Bolivianos y chilenos toman lugar en La Haya, a 3 días del fallo marítimo
La Haya se tornó ayer fría pese al sol de otoño septentrional, a 3 días de que la Corte Internacional de Justicia (CIJ) emita su fallo en el juicio marítimo de Bolivia a Chile, cuyas autoridades, agentes, representantes y periodistas tomaban lugar en esta ciudad del sur de Holanda. En...
La Haya se tornó ayer fría pese al sol de otoño septentrional, a 3 días de que la Corte Internacional de Justicia (CIJ) emita su fallo en el juicio marítimo de Bolivia a Chile, cuyas autoridades, agentes, representantes y periodistas tomaban lugar en esta ciudad del sur de Holanda.
En coincidencia con el sonoro y bien sonado 'Octoberfest', los holandeses de esta región que acoge al más alto tribunal de justicia mundial cogieron los abrigos tras un semestre exacto de calor primaveral para continuar normalmente sus actividades, tal vez ajenos a lo que, principalmente, Sudamérica se apresta a seguir al detalle, el fallo sobre la centenaria causa marítima de Bolivia.
El holandés de a pie en esta ciudad no sabe o tal vez no le interese que la CIJ se pronunciará el lunes, hacia las 09h00 bolivianas (10h00 chilenas) su convicción sobre los que demandó Bolivia a Chile, la obligación de negociar de buena fe y con efecto vinculante, la restitución de una salida al mar que demanda La Paz y que Santiago rechaza con vehemencia.
Se trata de un paso soberano, tal vez una carretera, y un puerto de unos 20 km de largo, nada si se piensa en los 400 km lineales de costa y 120,000 km2 de territorios, además preñados de mineral, que Bolivia resignó a manos de Chile por imposición de las armas.
El fallo y todo lo que conlleva para bolivianos y chilenos y, de rabillo, peruanos, sólo es percibido en el aeropuerto Schiphol.
Perú estará atento porque cualquier acuerdo implicaría la región de Arica que antes de 1879 perteneció a Perú.
En las casetas de la Migración del automatizado aeropuerto, que sirve a la ciudad de Amsterdam, capital de Holanda, la Politie parece estar al tanto, más o menos, de lo que se registrará en el Palacio de la Paz, en el centro de esta ciudad de 1,5 millones de habitantes, el lunes que viene.
Un oficial alto y grueso como ropero de tres cuerpos, vestido de un riguroso uniforme azul obscuro, mira la carátula del pasaporte de uno de los periodistas bolivianos que llegan a Schiphol y solo desgrana la única frase de pregunta.
"¿Journaliste?", pregunta, mientras descarga un golpe seco en el papel, el sello de ingreso. Cierra el pequeño y delgado cuadernillo y lo entrega a su titular: "Welcome", musita cual responso, y con voz más firme impone, después de repasar la larga fila de viajeros que pugnan por ingresar al inconmensurable y comercial lobby del aeropuerto. "Next...", agrega y da por concluido el trámite sin esgrimir más del vademécum de preguntas típicas en una plaza aérea europea, tales como "cuántos días piensas quedarse", "cuál el motivo de su visita" y, "dónde se alojará".
Los forasteros allende los mares que llegan al aeropuerto de Schiphol no llenan, generalmente, formularios tipo, consabido que el hecho de que quienes, en este caso los bolivianos, recabaron la ansiada visa Schengen (al espacio mancomunado de la Unión Europea) e ingresaron por España, como puerta de la comunidad.
Basado en que se trata de periodistas, el "officer" parece presumir que bolivianos y chilenos vienen estos días a la resolución de la CIJ.
Como 70 km más al sur, el Palacio de la Paz, esa casona de aspecto aristocrático que al filo de la segunda guerra mundial fue desbaratada por la aviación nazi, luce imperturbable.
Un mecenas mandó a restaurarla antes del amanecer de los "50 y concedió sus títulos para que la Corte Internacional de Justicia sesione en casa propia.
Muy temprano el lunes, los 15 magistrados de la CIJ, tomarán sus lugares en el estrado del Palacio de la Paz, emplazado en medio de jardines y paseos peatonales protegidos por un robusto enrrejado y resolverán el más hondo y antiguo diferendo de la geopolítica sudamericana, único pendiente a contrapelo de su integración.
"Not", reconoce sin ambajes Djonie Spreeuwers, un holandés que debe frisar los 35 años que, más bien, repone preguntas de quién o quiénes y sobre cuál asunto versará la CIJ.
Resuelto a vivir el fallo, el presidente boliviano Evo Morales ha iniciado ya el viaje a La Haya, mientras su par chileno, Sebastián Piñera, acompañado por su esposa recorre el norte del país costero junto al canciller Roberto Ampuero, a manera de mensaje, principalmente el puerto de Arica, por donde Bolivia busca fluir al Océano Pacífico, que dejó de contemplar hace casi siglo y medio, a mediados de febrero de 1879, cuando el ejército de Chile invadió el entonces boliviano puerto de Antofagasta.
Como en marzo último, cuando los alegatos orales de ambas partes, los hoteles Carton y Hilton, separados por un par de km se convertirán en los cuarteles generales de los litigantes, lo mismo que sus respectivas embajadas.
Dicen los lugarejos, quienes conocen los caprichos de la naturaleza en esta ciudad bajo el nivel del mar, que el tiempo en La Haya saltará, con toda la brusquedad que connota el verbo, del frío que hoy mismo envuelve la relación de La Paz y Santiago, al calor que Morales (a quien los bolivianos llaman "padre de la demanda marítima" o simplemente "demandante", como lo significan los chilenos) desea para lo que viene, un nuevo tiempo entre 2 países que han vivido de espaldas los últimos 140 años, pese a compartir historia y cultura comunes y 980 km de frontera.
En coincidencia con el sonoro y bien sonado 'Octoberfest', los holandeses de esta región que acoge al más alto tribunal de justicia mundial cogieron los abrigos tras un semestre exacto de calor primaveral para continuar normalmente sus actividades, tal vez ajenos a lo que, principalmente, Sudamérica se apresta a seguir al detalle, el fallo sobre la centenaria causa marítima de Bolivia.
El holandés de a pie en esta ciudad no sabe o tal vez no le interese que la CIJ se pronunciará el lunes, hacia las 09h00 bolivianas (10h00 chilenas) su convicción sobre los que demandó Bolivia a Chile, la obligación de negociar de buena fe y con efecto vinculante, la restitución de una salida al mar que demanda La Paz y que Santiago rechaza con vehemencia.
Se trata de un paso soberano, tal vez una carretera, y un puerto de unos 20 km de largo, nada si se piensa en los 400 km lineales de costa y 120,000 km2 de territorios, además preñados de mineral, que Bolivia resignó a manos de Chile por imposición de las armas.
El fallo y todo lo que conlleva para bolivianos y chilenos y, de rabillo, peruanos, sólo es percibido en el aeropuerto Schiphol.
Perú estará atento porque cualquier acuerdo implicaría la región de Arica que antes de 1879 perteneció a Perú.
En las casetas de la Migración del automatizado aeropuerto, que sirve a la ciudad de Amsterdam, capital de Holanda, la Politie parece estar al tanto, más o menos, de lo que se registrará en el Palacio de la Paz, en el centro de esta ciudad de 1,5 millones de habitantes, el lunes que viene.
Un oficial alto y grueso como ropero de tres cuerpos, vestido de un riguroso uniforme azul obscuro, mira la carátula del pasaporte de uno de los periodistas bolivianos que llegan a Schiphol y solo desgrana la única frase de pregunta.
"¿Journaliste?", pregunta, mientras descarga un golpe seco en el papel, el sello de ingreso. Cierra el pequeño y delgado cuadernillo y lo entrega a su titular: "Welcome", musita cual responso, y con voz más firme impone, después de repasar la larga fila de viajeros que pugnan por ingresar al inconmensurable y comercial lobby del aeropuerto. "Next...", agrega y da por concluido el trámite sin esgrimir más del vademécum de preguntas típicas en una plaza aérea europea, tales como "cuántos días piensas quedarse", "cuál el motivo de su visita" y, "dónde se alojará".
Los forasteros allende los mares que llegan al aeropuerto de Schiphol no llenan, generalmente, formularios tipo, consabido que el hecho de que quienes, en este caso los bolivianos, recabaron la ansiada visa Schengen (al espacio mancomunado de la Unión Europea) e ingresaron por España, como puerta de la comunidad.
Basado en que se trata de periodistas, el "officer" parece presumir que bolivianos y chilenos vienen estos días a la resolución de la CIJ.
Como 70 km más al sur, el Palacio de la Paz, esa casona de aspecto aristocrático que al filo de la segunda guerra mundial fue desbaratada por la aviación nazi, luce imperturbable.
Un mecenas mandó a restaurarla antes del amanecer de los "50 y concedió sus títulos para que la Corte Internacional de Justicia sesione en casa propia.
Muy temprano el lunes, los 15 magistrados de la CIJ, tomarán sus lugares en el estrado del Palacio de la Paz, emplazado en medio de jardines y paseos peatonales protegidos por un robusto enrrejado y resolverán el más hondo y antiguo diferendo de la geopolítica sudamericana, único pendiente a contrapelo de su integración.
"Not", reconoce sin ambajes Djonie Spreeuwers, un holandés que debe frisar los 35 años que, más bien, repone preguntas de quién o quiénes y sobre cuál asunto versará la CIJ.
Resuelto a vivir el fallo, el presidente boliviano Evo Morales ha iniciado ya el viaje a La Haya, mientras su par chileno, Sebastián Piñera, acompañado por su esposa recorre el norte del país costero junto al canciller Roberto Ampuero, a manera de mensaje, principalmente el puerto de Arica, por donde Bolivia busca fluir al Océano Pacífico, que dejó de contemplar hace casi siglo y medio, a mediados de febrero de 1879, cuando el ejército de Chile invadió el entonces boliviano puerto de Antofagasta.
Como en marzo último, cuando los alegatos orales de ambas partes, los hoteles Carton y Hilton, separados por un par de km se convertirán en los cuarteles generales de los litigantes, lo mismo que sus respectivas embajadas.
Dicen los lugarejos, quienes conocen los caprichos de la naturaleza en esta ciudad bajo el nivel del mar, que el tiempo en La Haya saltará, con toda la brusquedad que connota el verbo, del frío que hoy mismo envuelve la relación de La Paz y Santiago, al calor que Morales (a quien los bolivianos llaman "padre de la demanda marítima" o simplemente "demandante", como lo significan los chilenos) desea para lo que viene, un nuevo tiempo entre 2 países que han vivido de espaldas los últimos 140 años, pese a compartir historia y cultura comunes y 980 km de frontera.