60% al 40%. La vasta expansión de los préstamos ha sido principalmente para que las familias compren casas y, en menor medida, para bienes de consumo y la compra de activos financieros”, explica el experto.
En un trabajo de Ryan-Collins junto con los economistas holandeses Dirk Bezemer, Lu Zhang y Frank van Lerven -en el que examinan las evidencias teóricas, históricas y empíricas en relación a las políticas de crédito y su asignación-, encontraron que los préstamos hipotecarios y para otros bienes de mercado no suelen generar suficientes flujos de ingresos para financiar el crecimiento de deuda.
“Al contrario, la evidencia empírica sugiere que a partir de cierto punto relativo al PIB, los aumentos en la deuda hipotecaria típicamente ralentizan el crecimiento e incrementan la inestabilidad financiera, ya que los precios de los activos crecen más rápido que los ingresos”, puntualizan.
Estos hallazgos están en concordancia con teóricos más antiguos, quienes argumentaban que cuando se deja a los mercados crediticios a su libre albedrío, no optimizarán la asignación de recursos.
Los renombrados economistas Joseph Schumpeter, Keynes y Hyman Minsky, advertían en su momento que, sin regulación, los mercados de crédito tienden a alejar los recursos financieros de la inversión en el sector real y de la innovación, y los desplazan hacia el mercado de activos y de especulación; lejos del crecimiento equitativo del ingreso y hacia las ganancias de capital que polarizan la riqueza y el ingreso; y lejos del camino de crecimiento robusto y estable y hacia frágiles ciclos de auge y depresión con frecuentes crisis.
Esto significa, argumentan Ryan-Collins, Bezemer, Zhang y van Lerven, “que hay fuertes razones para regular, incluyendo instrumentos que direccionen el crédito. De hecho, desde el final de la Segunda Guerra Mundial y hasta los 1980s, la mayoría de los bancos centrales y ministerios de finanzas de las economías avanzadas utilizaban rutinariamente formas de direccionamiento de crédito como norma, más que como una excepción. Estas incluían instrumentos que afectaban tanto la demanda de crédito para sectores específicos como la oferta de crédito (por ejemplo, cuotas de crédito o techos en las tasas de interese)”.
Según estos investigadores, en los países europeos se favorecía a sectores exportadores, a la agricultura y la manufactura, mientras se desfavorecía a los sectores importadores, el sector de servicios, las hipotecas y el consumo. “De hecho, los bancos comerciales en muchos países desarrollados estaban restringidos de entrar en el mercado hipotecario hasta los 1980s. Y se crearon instituciones públicas (bancos de inversión estatales y otros) específicamente para guiar el crédito hacia los sectores que se deseaba”.
Efectivamente, durante la década de 1980 se implementó desde EEUU y otros países centrales una liberalización y desregulación del crédito, así como el fin de las políticas de control del crédito, ya que empezaron a prevalecer criterios que afirmaban que éstos distorsionaban la asignación eficiente de capital.
Este fue un elemento clave del Consenso de Washington, promovido por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI) en los países en vías de desarrollo. Con ello, muchos bancos de inversión estatales fueron privatizados o liquidados.
La evidencia empírica provista por la investigación de Ryan-Collins, Bezemer, Zhang y van Lerven, apunta a que “la liberalización de los mercados crediticios y la eliminación del direccionamiento del crédito, están significativamente asociados con una menor proporción de préstamos hacia empresas no financieras, respaldando así las hipótesis de Schumpeter-Keynes-Minsky”.
Comportamiento del crédito en Bolivia
El sector financiero en Bolivia se acerca a los 14 años de crecimiento sostenido. Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), en promedio el crecimiento del sector financiero ha sido más que el doble que el del PIB: entre los años 2006 y 2016, el PIB creció 4,9% en promedio, mientras que los servicios financieros tuvieron un crecimiento promedio de 11,3% en el mismo periodo.
[caption id="attachment_250581" align="alignnone" width="512"] Evolución cartera de créditos (en millones de Bs.). Fuente: ASFI[/caption]
La cartera de créditos ha tenido un comportamiento similar. Datos de la Autoridad de Supervisión del Sistema Financiero (ASFI) muestran que el año 2005, la cartera de las entidades de intermediación financiera era de Bs. 26.879 millones. En tanto que, al 28 de febrero de 2019, ésta alcanzó a Bs. 172.285 millones, monto que ya equivale a claramente más de la mitad del PIB (Bs. 284.115 millones en 2018, y se proyecta a Bs. 312.650 millones para finales de 2019).
La composición de la cartera de créditos ha ido cambiando desde el año 2010, y con más fuerza desde la promulgación de la Ley de Servicios Financieros el año 2013. Al 28 de febrero de 2019, la ASFI reporta que de los Bs. 172.285 millones de la cartera total del sistema financiero, el 30% son microcréditos, el 25,8% son créditos de vivienda, el 21,5% es crédito empresarial, el 12,8% son para PyME, y el 9,5% es para consumo.
[caption id="attachment_250584" align="alignright" width="259"] Cartera de créditos por tipo en millones de Bs. y %. Febrero 2019. Fuente: ASFI.[/caption]
Sin embargo, no se puede conocer desagregadamente cuánto de los microcréditos, del crédito empresarial y del PyME, respectivamente, se dirige efectivamente a actividades productivas, comerciales o especulativas. Y aunque la ASFI detalla que una gran mayoría de los créditos van al sector “productivo”, no se puede ver cómo exactamente estaría compuesto dicho sector.
El tema de fondo es si el crédito, guiado a través de la Ley de 2013 y una serie de decretos y normativas ASFI, está siendo direccionado efectivamente al sector real de la economía (y cuáles subsectores), o si hay un fuerte componente especulativo (inmobiliario, para compra de activos financiero, etc.) y no productivo (comercio, importación, etc.).
El riesgo es que el crédito en Bolivia se esté direccionando a los sectores a los que iría si fuese desregulado según lo mencionado por Ryan-Collins, o sea los especulativos, y no a una producción que satisfaga una demanda real, como debiera ser.
¿Para bien o para mal?
Según economistas de tendencia liberal, el direccionamiento del crédito a través de medidas como la reducción de las tasas de interés, induce al error de inversión de los empresarios y emprendedores, ya que estarían realizando proyectos que no satisfacen una demanda real del mercado.
El auge del sector de la construcción, particularmente de viviendas, es señalado como ejemplo de ello. Sin embargo, existe en la actualidad una demanda insatisfecha de viviendas en Bolivia, según afirma el urbanista Fernando Prado, quien apunta a que en realidad la especulación y burbuja se da sobre todo en el ámbito de los lotes y terrenos.
También hay otros sectores, como el comercio o el propio sector financiero, que viven su propio auge y que no contribuyen a la creación y generación de valor real en la economía. El problema que identifican los expertos es que el crédito se dirija a estos sectores que no generan valor o que son especulativos.
En este sentido, Enrique Velazco Reckling, director de la Fundación INASET (Instituto de Asistencia Social Económica y Tecnológica), concuerda con los hallazgos de Ryan-Collins, y afirma que “hay una relación (casi) directa entre el crédito al sector real y el crecimiento de la economía: por cada unidad de crédito, el aumento de las transacciones genera al menos el equivalente de otra unidad de ingreso más los costos financieros”.
En tanto que, cuando el financiamiento no se destina a aumentar la capacidad productiva sino a comprar un servicio o un bien ya producido (o importado) –como pagar vacaciones o adquirir un vehículo para uso personal–, se contrae una deuda que compromete los ingresos futuros.
[caption id="attachment_250582" align="alignnone" width="502"] Utilidades de entidades de intermediación financiera. En 2018 acumularon Bs. 1.952 millones. ASFI[/caption]
“Financiar actividades no productivas promueve la especulación (aumenta el valor de activos financieros, bonos de deuda, inmuebles, etc.) y genera rentas para el banco y los vendedores, pero no crea nuevo valor, ya que ‘comprar barato y vender caro’ no crea nuevo valor en la economía”, agrega el director de INASET.
Para Velazco, “el aparente bienestar de los bolivianos es soportado por un endeudamiento que se incrementa al doble del aumento de los ingresos productivos. Que en estas condiciones el sistema de intermediación financiera mantenga sus inéditas utilidades implica, sin eufemismos, que lo que gana la banca, lo pierde la economía real”, ya que los sectores que más crecen (Administración Pública, Impuestos y Servicios Financieros) “por definición, no generan valor real a la economía: lo extraen de actividades económicas reales”.
Los críticos de tendencia liberal o neoliberal consideran que la “expansión artificial del crédito” -entre otras cosas mediante tasas de interés forzadamente bajas- está induciendo a las empresas y emprendedores a cometer “errores de inversión” al enviar “la señal equivocada a los empresarios de que todo nuevo negocio puede ser emprendido por muy alocado y riesgoso que pareciera, y que de otra manera no sería posible”.
Asimismo, consideran que los créditos artificialmente baratos al sector inmobiliario -vivienda- están generando una burbuja de activos especialmente en el suelo (terrenos), aunque otros afirman que también en el sector de la construcción (viviendas). Las consecuencias, advierten, pueden ser graves para la población.
Sin embargo, hay académicos que observan que los fenómenos descritos (burbujas y mala asignación de los recursos), culpables de las crisis más fuertes de los últimos tiempos, como la de 2008 en EEUU y la europea actual, se relacionan más bien con la falta de regulación a los bancos y a sus políticas crediticias.
Así lo piensa el Jefe de Investigación del Instituto para la Innovación y el Propósito Público de la University College London (UCL), Josh Ryan-Collins, quien en sus investigaciones ha encontrado que la ausencia de regulación a los bancos -al menos en países desarrollados- genera un aumento de “inversión” en mercados de activos especulativos y no así en empresas productivas.
La evidencia apunta a la desregulación
Los datos de 17 economías avanzadas, presentados por Ryan-Collins, dan cuenta de que en los últimos 40 años ha habido un sostenido “desplazamiento del crédito”: antes predominaban los préstamos a sectores no financieros para apoyar la inversión productiva (sector real), mientras que ahora el crédito se ha expandido hacia sectores altamente especulativos.
“Si bien la cartera total de créditos de los bancos se ha casi duplicado en relación al PIB desde los principios de la década de 1970, la proporción de crédito hacia las empresas en los hechos ha caído del 60% al 40%. La vasta expansión de los préstamos ha sido principalmente para que las familias compren casas y, en menor medida, para bienes de consumo y la compra de activos financieros”, explica el experto.
En un trabajo de Ryan-Collins junto con los economistas holandeses Dirk Bezemer, Lu Zhang y Frank van Lerven -en el que examinan las evidencias teóricas, históricas y empíricas en relación a las políticas de crédito y su asignación-, encontraron que los préstamos hipotecarios y para otros bienes de mercado no suelen generar suficientes flujos de ingresos para financiar el crecimiento de deuda.
“Al contrario, la evidencia empírica sugiere que a partir de cierto punto relativo al PIB, los aumentos en la deuda hipotecaria típicamente ralentizan el crecimiento e incrementan la inestabilidad financiera, ya que los precios de los activos crecen más rápido que los ingresos”, puntualizan.
Estos hallazgos están en concordancia con teóricos más antiguos, quienes argumentaban que cuando se deja a los mercados crediticios a su libre albedrío, no optimizarán la asignación de recursos.
Los renombrados economistas Joseph Schumpeter, Keynes y Hyman Minsky, advertían en su momento que, sin regulación, los mercados de crédito tienden a alejar los recursos financieros de la inversión en el sector real y de la innovación, y los desplazan hacia el mercado de activos y de especulación; lejos del crecimiento equitativo del ingreso y hacia las ganancias de capital que polarizan la riqueza y el ingreso; y lejos del camino de crecimiento robusto y estable y hacia frágiles ciclos de auge y depresión con frecuentes crisis.
Esto significa, argumentan Ryan-Collins, Bezemer, Zhang y van Lerven, “que hay fuertes razones para regular, incluyendo instrumentos que direccionen el crédito. De hecho, desde el final de la Segunda Guerra Mundial y hasta los 1980s, la mayoría de los bancos centrales y ministerios de finanzas de las economías avanzadas utilizaban rutinariamente formas de direccionamiento de crédito como norma, más que como una excepción. Estas incluían instrumentos que afectaban tanto la demanda de crédito para sectores específicos como la oferta de crédito (por ejemplo, cuotas de crédito o techos en las tasas de interese)”.
Según estos investigadores, en los países europeos se favorecía a sectores exportadores, a la agricultura y la manufactura, mientras se desfavorecía a los sectores importadores, el sector de servicios, las hipotecas y el consumo. “De hecho, los bancos comerciales en muchos países desarrollados estaban restringidos de entrar en el mercado hipotecario hasta los 1980s. Y se crearon instituciones públicas (bancos de inversión estatales y otros) específicamente para guiar el crédito hacia los sectores que se deseaba”.
Efectivamente, durante la década de 1980 se implementó desde EEUU y otros países centrales una liberalización y desregulación del crédito, así como el fin de las políticas de control del crédito, ya que empezaron a prevalecer criterios que afirmaban que éstos distorsionaban la asignación eficiente de capital.
Este fue un elemento clave del Consenso de Washington, promovido por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI) en los países en vías de desarrollo. Con ello, muchos bancos de inversión estatales fueron privatizados o liquidados.
La evidencia empírica provista por la investigación de Ryan-Collins, Bezemer, Zhang y van Lerven, apunta a que “la liberalización de los mercados crediticios y la eliminación del direccionamiento del crédito, están significativamente asociados con una menor proporción de préstamos hacia empresas no financieras, respaldando así las hipótesis de Schumpeter-Keynes-Minsky”.
Comportamiento del crédito en Bolivia
El sector financiero en Bolivia se acerca a los 14 años de crecimiento sostenido. Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), en promedio el crecimiento del sector financiero ha sido más que el doble que el del PIB: entre los años 2006 y 2016, el PIB creció 4,9% en promedio, mientras que los servicios financieros tuvieron un crecimiento promedio de 11,3% en el mismo periodo.
[caption id="attachment_250581" align="alignnone" width="512"] Evolución cartera de créditos (en millones de Bs.). Fuente: ASFI[/caption]
La cartera de créditos ha tenido un comportamiento similar. Datos de la Autoridad de Supervisión del Sistema Financiero (ASFI) muestran que el año 2005, la cartera de las entidades de intermediación financiera era de Bs. 26.879 millones. En tanto que, al 28 de febrero de 2019, ésta alcanzó a Bs. 172.285 millones, monto que ya equivale a claramente más de la mitad del PIB (Bs. 284.115 millones en 2018, y se proyecta a Bs. 312.650 millones para finales de 2019).
La composición de la cartera de créditos ha ido cambiando desde el año 2010, y con más fuerza desde la promulgación de la Ley de Servicios Financieros el año 2013. Al 28 de febrero de 2019, la ASFI reporta que de los Bs. 172.285 millones de la cartera total del sistema financiero, el 30% son microcréditos, el 25,8% son créditos de vivienda, el 21,5% es crédito empresarial, el 12,8% son para PyME, y el 9,5% es para consumo.
[caption id="attachment_250584" align="alignright" width="259"] Cartera de créditos por tipo en millones de Bs. y %. Febrero 2019. Fuente: ASFI.[/caption]
Sin embargo, no se puede conocer desagregadamente cuánto de los microcréditos, del crédito empresarial y del PyME, respectivamente, se dirige efectivamente a actividades productivas, comerciales o especulativas. Y aunque la ASFI detalla que una gran mayoría de los créditos van al sector “productivo”, no se puede ver cómo exactamente estaría compuesto dicho sector.
El tema de fondo es si el crédito, guiado a través de la Ley de 2013 y una serie de decretos y normativas ASFI, está siendo direccionado efectivamente al sector real de la economía (y cuáles subsectores), o si hay un fuerte componente especulativo (inmobiliario, para compra de activos financiero, etc.) y no productivo (comercio, importación, etc.).
El riesgo es que el crédito en Bolivia se esté direccionando a los sectores a los que iría si fuese desregulado según lo mencionado por Ryan-Collins, o sea los especulativos, y no a una producción que satisfaga una demanda real, como debiera ser.
¿Para bien o para mal?
Según economistas de tendencia liberal, el direccionamiento del crédito a través de medidas como la reducción de las tasas de interés, induce al error de inversión de los empresarios y emprendedores, ya que estarían realizando proyectos que no satisfacen una demanda real del mercado.
El auge del sector de la construcción, particularmente de viviendas, es señalado como ejemplo de ello. Sin embargo, existe en la actualidad una demanda insatisfecha de viviendas en Bolivia, según afirma el urbanista Fernando Prado, quien apunta a que en realidad la especulación y burbuja se da sobre todo en el ámbito de los lotes y terrenos.
También hay otros sectores, como el comercio o el propio sector financiero, que viven su propio auge y que no contribuyen a la creación y generación de valor real en la economía. El problema que identifican los expertos es que el crédito se dirija a estos sectores que no generan valor o que son especulativos.
En este sentido, Enrique Velazco Reckling, director de la Fundación INASET (Instituto de Asistencia Social Económica y Tecnológica), concuerda con los hallazgos de Ryan-Collins, y afirma que “hay una relación (casi) directa entre el crédito al sector real y el crecimiento de la economía: por cada unidad de crédito, el aumento de las transacciones genera al menos el equivalente de otra unidad de ingreso más los costos financieros”.
En tanto que, cuando el financiamiento no se destina a aumentar la capacidad productiva sino a comprar un servicio o un bien ya producido (o importado) –como pagar vacaciones o adquirir un vehículo para uso personal–, se contrae una deuda que compromete los ingresos futuros.
[caption id="attachment_250582" align="alignnone" width="502"] Utilidades de entidades de intermediación financiera. En 2018 acumularon Bs. 1.952 millones. ASFI[/caption]
“Financiar actividades no productivas promueve la especulación (aumenta el valor de activos financieros, bonos de deuda, inmuebles, etc.) y genera rentas para el banco y los vendedores, pero no crea nuevo valor, ya que ‘comprar barato y vender caro’ no crea nuevo valor en la economía”, agrega el director de INASET.
Para Velazco, “el aparente bienestar de los bolivianos es soportado por un endeudamiento que se incrementa al doble del aumento de los ingresos productivos. Que en estas condiciones el sistema de intermediación financiera mantenga sus inéditas utilidades implica, sin eufemismos, que lo que gana la banca, lo pierde la economía real”, ya que los sectores que más crecen (Administración Pública, Impuestos y Servicios Financieros) “por definición, no generan valor real a la economía: lo extraen de actividades económicas reales”.